lunes, 20 de abril de 2020

Los griegos

CONFIESO que estoy leyendo poco. Leyendo poco que no sea la historia de la Grecia antigua. La ficción, salvo ratos de Antagonía, de Luis Goytisolo, o La vida, instrucciones de uso, de Georges Perec, o de Marte rojo, de  Kim S. Robinson, no la toco. Tampoco es desdeñable, dirán. Puede ser, pero no solo es el tiempo que les dedico, sino la predisposición y la emoción que debe suscitar la lectura las ha acaparado por completo mi helenismo tardío. 

Así, el último año, y con más frenesí en este mes y pico que llevamos de cuarentena anticovid, han pasado delante de mis ojos, Democracy and Knowledge, de Josiah Ober; The Athenian Democracy in the Age of Demosthenes, de Herman Hansen; El nacimiento de la política, de Moses Finley; De ciudadanos a señores feudales Peasant-Citizen and Slave, de Meiksins Wood; y, por último, Early Greece, de Oswyn Murray. Eso no es todo, porque tengo entre mis manos, The Greek World, de Hornblower y estoy por comenzar Essays. Ancient and Modern, de Knox. Y hay más, para tiempos venideros. Todos muy ilustres.

En fin, que estoy todo el día siguiendo las correrías de atenienses y espartanos por el Peloponeso, de Tebas, de Megara, de Persia, de Macedonia, etc. Esta lectura histórica tiene la particularidad de que al lector con curiosidad política le muestra la asombrosa capacidad que tenían los griegos antiguos, en general, y los atenienses, en particular, de crear y cambiar las instituciones políticas de la polis según las necesidades del momento y, también, de las demandas del grupo social hegemónico. Si a esto le añadimos la lectura crítica de Platón y Aristótles, de Tucídides y de Herodoto, se que nos queda una base firme para la opinión política de nuestros días nada desdeñable. Nada que no puedan comprobar en el plan de estudios de Filosofía o de Ciencias Políticas, si sienten la curiosidad. Asombrosos, aquellos griegos. 







Cuento esto no para presumir de lecturas, más bien para que Vds. constaten la falta de otras que considerarán importantes. Estoy llegando al convencimiento de que la trayectoria intelectual de las personas no se mide por los libros que ha leído y otras personas, no, sino, al revés, por los libros que uno no ha leído, y otros, sí. Una historia de ausencias que nos coloca en esferas de influencias perdidas que a medida que envejecemos se tornan irrecuperables y que nos dotan de tanta singularidad como las referencias intelectuales que hemos hecho propias.  

Así, podríamos hacer una lista de libros que no hemos leído, de autores que hemos decidido rechazar de antemano, guiados por heurísticas necias o valiosas, que en unos casos nos habrán ahorrado tiempo y, en otras, vislumbres de lo que podríamos haber sido. Esta suma de bifurcaciones, de dilemas (falsos o no) conlleva un fatalismo existencial que nos lleva a un pensamiento de escasez bastante deprimente. Sobre todo, si estamos dominado por la lógica del consumo. Es decir, si comemos esto, no comemos lo otro. Si vamos a este sitio de vacaciones, no podremos ir al otro; si estudio esta carrera, no estudiaré, probablemente, aquella otra; si tenemos a esta pareja, no podemos vivir con otras potenciales también atractivas, etc. 

Por el contrario, es posible, si estamos satisfechos hasta cierto punto de nuestro bagaje intelectual, no podremos sino felicitarnos no solo de nuestras elecciones, sino de la inabarcabilidad de la creación intelectual humana. Así, volvemos del revés la lógica de la escasez y nos alegramos de la infinitud (para nuestro escaso tiempo vital) de aquella. Siempre habrá algo interesante que leer, siempre, algo sobre lo que reflexionar. Siempre podremos enmendar errores y fallos de juicio. Siempre podremos ponerle límites a la soberbia y a la vanidad a la que estamos tan inclinados, por nuestra necesidad de reconocimiento o por puro vicio.

No olvidemos que todo lo anterior sólo es posible si se disponen de las condiciones materiales de existencia no digo mínimas, sino dignas. Igual que los artistas con conciencia de serlo y el arte como institución independiente y separada solo tienen unos siglos de antigüedad y presuponen  complejidad social, división del trabajo y excedente económico en las sociedades en las que nacen, así también hoy los seres humanos solo pueden elegir vocaciones y rutas intelectuales si no sufren de incertidumbre económica o de mera subsistencia y cuentan con los medios necesarios no solo para desarrollar aquellas, sino para reconocer su existencia. De eso también sabían los griegos.










viernes, 10 de abril de 2020

El gran apagón cultural

Estos días, ha venido circulando por las redes un mensaje o convocatoria para que todos aquellos que tengan algo que ver con la cultura dejaran de verter contenido en la red o que dejaran de aparecer en ella. Supongo que se refería al contenido gratuito que durante esta época de cuarentena supuestamente es, como les gusta decir a los representantes de la industria cultural, "consumida", por el resto de la plebe, tan aburrida y alelada en casa que no sabe qué hacer con su vida. 

En fin, el caso es que, al parecer, más de 40 asociaciones culturales acusan al Ministro del ramo de no querer diseñar un plan específico de ayuda al sector de la cultura. Sector que, en un abarcamiento contraintuitivo, no se refiere únicamente a los artistas como tales, sino a todos aquellos que trabajen en la organización y producción de los actos, instalaciones, montajes, etc., relacionados, como tramoyistas, decoradores, guionistas, maquilladores, ingenieras de sonido, instaladores, y, por qué no, contables, administradores, vendedores y relaciones públicas de las empresas culturales, etc., etc. Así, según algunas estimaciones, el sector comprendería a más de 600.000 personas en España. 

Parece normal que cualquier colectivo que se sienta injustamente tratado, proteste por su situación, y desde aquí, uno no puede por menos que apoyar cualquier iniciativa razonable que evite o mitigue el sufrimiento de los seres humanos, en especial en circunstancias que, como la presente, aumentan su fragilidad existencial. Esto incluye a los trabajadores del sector cultural como de cualquier otro. Si hay que tener especial atención a los trabajadores culturales por su "labor intermitente", será por esa especial característica, la intermitencia, que parece que no tiene fácil acomodo en la legislación vigente, según este artículo, no por ser labor "cultural". Una sociedad bien ordenada no debe dejar fuera de su solidaridad y mutualidad a nadie. 

Lo que parece más dudoso es que se aduzcan razones esencialistas de tipo "sin la cultura no se puede vivir" o una cita que se ha puesta de modo en las redes sociales, que dice algo así como: "La vida sin cultura carece de sentido y es muy poco humana", atizando al ministro Uribes, que había declarado: "Primero la vida y luego el cine". Yo me uno a aquellos afirman: "Primero comer y, después, filosofar". Que se lo digan, sobre todo desde hace un mes, a los supermercados.

Pero no, la industria cultural en peso, que si algo tiene es acceso a los medios de comunicación, y es especialista en montar saraos, festivales, conciertazos, óperas, y también libros y películas y demás divertimentos a costa del erario en una sociedad tremendamente desigual como la nuestra, considera que para la defensa de su sector es preciso aludir al carácter trascendente y redentor de la Cultura. Preciso que su definición de Cultura es estrecha, no antropológica (que consideraría producto cultural a cualquier objeto, ritual o institución creada por una cultura determinada, desde los microondas hasta el Satisfyer, pasando por la Universidad o la división de poderes). Es decir, para la industria, Cultura es lo que esas y otras asociaciones organizan y producen, que suele tener un fin recreativo-artístico-espectacular y es, por sistema, subvencionado por los poderes públicos en todos los niveles de la Administración: desde la verbena de barrio y los fuegos artificiales fundacionales, hasta la cúpula de la ONU, de Miquel Barceló. La Cultura, claro, no como emanada de las personas ni de la sociedad en su conjunto, sino como producto de consumo, como mercadería, lo que resulta una contradicción según sus propios términos. La Cultura como asunto de especialistas, de profesionales. La confusión resultante se encarna en la convicción que acaban adquiriendo muchas ciudadanos/as de que es el Estado el que debe satisfacer sus gustos de ocio y fiesta, por ser -consideran- un "derecho".

Como suelen ser los malos patriotas, que aman a su patria, pero odian a sus compatriotas, o los malos progresistas, que aman tanto a la humanidad que no tienen tiempo para ser buenas personas, las asociaciones culturales dicen defender la Cultura y se erigen en sus paladines, pero resulta más controvertido confirmar que defienden a los trabajadores culturales sin caché. Sí, a esos músicos, cantantes y personal recreativo de todo tipo que trabajan en hoteles, bares, complejos de bungalows, resorts, cruceros, etc. cuyas condiciones no suelen ser idílicas y cuya precariedad se ha puesto de relieve de forma dramática con la pandemia. Además, obvio es decirlo, no es el sector de la cultura el único que sufre las consecuencias de la actual crisis económica y humanitaria, por no hablar de las mujeres y hombres que trabajan en la economía sumergida. Solo en Canarias, han perdido su empleo temporal o definitivamente alrededor de 200.000 personas.

Si de verdad estuviéramos al borde de un cambio político-económico-sistémico de envergadura histórica; si, perdonen que sea ingenuo, tuviéramos la oportunidad de reformar nuestro país a fondo para que ni un día más tanta gente sufriera de pobreza y de marginación, que las futuras generaciones tuvieran una Educación pública para que, independientemente de la riqueza de la familia de la que procedan, eligieran con libertad qué querrían ser y cómo serlo, que cada uno de nosotros pudiera ser atendido en igualdad de condiciones, sin atender a su capacidad de pago, por una Sanidad pública en condiciones, que se atendiera a las necesidades de las personas, en especial a las más desfavorecidas por la lotería social o la genética... Si, como digo, estuviéramos a punto de realizar este cambio civilizatorio, estas demandas sectoriales se podrían dejar de lado sin más, como una muestra más del egoísmo al que tan propensos somos cuando carecemos de un mínimo desarrollo moral y que tan bien promueve el sistema económico capitalista, por ser un rasgo consustancial a este. 

Sin embargo, a fuer de ser realistas, como lo más probable es que sigamos viviendo de forma parecida, pero con más deuda estatal y privada, el sector cultural/industria cultural solo consigue volverse un poco más odioso. Tarea en la que lleva empeñándose desde hace mucho tiempo, SGAE de por medio, por cierto. Porque cuando uno los oye hablar o lee sus demandas, siempre aparece el supuesto "derecho a la cultura" del ciudadano, pero no por la vía de una educación pública de calidad, sino como consumidor de una cultura de la que ellos son los encargados y administradores. Y para no incurrir en el riesgo empresarial propio de cualquier tipo de ofrecimiento al público, que puede ser reticente, asedian a las administraciones para que abarate el producto. Estas, que tienden a amortiguar las tensiones propias de cualquier sociedad desigual como la nuestra a base de espectáculos que pretenden ser cohesionadores, se prestan al truco, en general, con liberalidad. La cultura, así entendida, es tanto negocio sin riesgo como propaganda política y anestesiadora del conflicto social. No insistiré hoy en la habilidad que tienen nuestras clases altas para que todos los demás paguemos sus gustos culturales caros.

En definitiva, el apagón cultural no solo ha demostrado ser irrelevante e impertinente. También, que los voceros de la industria carecen de nuevos argumentos con los que intentar justificar un trato preferente ya sea en esta crisis, ya en tiempos de bonanza.






P.D. A este respecto, https://www3.gobiernodecanarias.org/noticias/cultura-del-gobierno-de-canarias-inyecta-26-millones-de-euros-al-sector-como-respuesta-inmediata-ante-la-crisis/?fbclid=IwAR2dgJYVcDtyEgYZHegb5rOpFNWEDh0T-ty8SqQ2YGWor5nkSNpE8sgk5UQ