domingo, 22 de octubre de 2023

'Redshirts', de John Scalzi

Hay ciertos momentos en los que uno -puede ser que Vds. se reconozcan en esta reflexión- se siente algo parecido a la acedía, y a resultas de ese extrañamiento producido por tal disgusto, lo que nos rodea lo procesamos de otra manera, no solo intelectual, sino también sensorialmente. Claro que esa melancolía requiere de matizaciones, tanto en las causas como en sus efectos. Como si se saliera de una caverna donde solo se veían sombras y ahora por fin la luz del sol iluminara los objetos de las que provenían aquellas.

Sin duda, esa nueva mirada y esas nuevas sensaciones pueden ser engañosas como las anteriores, pero aun así hay algo de liberador en tal extrañamiento, en ese salirse de burbuja que parecía contener todo lo importante. Así, de repente, y ciñéndonos al campo social más o menos específico de este blog, dejan de tener sentido todas esas presentaciones de novedades librescas, toda la cháchara literaria repleta siempre de los mismos lugares comunes, todo ese cansino buscarse-la-vida de gestores/as culturales, escritores/as, periodistas culturales, editores/as y concejales/as de cultura. Hagamos extensivo este hastío a todo el ámbito cultural, por supuesto. 

No es, en todo caso, un refugio -o una caída- en el contemptus mundi, sino más bien lo contrario: reordenar la visión, la forma de aproximarnos a las cosas, modificar el ángulo de la contemplación, y, sobre todo, ser capaz de actuar como si las cosas que uno hace importan, aunque no importen. A veces, hay que retirarse, aun sin moverse del sitio, por un tiempo y volver al cabo, con esperanza, al mundo, como esos niños pequeños que en la playa corren a traerle agua del mar a su madre.



Redshirts, por si quieren dejar de leer y dedicarse a literatura más seria y apodíctica, como la de Javier Cercas o más española, mucho español, con cojones de Pérez Reverte, es una novela de ciencia ficción, publicada en 2012 y en España en 2014 (traducción de Miguel Antón), de intención, al menos, en parte, paródica, y juguetona. El autor, John Scalzi, es un veterano con unas cuantas novelas publicadas y que ha recibido, según leo, numerosos premios de este género literario. 

Ya saben que rara vez revelo con minuciosidad la trama porque por un lado corro el riesgo de despojar de interés la novela al potencial público y por otro porque creo que para un análisis basta el argumento. El resumen podría ser: se sitúa la acción en el año 2456 y, ante la insólita mortandad entre los miembros de la tripulación de la nave interestelar Intrepid, en especial en las misiones de desembarco planetario, los protagonistas deciden investigar las causas antes de que sea demasiado tarde para ellos mismos y perezcan también de algún modo truculento.

Qué decir para no repetirme demasiado. Se nota que Scalzi es un escritor avezado en la construcción de historias y que, con sencillez, transporta al lector/a por todo un viaje a todas luces inverosímil. Lo hace, además, con gracia. Eso sí, puede reprochársele, quizá por la sensación de parodia del género en la que está inscrita Redshirts, que a los personajes les falta, en la mayoría de los casos, mayor definición. Por el mismo desarrollo de la trama, personajes que parecían importantes quedan opacados por otros que, en principio y por su papel, no parecían destinados a grandes cosas. Digamos que su personalidad se impone a pesar de su rol. No es tan raro que los personajes se escapen, por decirlo así, de las cadenas que tenía pensadas para ellos el autor o autora (el mismo Shakespeare, como podemos leer en la obra homónima de Harold Bloom, sin ir más lejos), pero en este caso el contraste no sirve tanto para reafirmar la obra como para que le reprochemos esta descompensación, que no le favorece.

Aunque solo sea como esbozo, no puedo sino señalar que, filosóficamente hablando, tampoco le veo ninguna indagación acerca de realidades futuras para ser una novela de ciencia ficción. Es, digamos, una novela de aventuras, semidetectivesca, una soap opera, con una estructura social humana incuestionada. Los usos y costumbres humanos son los de hoy en día, así que no hay nada llamativo ni que incite a pensar en ese aspecto.

No obstante, podría interpretarse que existe rebeldía en los personajes por su plan de descubrir el misterio de las muertes, que no se resignan a ser meros títeres manejados por un guion escrito por otros. En cualquier caso, su aspiración no pretende subvertir jerarquía alguna ni cambiar la ideología subyacente: solo pretenden seguir viviendo, que no es poco.


-Tengo entendido que ha pasado varios años en Forshan y que habla usted la lengua de allí -dijo Q'eeng-. Los cuatro dialectos, me refiero. 

-Así es, señor -dijo Dahl. 

-Estudié brevemente en la Academia -dijo Q'eeng, que carraspeó antes de añadir-: Aaachka faaachklalhach ghalall chkalalal. 

-Dahl mantuvo la misma expresión facial. Q'eeng acababa de intentar pronunciar con el tercer dialecto el tradicional saludo del cisma de la derecha "Te ofrezco el pan de la vida", pero tanto la estructura de la frase como el acento lo habían transmutado en "Violemos tartas juntos". Haciendo a un lado el hecho de que sería muy inusual que un miembro del cisma de la derecha hablase de forma voluntaria el tercer dialecto, que era el dialecto natal del fundador del cisma de la izquierda, y por tanto, la tradición dictaba evitarlo, violar mutuamente una tarta no constituía una práctica que se considerase aceptable en Forhan. (Pág. 27)

 

-¿Por qué quieres consultar los informes médicos del teniente Kerensky? -se interesó Hanson. 

-La semana pasada, Kerensky cayó víctima de la plaga respondió Dahl-. Se recuperó lo bastante rápido para encabezar una misión de desembarco, donde perdió la conciencia debido al ataque de una máquina. Se recuperó de nuevo con la rapidez necesaria para ligar con Maia hoy. 

-Para ser justos tenía un aspecto de pena -dijo Duvall. 

-Para ser justos probablemente tendría que haber muerto -dijo Dahl-. La plaga meroviana funde la piel de las personas sobre el huevo. Kerensky estaba a quince minutos de morir cuando se curó, ¿y una semana después ya lidera una misión de desembarco? Si normalmente se tarda eso en superar un resfriado fuerte, una bacteria carnívora... 

-Vamos, que tiene un sistema inmunológico que sería la envidia de cualquiera -dijo Duvall. 

-Dahl la miró con los ojos entornados mientras le tendía el teléfono. 

-En los últimos tres años, Kerensky ha encajado tres disparos, ha sufrido cuatro enfermedades mortales, ha sido aplastado por un montón de rocas, herido en un accidente de lanzadera, sufrido quemaduras cuando el panel de control del puente le explotó en la cara, experimentado una descompresión atmosférica parcial, padecido de inestabilidad mental inducida, encajado las mordeduras de dos animales venenosos y perdido el control de su propio cuerpo a manos de un parásito alienígena. Eso antes de la reciente plaga y nuestra misión de desembarco. 

 -También ha contraído tres enfermedades de transmisión sexual -señaló Duvall mientras repasaba el informe. 

-Disfruta de esa copa -le dijo Finn. 

-Creo que pediré penicilina sin hielo -dijo Duvall, devolviendo el teléfono a Dahl-. Resumiendo, que no tendría que andar por ahí vivito y coleando. (Pág. 66) 


La novela no significa, por tanto, una revolución copernicana en la escritura -Scalzi emplea un lenguaje sencillo, con mucho diálogo consistente en frases cortas: eso que suele adjetivarse como prosa ágil- ni en las bases (lo que quiera que signifique eso) del género, ni mucho menos. Queda, que tampoco está mal, una reflexión existencial posmoderna, digamos, acerca de qué es la realidad y, sobre todo, una novela muy amena y divertida. 

Esto último no es baladí. Si uno, como muchos de Vds., sin duda, se encuentra enfrascado/a en lecturas de todo tipo, algunas de ellas de cierta profundidad y objetivamente complicadas -no me refiero, precisamente, a la literatura histórica revisionista de la dictadura franquista o de la supuesta grandeza del imperio de los Austrias (qué bonitos son los mapas coloreados)-, encontrarse de cuando en cuando con otras más sencillas -al menos, en la superficie-, se agradece. No tanto por escapismo -quién puede escapar de las olas de calor o de las noticias de las guerras en las que siempre pierden los mismos, carne de cañón, o de las cookies que las empresas siembran en el ordenador, o de los ladridos furibundos de los perros del vecino del tercero llamado Francisco, en definitiva, "ser o no ser", etc.- como por el alivio ligeramente anestésico que comporta el mero placer de seguir hasta el final una historia interesante.

No todo tiene que ser voluminoso y denso. O profundo. A veces, es cierto, se consigue todo a la vez: cada escritor/a hace lo que puede.


domingo, 8 de octubre de 2023

Devaneos y una petición

Como el escaparate literario canario está escaso de novedades, y las escasas que han surgido no me han despertado, por el momento, apetito lector alguno, me he dedicado -me estoy dedicando- a tiempo completo a leer cosas con algo de peso y de calidad, con lo que, como consecuencia, me he quitado de encima la mayoría de lo que se publica bajo el rótulo de ficción.

Por ejemplo, en el aeropuerto de La Palma encontré a buen precio, cosas que tiene la vida, Un pequeño empujón, de Cass R. Sunstein y Richard H. Thaler. Nudge se traduce por empujón, en el sentido de inducir a alguien a hacer algo. Un toque, tal vez pueda decirse también. Así que puede que les resulte grato a quienes les interesen la sociología y la psicología social. Fue un libro que disfrutó de sus días de gloria en la prensa patria, con algún sesudo análisis, incluso. Todo hay que decirlo, tras unas 60 páginas me está resultando más que interesante, como casi todo lo que publica Sunstein, quien, por cierto, hablando coloquialmente, le pega a todo. Muy útil me resultó su República.com, por ejemplo.




"Un nudge, tal y como empleamos el término, es cualquier aspecto de la arquitectura de las decisiones que modifica la conducta de las personas de una manera predecible sin prohibir ninguna opción ni cambiar de forma significativa sus incentivos económicos. Para que se pueda considerar un nudge, debe ser barato y fácil de evitar. Los nudges no son órdenes. Colocar la fruta de forma bien visible es un nudge. Prohibir la comida basura no lo es."


Asimismo, obra en mi poder, impulsado por la ferviente recomendación feisbukiana de Fernando Broncano, Esta vida. Por qué la religión y el capitalismo no nos hacen libres, de Martin Hägglund, que parece una monografía dedicada a demostrar los efectos contraproducentes de las religiones en lo que se refiere a conformar sociedades bien ordenadas. Ya les contaré mejor a medida que avance en su lectura. Por ahora, muy bien. Supongo que a los creyentes no les hará tanta gracia.




"Esta vida se dirige tanto al público religioso como al secular. Invito a los religiosos (y a los de tendencia religiosa) a preguntarse si de verdad tienen fe en la eternidad y si esta fe es compatible con el cuidado que alienta sus vidas. Por otro parte, animo a los lectores, tanto religiosos como profanos, a ver por qué no se debe considerar la finitud de nuestra vida como una carencia, una restricción o una condición caída. En vez de lamentar la ausencia de la eternidad, deberíamos reconocer el compromiso con la vida finita como condición para que haya algo en juego y para que alguien pueda vivir una vida libre."

Como no puedo leer sólo dos libros de manera paralela, el otro día compré Los vicios ordinarios, de Judith N. Shklar. Tras 66 páginas leyendo, sobre todo, acerca de la crueldad y cómo la autora alaba y critica a Montaigne y Montesquieu considero bien gastado el dinero. Fue un libro escogido, no diré que al azar, pero sin intención previa, al menos.



"Así, la desacralización de la política fue uno de los principales objetivos de Montesquieu. La igualdad no era necesaria para ello, y él prefería un pluralismo jerárquico, atemperado por tales instituciones igualitarias como el jurado elegido por sorteo. No en vano, los jurados determinan el resultado de aquellas situaciones en las que el ciudadano común afronta la ley penal y su impacto físico. El igualitarismo negativo consiste realmente en un miedo a las consecuencias de la desigualdad, en especial al efecto deslumbrante del poder, que libra a sus poseedores de todas las restricciones. Tal igualitarismo es un corolario obvio de la anteposición del rechazo a la crueldad."


Casi me olvido: he acabado La tragedia griega, de Jacqueline Romilly. Me ha parecido enriquecedora. La lectura de los trágicos griegos cuya obra ha llegado hasta nosotros, Esquilo, Sófocles y Eurípides, gana muchísimo (al menos, esa es mi sensación) tras el análisis entusiasta y pormenorizado de la académica francesa.



"Así como no hay ninguna obra entre las que se conservan de Esquilo en que no podamos encontrar, en el centro y dirigiéndolo todo, el problema de la justicia divina, del mismo modo no hay una sola obra entre las que se conservan de Sófocles en que el problema del orden ético no se presente en toda su intensidad, encarnado en los personajes."


En fin, en esta huida a ninguna parte que es la acumulación de lecturas y de libros, y sumemos los libros que no llegan a comenzarse y los proyectos de lecturas que nunca se cumplirán, espero algún tipo de redención con los que tengo pendientes de recoger, como son La mente reaccionaria, de Corey Robin (no puedo evitar el pensar en tantos columnistas, artistas y literatos entre nosotros, tan semejantes en su pensamiento político al hombre de bar con palillo entre los dientes), Lo posthumano, de Rosi Braidotti (interés suscitado, digámoslo claro, por emular a un amigo que ya está leyéndolo) y Los idus de marzo, de Thornton Wilder. Vayan Vds. a saber por qué escogí este libro porque no recuerdo la referencia tuitera, feisbukiana o amical.

Por otro lado, y adentrándome en espesuras macaronésicas, tengo que reconocer que me encantaría que se organizaran más festivales de literatura en Canarias: hispanoamericanos, por aquello de la redundancia, o, si se quiere, de literatura eslava, o centroeuropea, o rumana (con un apartado especial a las traducciones a esa lengua, esenciales, como se sabe, para la difusión de la literatura canaria), o de la lengua de alguna tribu de las montañas de Borneo. Festivales literarios en Canarias que se sucedieran como cangilones de una noria. Claro está, de la noria cultural.

Todo sea por mantener ocupados a los escritores reinventados en columnistas resentidos

Sí, porque, más allá de sus defectos o virtudes como atractores de personalidades literarias en diverso grado de relevancia y del sufrido público en general, y de captadores de recursos para la organización de este tipo de eventos, nos evitaríamos el resto de la ciudadanía el pinchazo en el hígado al conocer que estos sujetos han vuelto a publicar, por no tener otra actividad a la que dedicarse, algún artículo propio de martillo de wokes y feministas, a predicar contra el exceso de moral que afecta a las sociedades occidentales o a quejarse de la censura progre mientras publican lo que les da la gana.

Propongo, abundando en esto, que les subvencionen cuantas instituciones públicas y privadas, UTE y partnerships existan, que les dediquen una casilla en la declaración de la renta, si es menester. ¿Para qué queremos columnistas de baratillo cuando podemos tener directores de festivales comprometidos? ¿Para qué perder a organizadores más o menos competentes  de saraos culturales y, en cambio, seguir soportando a pesados que escriben? 

Ojalá no fuera un falso dilema.