sábado, 28 de diciembre de 2019

Lo mejor y lo peor de 2019

Aquí tienen, otro año más y ya van 3, la lista de lo mejor y de lo peor que he reseñado en el Polillas durante el año 2019. Lo positivo es que hay mucha más literatura de calidad que de la otra, de lo que me congratulo porque, a decir verdad, resulta una tarea harto irritante y a veces tediosa desgranar los defectos de tanta novela deplorable. 

Como sé que son Vds. algo morbosetes, a pesar del buenrollismo imperante, comenzaré por la lista de lo peor de 2019. A continuación, seguiré con lo mejor y, finalmente, como suelo hacer también, les mostraré los mejores libros de no ficción que he leído durante este año que fenece.

Vamos al lío:

LO PEOR DE 2019:

El podio ha resultado sencillo. Las tres novelas que aquí señalo han sido lo peor del año sin discusión interna por mi parte.

1) La espiral del silencio, de Mayte Martín (Ediciones Aguere-IDEA). Primera lectura del año y primera candidata a la peor de 2019. Una obra tan cargada de loables reivindicaciones y necesarias denuncias como deplorable en todos los aspectos en que se pueda analizar una novela, y hay unos cuantos. 

2) Caídos del suelo, de Ramón Betancor (Baile del Sol). Una novela que aspira a ser apasionante y que es apasionantemente detestable por caer en todos los clichés del lenguaje y de la construcción de personajes. De principiante.

3) El doble oscuro, de María Teresa de Vega (NACE). Con pretensiones de culta, intertextual y refinada, esta obra es insoportable y tediosa hasta decir basta. No la compre, no la mire siquiera, pase de largo.

MENCIONES ESPECIALES

Las siguientes obras, siendo mediocres, no suscitan tamaña sensación de devastación. Aun así, en aras de la pedagogía y, como dice Rafael Reig, "por razones de salud pública", vale la pena recordarlas: La ceguera del cangrejo, de Alexis Ravelo (Siruela). Sin llegar a hundirse en esas simas de insondable pobreza literaria y pretenciosidad pueril de La otra vida de Ned Blackbird, el autor perpetra otra novela en la que vuelve a lucir su pasmosa falta de estilo y la incapacidad de urdir una trama algo compleja sino es a base de empellones y exabruptos. Tampoco, Pacheco, de Christian Santana Hernández (Mercurio), da mucho más de sí. Es legible, al menos, aun con ese sesgo tan contemporáneo de escribir literatura teniendo en vista una película o un capítulo de serie de televisión, con todos los clichés a cuestas para que el lector/televidente no se confunda. Con A los que leen, Jonathan Allen (Aguere-IDEA) lo intenta de nuevo, y aunque el resultado es más digerible que el logrado con su anterior novela, El conocimiento, sigue poniendo a prueba la paciencia del lector sin ponerse a prueba él mismo, lo que parece un tanto injusto. Para acabar, Lazos de humo, de Ernesto Rodríguez Abad (Diego Pun): convencional es el primer adjetivo que se me viene a la cabeza. Una novela con potencialidades abortadas y un mal final la hacen olvidable del todo.








LO MEJOR DE 2019:

1) Magistral, de Rubén Martín Giráldez (Jekyll & Jill). Crítica hiperbólica acerca del uso del lenguaje y acción sin compasión sobre él, el autor restriega al lector esta obra en la cara para que, a partir de su lectura, no contemple la literatura del mismo modo ni le queden ganas de hacerlo.

2) Corrección, de Thomas Bernhard (Alianza, traducción de Miguel Sáenz). Qué decir de Bernhard que no haya dicho ya en sus reseñas. Su voluntad de estilo, su capacidad taumatúrgica de sumergirnos en el mundo interior de sus personajes, un tanto delirantes y siempre obsesivos, y su discurso vitriólico e incendiario contra todo y contra todos le hacen a uno volverse casi un fan-hardcore.

3) La muerte de mi hermano Abel, de Gregor von Rezzori (Sexto Piso, traducción de José Aníbal Campos). Una obra grandiosa con la que el lector recorre ese mundo de ayer europeo del que escribió Stephan Zweig, atraviesa el nazismo austriaco, forzándonos a contemplar la gelidez de la muerte que anuncia, y nos hace arribar al París americanizado de los 50. Como dice Vicente Luis Mora, sólo le faltó haber sido escrita antes para convertirse en una obra maestra.

4) Momentos de la vida de un fauno, de Arno Schmidt (Debolsillo, traducción de Luis Alberto Bixio). Una mirada de un alemán, en apariencia corriente, a la sociedad nazi de su tiempo. Resistencia cotidiana de la única manera que se puede en un sistema totalitario, la interior, negándose a aceptar lo inaceptable.

5) Ventajas de viajar en tren, de Antonio Orejudo (Tusquets). La novela de un autor sobresalientemente dotado, sin duda. Divertida, inteligente, aguda y un algo más que la distingue de la mayoría.

6) Un rey sin diversión, de Jean Giono (Impedimenta, traducción de Isabel Núñez). Fascinante, misteriosa y hermosa. La indagación única del autor francés nos convence, por si lo dudábamos, de que la novela es un instrumento privilegiado para recorrer los laberintos morales del ser humano.

7) El santo al cielo, de Carlos Ortega Vilas (Dos Bigotes). Con esta única novela, ya forma parte del grupo de escasos narradores canarios que merecen consideración por mi parte. Una novela negra/detectivesca más, quizá, pero con estilo propio, personajes con poso y una escritura que alberga potencialidades de más y mejor. Llámenlo intuición.

8) La noche fenomenal, de Javier Pérez Andújar (Anagrama). Una novela loca, muy loca, que conjuga elementos kitsch como el ocultismo y lo paranormal con otros más formales como la utilización creativa del cliché, lo que tiene su mérito. Una trama desquiciada de un autor con talento.

9) Nunca más la noche, de Juan R. Tramunt (Baile del Sol). A pesar de una primera historia fallida, Tramunt remonta el vuelo y consigue inquietarnos y sorprendernos con unas historias bien escritas que conmocionan nuestro sentido común. 


NO FICCIÓN 

Aquí no hay clasificación que valga: todos estos libros son valiosos y variados en su temática. Omito los que ya comenté en la entrada Siete lecturas para el disenso, por no repetir, pero que pueden considerarse incluidos en esta lista:

- El eclipse de la fraternidad, de Antoni Domènech (Akal).
Injusticia epistémica, de Miranda Fricker (Herder, traducción de Ricardo García Pérez).
- La huida de la imaginación, de Vicente Luis Mora (Pre-Textos).
- Historia y sistema en Marx, de César Ruiz Sanjuán (Siglo XXI). 
- La izquierda, fin de (un) ciclo, de Ignacio Sánchez-Cuenca (Catarata).
- Barcelona, Madrid y el Estado, de Jacint Jordana (Catarata).
- Sobre El Político de Platón, de Cornelius Castoriadis (Trotta, traducción de Horacio Pons).
- Alta cultura descafeinada, de Alberto Santamaría (Siglo XXI).
- Walt Whitman ya no vive aquí, Eduardo Lago (Sexto Piso).
- Post-Democracy, de Colin Crouch (Polity).
- Inventing the People, de Edmund S. Morgan (Norton).
- Muros, de David Freyre (Turner, traducción de Eduardo Jordá).
- Democracia en suspenso, VV.AA (Casus-Belli, traducción de Tomás Fernánez Aúz y Beatriz Eguibar).
- Against the grain, de James C. Scott (Yale).
- Social origins of Dictatorship and Democracy, de Barrington Moore Jr. (Beacon).
- Caníbales y reyes, de Marvin Harris (Alianza, traducción de Horacio González Trejo).
- Ciudades rebeldes, de David Harvey (Akal, traducción de Juanmari Madariaga).
Tiempo de magos, de Wolfram Eilenberger (Taurus, traducción de Joaquín Chamorro Mielke).
Internados, de Erving Goffman (Amorrortu, traducción de María Antonia Oyuelo de Grant).
Melancolía de izquierda, de Enzo Traverso (Galaxia Gutenberg, traducción de Horacio Pons).
McMafia, de Misha Glenny (Península, traducción de Joan Trujillo Parra).
- Estado de inseguridad, de Isabell Lorey (Traficantes de sueños, traducción de Raúl Sánchez Cedillo).


Un saludo cordial a quienes me leen, en especial a los/las que no lo reconocen.





3 comentarios:

  1. Vencida la larga modorra y aplacadas las euforias de solo una parte de las Fiestas, leo su siempre interesante blog. Veo que ha logrado usted, Sr. Polillas, con-mover con su lista. Ha movido usted incluso con su comentario a quienes le han leído siempre a escondidas. Veo nombres de amigos queridos y honestos (Elisa Rodríguez Court es una mujer íntegra, con criterios muy sólidos, que uno puede compartir o no, pero solo su forma de reaccionar en este contexto es digno de admiración); veo, además, que su lista, tan personal y (como toda lista) arbitraria, pretende ser complementada por otra que aparece en un periodico de su provincia. Ha generado usted un movimiento. Ha conseguido usted que enseguida salgan a moverse los fontaneros de la palabra: aquellos cuya misión (autoproclamada o subvencionada) es mantener las letras canarias en el mismo estado de albanhilería de siempre, con nuevas formas de autopromoción incluso: criticar el nicho donde te celebran. El único nicho donde, literariamente, puedes ser, si acaso, alguien. Parece muy valiente, y quizá lo sea. Pero a mí me parece una reducción (homeopática en un gran porcentaje) de aquel concepto medieval aplicado bastante erróneamente a Thomas Bernhard: el "Nestbeschmutzer" (el que habla mal del propio entorno en el que se desarrolla y saca ventajas todo el tiempo de ese entorno, en términos de poder y capacidad para repartir o restringir "prebendas"). Bueno, digo "prebendas" si se entiende por ello una chocolatina en medio de un pastel universal de chorradas azucaradas o de sacarinas: eso que llamamos mundillo literario. Siga usted como va. Le leen. Le querrán integrar. Querrán comprometer su valentía (a través de compromisos de susurrada y aparente gallardía), buscarán doblegarle a costa de su silencio, con un trasiego de aparentes simpatías. Créame: son todos los síntomas de que está haciendo usted una maravilla de trabajo en un entorno enrarecido de "bondad", de "luces" y de casi calvinistas pseudo-"transparencias" (esas que se ven en cuanto uno cruza la frontera entre la Alemania católica (la del Rin, la Alemania romana) y Holanda, donde llama la atención la cantidad de ventanales sin cortinas ni persianas (porque se supone que un "calvinista" nada tiene que ocultar).
    UN grande abrazo (José Aníbal Campos)

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    1. No creo que peque de modesto si dudo que la lista de libros del periódico local se haya hecho en función de la mía. Sobre todo, porque se ocupa fundamentalmente de poesía, mientras que yo lo hago, salvo colaboraciones eventuales como la de un tal José Aníbal Campos, de narrativa. Por otro lado, muchas listas en medios de comunicación no se explican por el gusto particular o por un afán de valoración más o menos objetiva de méritos literarios del periodista/colaborador, sino por otros motivos que no se hacen explícitos. Resulta evidente que, si se da esta última posibilidad, el culpable principal es el medio de comunicación por esa ocultación. Sin embargo, en nuestros tiempos, el lector medio, por lo habitual ya poco ingenuo, haría mal en conceder, de entrada, credibilidad o prestigio a medios, suplementos, listas y premios. Ese prestigio y esa confianza han de ganarse. En todo caso, si este blog consigue generar algún tipo de reflexión sobre la literatura y la crítica hecha en Canarias/por canarios me doy por satisfecho.

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  2. Estimado Sr. Polillas. Estoy de acuerdo en que la lista de marras no responde a la suya. Pero de lo que sí estoy seguro es del movimiento que este blog genera. En ese sentido, puede usted acabar el 2019 con la satisfacción de que hace un gran trabajo de (como bien usted dice) "salud pública". Me declaro una vez más su fiel lector.
    En otro orden de cosas, me alegra mucho que le haya gustado "La muerte de mi hermano Abel". La critica de Vicente Luis Mora fue de las mejores que se publicaron en relación con ese libro. Yo difiero de ella solo en un punto no demasiado importante: lo que es o no una "obra maestra" a partir de criterios sincrónicos o diacronicos. Una novela como La montanha mágica, de Thomas Mann, fue, es y seguirá siendo una obra maestra, a pesar de que al ser publicada, en el anho 1924, nacio ya desfasada en relación con su tiempo: ya estaban ahí otros elementos de estilo y de concepción de la literatura que, aunque todavía no canónicos, nos permiten verla ahora como una gran novela casi del siglo anterior, el XIX. Pero, en fin, eso es un debate aparte. La critica de Mora hace una distinción muy clara entre "obra maestra" y "novela grandiosa". Y eso basta. Le mando saludo nuevamente, y venga usted en el 2020 cargado de esas buenas y saludables energías.
    José Aníbal Campos

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