sábado, 15 de junio de 2019

Siete lecturas para el disenso

Cada cierto tiempo, ya saben, me gusta colgar una entrada en el blog referente a lecturas de no ficción. Ensayos, por decirlo más corto, sobre materias de todo tipo: historia, economía, sociología, antropología y lo que surja. Digo yo que por qué solo hay que saber un poco de algo, cuando podemos aprender más de mucho, se dedique a uno a lo que se dedique. Además, se me ha ocurrido que, metáfora mediante, el blog (y quizá Vds.) se oxigenan. También yo, para qué negarlo.

Además, parece que la temporada de novedades literarias ha ralentizado su ritmo y ha entrado en una fase de remanso, a la espera de nuevos lanzamientos de lectura "necesaria" y "fundamental". Por ahora, lo único que ha agitado un poco las aguas de la literatura canaria ha sido el lanzamiento por una editorial canaria de una antología poética  de literatura escrita por mujeres en la que no figuraba ninguna poeta canaria. Ya le darán Vds. la importancia o la trascendencia que les merezca. En lo que a mí respecta, una rápida mirada al submundo poético, dentro del submundillo literario, me ha hecho estremecer, como poco. En comparación, el submundo de la novelística local me parece un escena bucólico-pastoril con sonido de caramillos de fondo. 

Así pues, y para no demorar más el asunto principal de este post, aquí les presento una lista de mis lecturas que considero más interesantes de los últimos meses y que, tal vez, puedan contribuir a ampliar su horizonte cognoscitivo, como en mi caso.


Democratic reason, de Hélène Landemore.


Si después del ascenso, estancamiento y declive vertiginosos de Podemos, partido que falsificó y maltrató los conceptos de democracia participativa y democracia deliberativa, aun tiene Vd. ánimos para apostar por ellos, este excelente ensayo será un gran punto de apoyo. La autora hace un recorrido histórico sobre la deliberación, desde la Atenas clásica hasta el día de hoy, contrastando sus puntos fuertes con los débiles. Asimismo, subraya su estrecha conexión con la democracia y lleva a cabo una convincente refutación de las críticas que apuestan por un sistema tecnocrático o un gobierno de expertos. Democracia y optimización epistémica no friccionan entre sí, sino más bien se complementan. En estos momentos de reflujo de la izquierda en España, la esperanza no debe perderse, y si es con buenos argumentos, mejor aún.


Prefacio a Platón, de Erick A. Havelock.

Platón no odiaba a los poetas porque escribían en verso, tampoco porque su lirismo le empalaba. No, Havelock nos enseña que Platón, en un tiempo en que la transmisión cultural escrita era todavía débil, sabía que frente al filósofo y al uso de la razón se encontraba el poeta y el mito. En la Atenas de la época, el método de adoctrinamiento cultural estaba basado en la memorización de los relatos épicos como la Ilíada o la Odisea, auténticos manuales de conducta, valores e historia para los ciudadanos de la polis, y el poeta era el transmisor por excelencia de esos valores, sobre todo por su capacidad mnemotécnica. Es por ello por lo que Platón, en su república ideal, expulsaría a los poetas y con ellos el mito y el dogma. Interesante y erudito a la vez, este Prefacio a Platón.


Igualdad, de Richard Wilkinson y Kate Pickett.

Continuación, si no lógica quizá consecuente, de su anterior libro Desigualdad: un análisis de la infelicidad colectiva, Wilkinson y Pickett dan una vuelta de tuerca más apretada para demostrar ya no la correlación sino la relación de causalidad entre desigualdad económica y criminalidad, falta de salud mental, ansiedad, estrés, depresión y enfermedades varias. Es decir, a mayor desigualdad económica en una región o país, mayor de lo siguiente. A la inversa, las sociedades más igualitarias sufren menos estas patologías sociales y personales y son, en general, más felices. La preocupación por el estatus como inevitable lacra de la desigualdad. Al parecer, toda esa ideología neoliberal de la competencia exacerbada y la meritocracia como camino al éxito medido en riqueza no le viene demasiado bien a los seres humanos ni a las sociedades que construyen.


Estética de la crueldad, de Fernando Castro Flórez.


Es posible que no quede títere con cabeza en este libro sobre el arte, el mundo del arte, los artistas, el público de arte y el capitalismo. Es realmente asombrosa la erudición del autor, con una bibliografía realmente interesante y sugerente. Castro Flórez analiza la evolución del arte moderno a partir de Duchamp, con especial hincapié en el pop y su máximo sacerdote, Andy Warhol, hasta el Nuevo Realismo y el neodadaísmo para criticar con furia lo que en su opinión es su deriva: pretenciosidad, exhibicionismo, fetichismo y falsificación. Una reflexión sombría contra un fondo de capitalismo atroz y deshumanizador. Sólo aviso que recorrer las referencias puede dar para varios meses de lectura y quizá un escepticismo saludable respecto de las nuevas luminarias artísticas que periódicamente salen en los medios de información.


Crítica de la razón precaria, de Javier López Alós.

En los últimos años se suceden los ensayos sobre el precariado como clase social (o sector social) y el tipo de economía que fomenta, por necesitarlos estructuralmente, los empleos precarios. En este ensayo, López Alós centra su análisis en ese subsector que es el académico en sus diversos grados de precariedad: becario, ayudante doctor, doctor, etc., sin plaza en la universidad y eternamente haciendo méritos en forma de artículos y ensayos mientras trabaja ya sea de profesor, ya sea de cualquier otra cosa. La mercantilización del trabajo intelectual, la perversión de las revistas donde eventualmente se publican sus artículos y la transformación de la misma universidad, por una visión político economicista, para que se adapta a las supuestas necesidades del mercado y de las empresas.


Crítica de la victima, de Danielle Giglioli.


Estamos en una época en la que desde hace tiempo las víctimas, y sobre todo el papel de las víctimas, ocupan un papel preponderante en la conformación de lo político. Un status en el que no se las puede someter a contradicción ni cuestionarlas. Algo que en España conocemos de primera mano, sobre todo, por la utilización de las víctimas del terrorismo de ETA y la ocupación de la escena informativa por algunos de ellos como conciencia de la nación. Esto es lo que somete a análisis y crítica el autor, que escribe de manera ácida, por no decir virulenta, respecto de la conformación de este escenario victimista y victimizador que, en su opinión, es profundamente reaccionario e inmovilista, y que impide una reflexión profunda sobre las causas que motivaron la existencia de ambos, verdugo y víctima, y de la tragedia en sí: una moralización muchas veces interesada que impide la cauterización de las heridas.


Democracy and Knowledge, de Josiah Ober



Para cerrar el círculo, o el rectángulo, una obra magnífica que estudia el ascenso de Atenas a su posición de liderazgo en la Grecia antigua en un entorno hipercompetitivo y con la amenaza cercana del Imperio Persa. Su éxito durante unas cuantas centurias se debió, según Ober, a la capacidad que tuvo esta polis de recoger el conocimiento de sus ciudadanos, extenderlo entre ellos y utilizarlo para tomar las mejores decisiones. O, al menos, mejores decisiones que las de sus vecinos y rivales. El abandono de los clanes por la división geográfica en demes y tribus, el fomento del conocimiento personal entre ciudadanos y la circulación de saberes entre ellos, la participación en el funcionamiento de las instituciones y la toma de decisiones de ciudadanos corrientes contribuyeron, entre otras razones, a este predominio. Esto era compatible, asimismo, y a diferencia de Esparta, por ejemplo, con un grado amplio de autonomía personal. La lectura de este ensayo, antes o después, de Democratic Reason, con el que se complementa de manera óptima, proporciona lustre y esplendor a los argumentos histórico-democráticos que uno pretenda blandir ante la caterva de impresentables de la extrema derecha que prolifera en los últimos tiempos.


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