viernes, 11 de enero de 2019

'La espiral del silencio', de Mayte Martín

Resulta francamente vergonzoso ver cómo personas a las que uno tuvo la desgracia de conocer, obligado por tener que mantener algún tipo de trato profesional, laboral o social, y que se comportaron como verdaderas hijas de puta (no en sentido literal, sino en el común: malvadas, malas) van por ahí, sobre todo en las redes sociales y, las que pueden, en los medios de comunicación, dando consejos de vida y exhibiendo un talante progresista. Pasmoso, de rechinar los dientes. Mucha de la mala fama de lo progre proviene de esos ejercicios de hipocresía. En el espacio público es común que se defienda lo propio haciéndolo pasar por algo de interés común, y no menos hacerse pasar por abanderado de la justicia en general cuando se es injusto en particular.

En otro orden de cosas, la producción literaria no para, no para, y sus puestas de largo, también llamadas presentaciones, en librerías, casas-museo, caserones, casinos, bodegones y páramos desolados se anuncian como eventos culturales. Al fin y al cabo, se publicita como relevante lo que no es más que incitación a la compra. Uno tiene que ver de todo en esta vida para morir con impresión de hartazgo y apariencia de completitud. Además, de algo tiene que vivir un montón de gente dedicada a eso que llamamos cultura, que, la mayor parte del tiempo, no es más que, parafraseando a Alain Brossat, imposiciones de consenso, ideología de cohesión y ocultación del conflicto social. 

En fin, que me pierdo. Tiene el controvertido honor de ser causa de la primera reseña del año de este blog minoritario la siguiente novela:






Así es, La espiral del silencio: título homónimo de una obra de la politóloga Elisabeth Noelle-Neumann y que versa, grosso modo, sobre el peso aplastante de la opinión mayoritaria en la sociedad sobre las disidentes, que suelen quedar acalladas. Es, como pueden apreciar, un concepto de uso común entre los sociólogos, teóricos de la comunicación y también para algunos periodistas, entre los que se incluye la autora (free-lance). El periodismo de investigación y sus riesgos constituyen el leitmotiv de la obra. Así, según se señala en la contraportada: "Es una novela que reivindica la libertad de expresión, y hace un guiño a la falta de protección de los profesionales de la comunicación en zonas de conflictos". Loable intención, sin duda.

No obstante, no bastan las buenas intenciones para escribir una novela aceptable. Si fuera así, todo sería más sencillo, porque miren que hay asuntos lamentables sobre los que escribir de nuestra desgraciada condición humana y del mundo en general. La espiral del silencio denuncia mucho, una y otra vez, pero como creación literaria resulta muy deficiente en todos los aspectos que uno pueda imaginarse. Me atrevería a decir, a tenor de lo leído, que incluso en aquellos ni siquiera sospechados.

En la novela se narra la investigación del asesinato de una periodista, Frida, presuntamente por un grupo de sicarios de ramificaciones internacionales, especializados en matar periodistas críticos con el poder: gobiernos, mafias, etc. Sobre esta base, la autora pretende lanzar un alegato a favor de la libertad de expresión, de prensa y de la democracia.

La novela está contada desde dos puntos de vista. El primero, el predominante, es el habitual de un narrador en tercera persona, enfocado en la personaje principal, Sandra que es criminóloga. Esta, acompañada de un amigo fotoperiodista, Nico, intentarán resolver las causas del asesinato y si es posible denunciar a sus perpetradores. El segundo punto de vista consiste en periódicos monólogos interiores de Sandra (en cursiva). En ambos casos, el estilo de Mayte Martín es deplorable: es posible que haya recorrido todos los senderos posibles que llevan al lugar común, a la frase hecha y al personaje manido, vistos y leídos un millón de veces.

Aparte de eso, no hay voluntad de estilo. No se percibe el menor esfuerzo por construir párrafos o frases con intención artística, por modesta que se pretenda esta. No hay condensación del pensamiento, aquilatamiento de la idea, pulimentado de la intuición. No hay literatura, no hay arte por ningún lado. Nada que la haga una novela que merezca la pérdida de tiempo en leerla, por insulsa que sea nuestra vida. No sé que es peor: los intentos de la autora por dotar de vida interior a la protagonista, las escenas de pretendido erotismo o los párrafos que denuncian la situación de los periodistas por el mundo. 

Normalmente, selecciono fragmentos que ejemplifiquen lo que afirmo, mis impresiones de lectura. En La espiral del silencio cualquier párrafo vale, todos son igual de insustanciales. Voy con algunos:


Sandra pensó que de haber sido periodista le hubiera encantado hacer todos esos reportajes... sintió cierta envidia al recordar la cantidad de veces que la acompañó a recoger premios... su amiga iba siempre guapísima con su pelo rizado rubio, sus escotes, sus zapatos de tacones para ocasiones especiales. Frida era una chica muy atractiva, quizá algo menuda, pero no le restaba interés... era muy coqueta, le gustaba llamar la atención, en verano con tops enseñando el ombligo y zapatillas planas con los dedos al aire, eso sí con pantalones, rara vez usaba trajes o faldas, pero no necesitaba enseñar las piernas porque se imaginaban bajo los pantalones de telas vaporosas. 
El día de su muerte llevaba unos vaqueros, una camisa blanca, botas de tacón y un minúsculo chaleco del mismo color... siempre con aquellos interminables escotes que dejaban ver en muchas ocasiones su ropa interior cara, de encajes y colores. Tenía poco pecho y solía usar sujetadores con relleno. Le gustaba mucho la ropa interior, le daba más importancia que lo que llevara encima, y no reparaba en gastos cuando se trataba de adquirir su lencería. Incluso en invierno se las apañaba para llevar escote. Le gustaban las mujeres guapas, era exigente con ello, además femeninas, como su mujer. Mercy es más alta y de mayor envergadura, pero sin duda también una mujer muy atractiva. De cabello castaño lacio, jamás por debajo de los hombros y siempre arreglada de peluquería, con una manicura y pedicura siempre impecables y una forma de vestir algo más recatada, más de trajes chaquetas, faldas rectas y blusas bien abrochadas, carecía del desparpajo insinuante de Frida, pero era muy guapa, se daba un aire a Olivia Wilde, algo que ella explotaba y por lo que se ganó el apodo de Trece. Dos mujeres muy guapas, sin duda y hacían buena pareja, se entendían a la perfección. (Págs. 21-23)
 Le sorprendió la actitud de Nico, y comprendió entonces que sí él como periodista estaba dispuesto a pasar por un cambio radical, es que su olfato iba más allá de la amistad con Frida, que era intensa, pero su interés por la verdad era lo más grande que poseía, lo que le hacía un ser especial, adorable. 
Nico afeitado, con corte de pelo y nuevo vestuario no parecía él... pero ella con pelo largo rubio, maquillada y minifalda... se miraban en el espejo y parecían realmente otras personas. Ella estaba acostumbrada a los cambios de imagen, los criminólogos y detectives muchas veces hacen cursos de maquillaje e imagen para poder pasar desapercibidos, pero nunca se le ocurrió ponerse melena larga y rubia nórdica... Pensó si los policías del aeropuerto los reconocerían, y rio en silencio. (Pág. 37)
Frida era una estrella, de esas personas que nacen con tanta luz, popular, habladora, risueña... siempre trataba de echar una mano a quienes no tenían su misma suerte. Divertida, despreocupada, aquella forma de ver la vida como una inmensa obra de arte. Decía que todos éramos parte de un cuadro, de una obra de teatro, personajes de novela, que todos éramos piezas de ajedrez, fichas de parchís, blancas de dominó, ases en la manga y comodines para el mundo. Me exasperaba a veces con su cierta dosis de cinismo e incluso nihilismo, a veces era la persona más creyente del mundo y acto seguido blasfemaba. Era feminista a muerte, pero a veces ofendía a algunas mujeres. Me decía que todos teníamos contradicciones, que somos aristas de un poliedro y no podemos tener opiniones irrefutables e inflexibles. Frida era mi amiga, esa es la palabra que la define, amigo, todo y nada... ausencia y a la vez tengo tanto de ella. Debo seguir mi instinto, sé que tengo que buscar más allá de la noticia que busca Nico, tengo que leer entre líneas, tengo que trazar un nexo común entre todos estos datos, debo encontrar mi propia línea de investigación. Voy a sacar la brújula interior, tiraré los dados marcados que ella dejó, solo debo encontrar las muescas. (Págs. 114-115).

Es así la novela hasta donde pude leer, como si a la autora le hubiera acometido un ataque de escritorrea y, con el entusiasmo de esos momentos, la hubiese excretado de un tirón. También es digno de reseñar su apego por los puntos suspensivos, que se vuelven de lo más irritante, por arbitrarios. "En busca del estilo sincopado" o algo así podríamos titular.

Un par de ejemplos:


Sandra no pudo continuar leyendo... buscó desesperada una botella de vino donde de sobra sabía que había... en el camino encontró una de tequila y eso le sirvió para que después de un par de tragos a pelo, sin comer, después del viaje y el cansancio acumulado por el insomnio le diera por llorar... llorar a moco tendido, llorar hasta desfigurar sus ojos hinchados, su nariz colorada... y encontró un hombro en el que llorar... unos brazos que la llevaron hasta el baño más cercano para vomitar, la bilis, la hiel... el dolor... 
Nico la metió en la ducha... la refrescó, la llevó hasta una habitación donde la metió en cama y dejó que durmiera. Buscó por la casa aspirinas, paracetamol, ibupofreno (sic)... algo que pudiera calmar la jaqueca que sabía iba a desencadenarse ... buscó comida, algo que preparar en una casa fantasma... una casa que tenía esculturas y cuadros hasta en los cuartos de baño, la cocina... parecía los bajos de un museo y un museo que él no conocía. (Págs 40-41)
El periodista mexicano y sus compañeros intentaban hacer un análisis profundo de la realidad del narcotráfico y el tráfico de armas, lo que les convertía en héroes nacionales... tenían un control exhaustivo de la situación... no solo de su país, sino que habían creado una organización internacional una red casi tan preparada como la de las mafias, en la que sus armas eran la información. Contactos con Colombia, Perú, Argentina, Paraguay... (Pág. 65).

Los diálogos, por seguir desmenuzando, son, en la línea que estamos apuntando, romos, toscos y, lo peor, previsibles. La novela comienza con uno entre Sandra y Mauri, un policía:


-Mauri déjame que te ayude con este caso, sabes lo importante que es para mí... 
-Precisamente por eso no puedo dejarte, estás demasiado implicada personalmente, sí que no me toques las pelotas y desaparece de mi vista, bastante tengo ya con aguantar a los jefazos. 
-Sé que es mucha presión, los medios, el colectivo de lesbianas, las feministas, la familia, y nosotras las amigas, pero por eso me necesitas más que nunca. Mi relación personal con ella puede ser positiva. Ha pasado una semana y ya estoy mejor, ahora puedo empezar a recomponer todo y ayudarte a buscar a quien la mató. 
-Sandra lárgate ya, te he dejado pasar por ser tú pero, estoy hasta los cojones de que venga todo el mundo a presionarme con esta historia. ¿Sabes la de llamadas telefónicas de locos y locas que recibimos al día que reivindican el asesinato o que llaman para decir que lo merecía, o que te preguntan si es verdad que ha muerto o forma parte de un programa televisivo? La gente está loca, Sandra, y tenemos que lidiar con eso cada día, lo que me faltaba encima aguantar a una detective privado... así que desaparece de mi vista, no has venido en buen momento.

Y solo otro más, para no abusar:


-¿Qué haces aquí Nico? 
-Tenemos que hablar 
-Con esa cara tan seria que me has puesto ¿no me dirás ahora que estás embarazado? 
-Esto es serio, San, muy serio... Vamos dentro y te lo explico. Sandra no sabía qué pensar ni cómo reaccionar a lo que Nico había dicho... le metía prisa para que recogiera las cosas más básicas que necesitara, que cogiera ropa y enseres necesarios, que no podía usar el móvil, ni el portátil... tenía que dejar atrás sus cosas, incluido su perro. 
-No sabemos cuánto nos va a llevar esto -decía Nico- pero, está claro que te va a costar, yo estoy acostumbrado a desaparecer. 
-Pero es que no entiendo nada, Nico, ¿que estemos en peligro, el que alguien quiera asesinarnos? 
-Te lo he explicado Sandra, ¿no me escuchás?, sé que estás en shock pero esto es lo que hay... Frida lo sabía... ella ha repartido pruebas entre tus archivos y los míos y ellos no tardarán en descubrirlo. 
-Ellos, ellos, ¿pero quiénes son ellos? 
-¿Y esa pistola? 
Si estamos en peligro como dices no les vamos a dar facilidades... esta es mi pistola... tengo un par de aerosoles de gas... 
-¿Pero estás loca? ¿Un arma? 
-Te recuerdo que tengo permiso de arma y que estoy capacitada para cualquier defensa personal... -casi aulló desesperada-. Ya tengo todo lo necesario, incluido mi maletín de espionaje. 
-No pienses que esto es una novela negra, esto es la pura realidad, nos enfrentamos a lo desconocido, pero quien sea o quienes sean, ya han matado a Frida y no van a dudar en hacerlo con nosotros que somos menos populares que ella. (Págs. 28-29)

Ya ni siquiera voy a nombrar los solecismos, para qué, o la falta de claridad o de criterio con el uso de las comas. Y el enorme aburrimiento que provoca su lectura. Todo es de un nivel ínfimo, tanto que hace grandes (exagero) a algunas novelas noir que he denostado en otras reseñas. Me di por vencido en la página 121. En definitiva, una novela terrible. 






P.D. Una reseña opuesta a la mía y publicada en Dragaria la pueden encontrar aquí, de Marcos Rivero Mentado. Otra, de la Premio Canarias de Literatura, poeta y novelista (esto último, en sus peores días), Cecilia  Domínguez Luis, también en Dragaria, aquí. Y aquí, del famoso opinador y novelista de historias que se ensamblan Emilio González Déniz. Las tres se parecen en lo que cuentan y sobre todo en lo que omiten.






























10 comentarios:

  1. Tela marinera... porque apuntaba maneras, pero está claro que la frase "ataque de escritorrea", es de lo más acertada aunque, cuando la he leído, no he podido evitar una carcajada.

    Un beso.

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    Respuestas
    1. Me gustan los neologismos, son una parte lúdica que considero importante en las reseñas. Y más en novelas que exasperan como esta. Como ya he escrito otras veces, animo a que la lean y luego me den su opinión.

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  9. Me gustaría saber algo de Mayte Martín.

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