sábado, 23 de abril de 2022

'El tercer brazo', de Larry Niven y Jerry Pournelle

Tras esta semana de pío reposo, tanto físico como espiritual, vuelvo a la carga literaria recordándoles que pronto comienza la discutida Feria del Libro de Las Palmas de Gran Canaria, esta vez en honor a un autor oscuro y apenas conocido, llamado, si no me equivoco, José de Sousa Saramago, gran parte de cuyo oscuro legado va a pasar de Lanzarote a Madrid, donde a buen seguro estará mejor guardado que en la lejana isla de Lanzarote.

De esta feria, sobre todo, siento curiosidad por ver si volverán a establecerse los puestos de quincallería, artesanía y pirámides de energía, tan caros a nuestras costumbres. Daré cuenta de estas y más cosas tanto en el blog como en el Polillas de Radio Guiniguada, a poder ser con el ingenio y agudeza que me caracteriza, y que constituye la piedra de toque para poder medir los suyos, queridos/as lectores/as.

Por otro lado, en el mundillo literario local se ha puesto de moda, por hablar así de frívolo, el asunto ese de la cancelación, que en el resto del mundo eclosionó hace meses. Es lo que tiene ser periféricos, que nos tragamos las mierdas de Javier Marías o Pérez Reverte y las reivindicaciones retro de Alberto Olmos y las sintetizamos como nuestras mucho tiempo después. Qué quieren que les diga, cuando oigo las vargallosadas de turno, me acuerdo de la frase de Nick Hornby, que ya les comenté en alguna ocasión. Traduzco a la vista (sobre la expresión "políticamente incorrecto"): «Uno se la encuentra aquí (en Gran Bretaña) todo el rato, y normalmente eso significa, sobre todo, que un libro, una película o un programa de TV es racista, sexista o homófobo; existe una clase de opinadores culturales que misteriosamente asocian estos prejuicios con una época dorada en la que se permitían muchas cosas que ahora están vedadas (lo cierto es que nadie les prohíbe hacer nada; lo que les molesta es que se les reconozca como los cerdos antisociales que son)». Nick Hornby, en Ten years in the tub.

En relación con esos autores supuestamente cancelados, es curioso que muchos de los que ondean con mucho aspaviento esa bandera, agraviados por una repentina falta de libertad de la turba vocinglera, son precisamente aquellos que disfrutan de tribunas privilegiadas frente a la opinión pública para vocear a los cuatro vientos todas sus jeremiadas sobre la continua decadencia de los valores, la masa ignara, etc.

Resulta curioso que algunos hablen de "pérdida de los valores", pero al mismo tiempo fantasean con un arte y una literatura libres de valores, al menos, morales. Tengo la impresión de que esta reivindicación se anula a sí misma, aparte de que esa idea del arte como espacio autónomo es una concepción burguesa ya caducada. Además, casi cualquier reivindicación de cariz igualitario, en sus diferentes grados de acierto, se percibe desde estos sectores como "ideológica" o sesgada, como si se viviera en una especie de zona cero de valores, en un espacio neutro a-moral. Es evidente que no es así. Hasta los ahora cuestionados cuentos infantiles de Perrault o Grimm eclosionaron en una determinada época, y vehiculan visiones del mundo decimonónicas de sociedades fuertemente jerarquizadas y valores que hoy en día en cualquier país democrático se revelan caducos y discriminatorios.

En una sociedad libre (al menos, la mayor parte del tiempo), resulta difícil imaginar que alguien pensase seriamente en prohibir la publicación de estos cuentos supuestamente infantiles, pero también en una sociedad libre unos/as ciudadanos/as preocupados por la transmisión de valores sexistas, discriminatorios y jerárquicos podrían mostrar su oposición a que el colegio de sus hijos promoviese la lectura de aquellos. No hay sociedad sin valores, pero seguramente debemos elegir democráticamente los que queremos promover y aquellos que no compartamos pero respetemos, o incluso los que meramente toleremos. Y seguro que hay muchos que queríamos erradicar.




Cambiando de asunto, la novela que traemos aquí hoy a colación es El tercer brazo, escrita por Larry Niven y Jerry Pournelle (traducción al español de Elías Sarhan). Vds. los recordarán bien por la reseña a La paja en el ojo de Dios en este blog, obra cuyo título resultará un tanto confuso a según qué mentes hispanohablantes. 

Pues bien, El tercer brazo es la continuación de La Paja, pero lo curioso del caso es que fue escrita por los mismos autores 19 años después. Dando por hecho que los/as lectores/as habrán leído la primera novela, Niven y Pournelle ya no se centran en la descripción de la sociedad alienígena (alienígena para el Imperio Humano, claro) sino en la posibilidad de evitar que la inevitable expansión de aquella, sobre todo porque los pajeños se hallan dividido en una miríada de federaciones, alianzas y clanes que hacen casi imposible la posibilidad de encontrar un interlocutor único. Como apunte antropológico, la idea de la demografía aparece como problema, en relación con la formación de sociedad no igualitarias y la conformación del Estado en la obra de Pierre Clastres La sociedad contra el Estado. 

Este reencuentro de los humanos y los lectores con los pajeños se hace más ameno que en la primera ocasión: me parece notar una prosa más ágil, menos complicada en lo que se refiere a los aspectos científicos y técnicos de equipos, naves, fenómenos cosmológicos, etc. También corre pareja una aventura más de tipo convencional con persecuciones espaciales, batallas y una división más maniquea de los bandos en conflicto. Los personajes más carismáticos son, sin duda, los masculinos, en especial Renner y Bury, viejos conocidos. 

Lo que vuelven a evidenciar los autores es su visión del futuro, si no del presente; aquella en la que la evolución política humana se sustancia en un Imperio, con su emperador al frente, y una aristocracia que gobierna. No hay cuestionamiento de dichas jerarquías, las rebeliones son por escasez de alimentos, y rara vez las mujeres llegan a posiciones de mando realmente decisivas. Los personajes femeninos, además, van perdiendo brillo a medida que se desarrolla la novela. Implícita está la subordinación general de la mujer al hombre, por no hablar de cierta mención a la prostitución en un planeta, cuya normalización (la del comercio sexual), hoy en día al menos, resulta más que cuestionable, y a mi parecer, con razón.


Podía ver mesas vacías. La observó pasar delante de él conduciendo a otra pareja. ¿Rango social superior? Aunque no caminaban de esa manera. Trataban de mantener el nivel y aun mirar las caras sin que les descubrieran. Buscadores de famosos. 

-¿Kevin? 

-¡Capitán! 

Cziller le estrujó la mano. Parecía viejo, la cara ablandándosele, pero su mano todavía era una prensa. La voz se le había puesto ronca. 

-Llámeme Bruno. Nunca le había visto con ropas de civil. ¡Vaya, sí que le gustan los colores! 

-¿Es..? 

-No, tiene un aspecto estupendo. Eh, estudié su informe sobre Paja Uno, ese con el título gracioso. ¿Pensó alguna vez que jugaría a los turistas con otra especie? 

-Jamás. Todo se lo debo a usted. 

La maître escultural los llevó junto a una mesa con un ventanal que iba desde el suelo hasta el techo, y que ofrecía una vista espectacular del puerto. Renner esperó a que se fuera, luego comentó: 

-Dio algunas mesas antes de dejarnos disponer de esta. Me preguntaba por qué. 

-El rango. 

-Bueno, eso es lo que creí, pero... 

-Le está bien merecido, por recibir el título de caballero. Debía disfrutar de una ventana. No estaría bien sentarle con los plebeyos. Esparta es muy respetuosa con los rangos sociales, Kevin. (Pág. 117)


Kevin miró alrededor de la sala. Un sitio típico y aristocrático de almuerzos. Mujeres caras y hombres muy ocupados. En realidad, no se fijó en ellos. Apartó la vista de la mesa para que no diera la impresión de que miraba a la chica con la que estaba, y la verdad era que deseaba mucho observarla. Era de lejos la mujer más atractiva de la sala. Probablemente la más cara, pensó Kevin. Sus ropas eran bastante sencillas, un vestido de tarde de lana oscura que encajaba a la perfección, recalcando su femineidad sin ser sexy de manera manifiesta. La falda llegaba a la rodilla, algo conservadora para la moda actual, aunque tendía a resaltar las pantorrillas y los tobillos. Las joyas que llevaba eran sencillas también, pero incluían un par de pendientes a juego de piedras refractarias de Xanadú que valían lo suficiente como para comprar una casa en el planeta natal de Renner. (Pág. 133).

 

-Ah, ah -dijo Rawlins-. Y, por supuesto, Bury sabía esto. 

-Por supuesto. Hay otra cosa. Los Amos pajeños en realidad no forman sociedades como lo hacemos nosotros. Las clases subordinadas por lo general obedecen a los Amos, pero estos no poseen ningún instinto para obedecerse entre sí, y sea lo que fuere que tengamos los humanos que nos hace formar una sociedad, se encuentra casi ausente en los Amos. Los Amos pajeños cooperarán, y uno establecerá una posición subordinada hacia otro, pero hasta donde yo soy capaz de comprender, las únicas fidelidades son a la línea genética. No existe lealtad a ninguna abstracción como Imperio, o ciudad. Se parece más a una civilización árabe que a un Imperio, lo cual quizás explica la popularidad de los Mediadores Bury. Es muy factible que el señor Bury comprenda mejor las cosas aquí que cualquiera de nosotros. (Pág. 260).


En el orden político, lo que priman son los valores castrenses, que se asocian a eficiencia y efectividad, aderezados y confirmados con el conformismo social que es el trasunto de la estabilidad, al menos como aquí se entiende. En este sentido, también, la unidad conseguida a base de ímprobos esfuerzos, del Imperio se contrapone a la anarquía y bandidaje que caracterizan a los nuevos pajeños con los que se encuentran.

En todo caso, esta novela tiene un ritmo más ágil, más cinematografiable, si puede usarse este neologismo, por si eso le importara a alguien. Posee rasgos de humor en algunas conversaciones, de lo que carecía La Paja en el Ojo de Dios, y se agradece. En cuanto a la trama, no resulta muy complicada, pero sí los avatares de las persecuciones y batallas de cuya lógica y coherencia yo, al menos, no me he preocupado demasiado.

Haciendo un balance global, es decir, comprendiendo las dos novelas, yo diría que literariamente no aportan nada significativo. No obstante, dentro del género de la ciencia ficción, aporta otro relato de contacto entre especies que, aunque carece de las sutilezas respecto de la posibilidad de comunicación entre ellas, sí aporta elementos interesantes, aunque no precisamente novedosos, como la jerarquización de la sociedad alienígena y las funciones de cada estamento/especie en relación con las demás y sus capacidades, y el problema de la demografía y la expansión desbocada. Por tanto, de interés solo para los que disfrutan, sobre todo, de las aventuras que proporciona la ciencia ficción.


POLILLAS AL ANOCHECER-RADIO GUINIGUADA

lunes, 11 de abril de 2022

La Feria del Libro de Las Palmas de Gran Canaria

Este año, el celebérrimo Parque de San Telmo acogerá de nuevo (por decirlo así) la Feria del Libro de Las Palmas de Gran Canaria. También, la dirección de la organización ha vuelto a recaer en Jorge Balbás, encargado de las últimas ediciones, que, por cierto, han adolecido de numerosos errores de programación, y no solo en la elección de escritores/as (concepto que se ha diluido en el más amplio de famosos/as, que comprende desde los/as referidos/as escritores/as, hasta influencers, youtubers, presentadores/as de telediario, pasando por todólogos/as de la más variada jaez y , en realidad, cualquiera que haya disfrutado de sus momentos de gloria y escrito algo al respecto). Como digo, no solo se trata del cartel de las sucesivas ediciones, cada vez más espurio, desnaturalizado y sesgado (esto, por supuesto, puede no ser un inconveniente para el programador, que busca, sobre todo, que la feria se llene de público, ni para muchas personas cuyo encuentro con los libros y ebooks es tangencial, solo propiciado por la admiración del personaje de turno), sino algo más básico y, por lo tanto, más grave.

Más allá o más acá de quien se trajera allende los mares, y aquí radica el quid de la cuestión, se formularon muchas quejas el año pasado respecto de la falta de fiabilidad del calendario. Baste decir que en muchas ocasiones no se comunicaba al público por ninguna vía, exotérica o esotérica, las cancelaciones o retrasos de los/as intervinientes o los cambios de ubicación de las presentaciones y promociones. Por no hablar de la elección de los escenarios más nobles para determinados/as famosos/as y otros más humildes para quienes no lo eran tanto. Por otro lado, en cuanto a imagen y exposición en las redes sociales, al menos en la edición de 2021, la estrategia comunicativa consistía en una foto del autor/autora con un libro promocional del Cabildo y la inserción de una frase tipo "X se ha quedado prendado de Gran Canaria y volverá para disfrutar de su gastronomía/paisajes/hospitalidad, etc." en diversas combinaciones, a cual más tonta y pueril. 

La respuesta a las críticas en las redes sociales, cuando los/as usuarios/as señalaban errores como los anteriores era, por lo habitual, el borrado de dichos comentarios, y ningún propósito de enmienda. Este año, en una clarividente muestra de anticipación, el/la administrador/a de las redes sociales ha intentado prevenir la eclosión de comentarios desfavorables bloqueando a los críticos. Como en Facebook a este que les escribe.

Así es el mundo, así funciona la organización de eventos culturales, podríamos sentirnos tentados a pensar, aun cuando estén patrocinados en parte por instituciones públicas como el Ayuntamiento de Las Palmas, el Cabildo de Gran Canaria y el Gobierno de Canarias, cuyo erario se nutre en buena medida de los impuestos de los/as ciudadanos/as, como yo mismo. Me imagino que el comportamiento censurador y bloqueador de la organización, de llegar a sus oídos, debería de resultarles, como mínimo, rechazable. 

¡Pero qué no aguantamos los/as amantes de los libros, o como se dice últimamente en plan cursi, los letraheridos/as..! Me pregunto si la Feria del Libro, ésta o cualquiera, puede soportar tal trato a medio plazo a los que, en rigor, serían sus visitantes o, más bien, dado el sesgo economicista que todo lo impregna, sus clientes.

Al menos, según me cuentan, la decisión de elegir de nuevo a Jorge Balbás en la dirección no fue unánime en el seno de la Asociación de Libreros. Siempre queda un hálito de esperanza en que las cosas puedan ir a mejor. En todo caso, habría que preguntarse si los/as libreros/as no son capaces, aunque solo sea por sus intereses (es decir, no solo la mera venta de libros sino el de crear un ambiente libresco que fomente la lectura y el aprecio del arte literario), de idear una feria más imaginativa que la haga protagonista de acontecimientos memorables para la ciudadanía. Quizá el continuismo no sea la mejor idea si no satisface a casi nadie, salvo a algún/a paniaguado/a.



jueves, 7 de abril de 2022

'Cuadernos del Subtrópico Norte', de Marcos Dosantos

La semana ha sido pródiga con la cultura. Hablando con propiedad, el pródigo ha sido el Gobierno de Canarias, que con su vicepresidente Román Rodríguez en labores de captador de patrimonio, ha tenido a bien comprar 26 cuadros del artista canario conocido como Pepe Dámaso. Pepe Dámaso es conocido por su largo recorrido artístico, más o menos admirado, y, sobre todo, por su empeño en que alguna institución pública hiciera de una casa suya una casa-museo. Una casa-museo dedicada a él y a su obra, claro, porque la mayoría de sus paisanos somos culpables de no haber experimentado lo suficiente los espirituales placeres que debe suscitar su obra artística. En todo caso, objetivo conseguido, finalmente, con un acuerdo de Dámaso con el Cabildo y el Ayuntamiento de Agaete: ¿Quién es el más listo de la clase? 

El gobierno canario gastará, al parecer, un total de 227.000 euros del erario en engrosar "patrimonio". Quién ha decidido qué es patrimonio, qué obra merece encuadrarse bajo ese concepto, y por qué es necesario que el gasto público se dedique a acumularlo son preguntas que siempre parecen impertinentes, así que la mayor parte del tiempo carecen de respuesta explícita, salvo cierta mención a aquellos "beneficios intangibles" de gobierne quien gobierne, a derecha o a izquierda. La mera mención del concepto de patrimonio bastaría para despejar dudas y eliminar inquietudes.

Según se lee en la noticia, han sido unos anónimos y diligentes "técnicos" los encargados de que se haya tramitado con éxito este movimiento irradiador de cultura. Irradiación que, al fin y al cabo, beneficiará hasta al último de los/las canarios/as, sea de Ciudad Jardín, sea de La Paterna, sea Gran Canaria, sea de La Gomera, pasando por La Graciosa, pero en especial, y sobre todo, a Pepe Dámaso. De cuya obra se dice en esta noticia no firmada (por lo que imagino que será la transcripción de la nota de prensa del Gobierno): "ahonda en las raíces más profundas de la identidad canaria". Solo con esta frase podrían escribirse varias tesis doctorales que polemizarían unas con otras hasta el enconamiento más cruento, pero aquí, en este paraíso de la Cultura, todo es autoevidente y cristalino.

Ya que comentamos esta hazaña político-artística, cómo no recordar una operación parecida, aunque bastante más onerosa, que fue la realizada con Martín Chirino, el Castillo de La Luz y la compra por el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, dirigido entonces por Juan José Cardona, de parte del legado de este artista. Primero a él mismo y luego, a sus herederos, no se fuera a perder algo por el camino. No obstante, la decisión final no corresponde nunca a técnico alguno, sino a los representantes políticos en las instituciones. Ya hemos hablado bastante en otros artículos del uso del arte y de la cultura como herramientas de pacificación y de cohesión sociales, de la concepción de la cultura como un espacio supuestamente a-politizado y des-clasado, o con la potencialidad de construirlo así.

En fin, podremos seguir a la cola de todos los indicadores y a la cabeza de las peores lacras sociales, pero a los canarios no les faltará cultura, aunque ni la quieran ni la pidan y, probablemente, no les haga falta. Al menos, tal y como se concibe desde las consejerías, viceconsejerías y concejalías de turno. Ya les digo, da igual que el alcalde de LPGC sea Cardona o Saavedra (póngase cualquier alcalde o alcaldesa de cualquier ciudad o pueblo de Canarias); da igual que en el Gobierno esté Paulino Rivero, Román Rodríguez, José Soria, Dulce Xerach o Juan Márquez: su concepción de la cultura es exactamente la misma e idéntico su dirigismo. El Gobierno decide qué es cultura, quién es artista, qué debe gustarle a la ciudadanía, y cómo se recompensa a los/as cooperadores/as necesarios/as.



Hay otro personaje canario singular, residente en Madrid, de cierto renombre y, sobre todo, ubicuidad, al que habría que dedicarle otra casa-museo, castillo o palacete en vida: Juan Cruz. Este mentor de almas literarias, sobre todo si son de la provincia de Santa Cruz de Tenerife, concita la aprobación generalizada de todo el mundillo (o mercado) de las Letras, al menos el que vocea en los medios de comunicación. No hay sarao literario de cierta importancia, no hay iniciativa cultural de algún vuelo, no hay talento poético-narrativo emergente que no goce, de algún modo u otro, con su participación o aprobación. Cando no está en ello, tiene a bien compartir por escrito su nostalgia edénica y sus recuerdos dorados de juventud periodística, por si a alguien le interesara. 

En esta ocasión, actúa de apoderado de Marcos Dosantos, autor de la colección de cuentos titulada Cuadernos del Subtrópico Norte. Lo hace mediante una introducción a medio camino entre el almíbar y el empalago, o quizá el camino esté de sobra completado, finalizando en una inmensa bola de algodón de azúcar. Sea como fuere, es bastante posible que Juan Cruz sea sincero en su apreciación sobre esta obra, lo que, en definitiva, nos sitúa ante un escenario dulcemente escalofriante. 

Digo esto porque, pese a Juan Cruz, Cuadernos del Subtrópico Norte (que no son cuadernos, sino uno solo lleno de cuartillas a veces a medio rellenar) es una obra evidentemente de autor primerizo en la que se aprecia a partes iguales entusiasmo y verborrea. Me hace recordar a la figura de un niño relamido y sabelotodo, ese que al principio nos hace gracia pero que a los cinco minutos queremos mandarlo a paseo por vía de urgencia. 

Aquí y allá, es cierto, hay alguna frase, algún diálogo, que sí da pistas de la posibilidad de un escritor, pero no es suficiente para sofocar el creciente tedio, y la consiguiente irritación, que embarga y oprime tras leer algunos de estos cuentos, a veces minicuentos, a veces yo qué sé. Es posible que haya algún relato que valga la pena, pero la mayoría son tan insustanciales que le quitan a uno las ganas de descubrirlo. Para elevar a categoría artística escenas de la vida cotidiana o hacer significativos momentos que, en principio, no lo parecen se precisa de un uso del lenguaje y de una hondura del pensamiento de los que carece, al menos de momento, Dosantos.

Así, nuestro autor de hoy a veces parece seguir la estrecha senda de Andrea Abreu que nos interna por el coloquialismo y el vulgarismo canario como seña de identidad, pero en otras ocasiones lo abandona y plantea un uso del lenguaje más estándar. Supongo que, como sostengo, la primera opción conduce a un callejón sin salida literario, y que la experimentación en la literatura canaria no debe consistir solo en la glorificación de la falta de matices del hablante corriente al expresarse. Al fin y al cabo, la literatura implica una estilización (o una profundización) del idioma y la transcripción del habla supone una limitación consciente de aquél. Puede tener valiosos efectos expresivos en determinados momentos, pero me resulta difícil imaginar una literatura basada en ella.


Soy conejera, pero mi abuela Candelaria me llamaba Gran Canaria porque "fuertes muslos tiene la niña pal fisco tetas". 

Fue el insulto más poético con el que crecí, eso se lo concedo. 

Sebosa, bocanegra, cachalote, y un sinfín de cumplidos no pedidos por cercanos y desconocidos fueron la banda sonora de mi crianza. 

Yo quería ser periodista, como mi primo Nauzet, pero las niñas de mi clase decidieron por consenso que sería la foca del Loro Parque pa mojar a los guiris con mis aletas. 

La peor era la Yésica, perfecta niña Profident cuando las monjas dominicanas entraban en la clase, pero tremenda hija de puta entre mates y plástica. Se me acercaba, me tiraba el estuche al suelo y me gritaba "agáchate si puedes, gorda jedionda". (Pág. 27, Manifiesto de la gorda jedionda) 


¿Qué papel juega el aguacate en el transfeminismo postcolonial? No lo sé, pero alguien debería poner el aguacate encima de la mesa. Poner el aguacate encima de la mesa como acto político-gastronómico. Política pop agroalimentaria. Andy Warhol en Masterchef - La Gomera machacando el mortero bajo la atenta mirada de doña Efigenia. 

¿Qué habría sido de la humanidad si quienes tomaban las grandes decisiones lo hubieran hecho después de haberse comido un aguacate? ¿Sería nuestro mundo más justo, menos desigual, más próspero? Tengo cero unidades de evidencia que respalden este dilema contrafáctico. También creo que todo el mundo está de acuerdo en que tengo razón. (Pág. 61, Elogio del aguacate)


-Me fascina tu cuerpo, tu olor, me atrapa tu feminidad mística -le decía Matías mientras le daba tímidos besos en el hombro y en el cuello. 

-Eres un encantador de serpientes. 

-Y tú eres mi cobra favorita -le suspiró al oído, antes de hacerle el amor por primera vez. Al principio fue muy delicado. Se dio cuenta de que Victoria era un animal herido. Pero algo en ella decidió que era el momento de entregarse. Y entonces la pasión la desbordó. Su dolor se unió con el placer y sus lágrimas se mezclaron con su piel hasta que el amanecer despidió la noche más corta de su vida. 

-¿Y qué pasó? ¿Qué fue de Matías? 

-Como en toda historia de amor verdadero, lo nuestro se acabó. Llevábamos dos años queriéndonos entregadamente y sin separarnos ni un momento. Recuerdo con especial cariño un viaje que hicimos juntos a Casablanca, donde yo tenía que resolver algunos asuntos y él se comportó como un auténtico galán. El tiempo fue pasando y la llama de la pasión, sencillamente se apagó. Fue una muerte natural. (Pág. 110, A cambio de chocolate) 


Frases hechas, expresiones manidas, tópicos anodinos del lenguaje aparecen aquí y allá, como otra muestra más de unas capacidades literarias aún por formar. También los relatos muestran una oscilación entre el apunte potencialmente interesante y la banalidad más exhibicionista. Falta desarrollo en los personajes y tensión en las escenas. Carencias que se intentan evitar mediante el recurso de una galería de imágenes descritas con supuesto ingenio y de la escritura de tramas breves. Dicho sea de paso, la eclosión de minicuentos, microrrelatos y de libros de aforismos me parece un síntoma revelador del panorama literario actual, en que el muchos/as quieren ser fenómenos de manera natural, como si fueran el producto más acabado del espíritu de los tiempos, pero sin molestarse demasiado.

Se corre, pues, el peligro de agostar aún antes de que llegue a su maduración la posibilidad de que un/a escritor/a cree algo digno de ser leído. En nada favorece a un autor bisoño que se califique su obra, todavía impúber, de "deslumbrante" o de cualquier otra majadería por el estilo. Si se quiere ser mentor, si se quiere ayudar, la crítica, aun inmisericorde, ayuda más al desarrollo del talento en ciernes que el elogio inmerecido, que solo contribuye a la autocomplacencia, a la consiguiente pereza y, finalmente, al entumecimiento de las facultades.



P.D. Una reseña en la que la poeta Elsa López nos insta a emocionarnos con esta obra, aquí. Otra, en la que Eduardo García Rojas nos dice que el autor "pisa fuerte", aquí.