sábado, 23 de abril de 2022

'El tercer brazo', de Larry Niven y Jerry Pournelle

Tras esta semana de pío reposo, tanto físico como espiritual, vuelvo a la carga literaria recordándoles que pronto comienza la discutida Feria del Libro de Las Palmas de Gran Canaria, esta vez en honor a un autor oscuro y apenas conocido, llamado, si no me equivoco, José de Sousa Saramago, gran parte de cuyo oscuro legado va a pasar de Lanzarote a Madrid, donde a buen seguro estará mejor guardado que en la lejana isla de Lanzarote.

De esta feria, sobre todo, siento curiosidad por ver si volverán a establecerse los puestos de quincallería, artesanía y pirámides de energía, tan caros a nuestras costumbres. Daré cuenta de estas y más cosas tanto en el blog como en el Polillas de Radio Guiniguada, a poder ser con el ingenio y agudeza que me caracteriza, y que constituye la piedra de toque para poder medir los suyos, queridos/as lectores/as.

Por otro lado, en el mundillo literario local se ha puesto de moda, por hablar así de frívolo, el asunto ese de la cancelación, que en el resto del mundo eclosionó hace meses. Es lo que tiene ser periféricos, que nos tragamos las mierdas de Javier Marías o Pérez Reverte y las reivindicaciones retro de Alberto Olmos y las sintetizamos como nuestras mucho tiempo después. Qué quieren que les diga, cuando oigo las vargallosadas de turno, me acuerdo de la frase de Nick Hornby, que ya les comenté en alguna ocasión. Traduzco a la vista (sobre la expresión "políticamente incorrecto"): «Uno se la encuentra aquí (en Gran Bretaña) todo el rato, y normalmente eso significa, sobre todo, que un libro, una película o un programa de TV es racista, sexista o homófobo; existe una clase de opinadores culturales que misteriosamente asocian estos prejuicios con una época dorada en la que se permitían muchas cosas que ahora están vedadas (lo cierto es que nadie les prohíbe hacer nada; lo que les molesta es que se les reconozca como los cerdos antisociales que son)». Nick Hornby, en Ten years in the tub.

En relación con esos autores supuestamente cancelados, es curioso que muchos de los que ondean con mucho aspaviento esa bandera, agraviados por una repentina falta de libertad de la turba vocinglera, son precisamente aquellos que disfrutan de tribunas privilegiadas frente a la opinión pública para vocear a los cuatro vientos todas sus jeremiadas sobre la continua decadencia de los valores, la masa ignara, etc.

Resulta curioso que algunos hablen de "pérdida de los valores", pero al mismo tiempo fantasean con un arte y una literatura libres de valores, al menos, morales. Tengo la impresión de que esta reivindicación se anula a sí misma, aparte de que esa idea del arte como espacio autónomo es una concepción burguesa ya caducada. Además, casi cualquier reivindicación de cariz igualitario, en sus diferentes grados de acierto, se percibe desde estos sectores como "ideológica" o sesgada, como si se viviera en una especie de zona cero de valores, en un espacio neutro a-moral. Es evidente que no es así. Hasta los ahora cuestionados cuentos infantiles de Perrault o Grimm eclosionaron en una determinada época, y vehiculan visiones del mundo decimonónicas de sociedades fuertemente jerarquizadas y valores que hoy en día en cualquier país democrático se revelan caducos y discriminatorios.

En una sociedad libre (al menos, la mayor parte del tiempo), resulta difícil imaginar que alguien pensase seriamente en prohibir la publicación de estos cuentos supuestamente infantiles, pero también en una sociedad libre unos/as ciudadanos/as preocupados por la transmisión de valores sexistas, discriminatorios y jerárquicos podrían mostrar su oposición a que el colegio de sus hijos promoviese la lectura de aquellos. No hay sociedad sin valores, pero seguramente debemos elegir democráticamente los que queremos promover y aquellos que no compartamos pero respetemos, o incluso los que meramente toleremos. Y seguro que hay muchos que queríamos erradicar.




Cambiando de asunto, la novela que traemos aquí hoy a colación es El tercer brazo, escrita por Larry Niven y Jerry Pournelle (traducción al español de Elías Sarhan). Vds. los recordarán bien por la reseña a La paja en el ojo de Dios en este blog, obra cuyo título resultará un tanto confuso a según qué mentes hispanohablantes. 

Pues bien, El tercer brazo es la continuación de La Paja, pero lo curioso del caso es que fue escrita por los mismos autores 19 años después. Dando por hecho que los/as lectores/as habrán leído la primera novela, Niven y Pournelle ya no se centran en la descripción de la sociedad alienígena (alienígena para el Imperio Humano, claro) sino en la posibilidad de evitar que la inevitable expansión de aquella, sobre todo porque los pajeños se hallan dividido en una miríada de federaciones, alianzas y clanes que hacen casi imposible la posibilidad de encontrar un interlocutor único. Como apunte antropológico, la idea de la demografía aparece como problema, en relación con la formación de sociedad no igualitarias y la conformación del Estado en la obra de Pierre Clastres La sociedad contra el Estado. 

Este reencuentro de los humanos y los lectores con los pajeños se hace más ameno que en la primera ocasión: me parece notar una prosa más ágil, menos complicada en lo que se refiere a los aspectos científicos y técnicos de equipos, naves, fenómenos cosmológicos, etc. También corre pareja una aventura más de tipo convencional con persecuciones espaciales, batallas y una división más maniquea de los bandos en conflicto. Los personajes más carismáticos son, sin duda, los masculinos, en especial Renner y Bury, viejos conocidos. 

Lo que vuelven a evidenciar los autores es su visión del futuro, si no del presente; aquella en la que la evolución política humana se sustancia en un Imperio, con su emperador al frente, y una aristocracia que gobierna. No hay cuestionamiento de dichas jerarquías, las rebeliones son por escasez de alimentos, y rara vez las mujeres llegan a posiciones de mando realmente decisivas. Los personajes femeninos, además, van perdiendo brillo a medida que se desarrolla la novela. Implícita está la subordinación general de la mujer al hombre, por no hablar de cierta mención a la prostitución en un planeta, cuya normalización (la del comercio sexual), hoy en día al menos, resulta más que cuestionable, y a mi parecer, con razón.


Podía ver mesas vacías. La observó pasar delante de él conduciendo a otra pareja. ¿Rango social superior? Aunque no caminaban de esa manera. Trataban de mantener el nivel y aun mirar las caras sin que les descubrieran. Buscadores de famosos. 

-¿Kevin? 

-¡Capitán! 

Cziller le estrujó la mano. Parecía viejo, la cara ablandándosele, pero su mano todavía era una prensa. La voz se le había puesto ronca. 

-Llámeme Bruno. Nunca le había visto con ropas de civil. ¡Vaya, sí que le gustan los colores! 

-¿Es..? 

-No, tiene un aspecto estupendo. Eh, estudié su informe sobre Paja Uno, ese con el título gracioso. ¿Pensó alguna vez que jugaría a los turistas con otra especie? 

-Jamás. Todo se lo debo a usted. 

La maître escultural los llevó junto a una mesa con un ventanal que iba desde el suelo hasta el techo, y que ofrecía una vista espectacular del puerto. Renner esperó a que se fuera, luego comentó: 

-Dio algunas mesas antes de dejarnos disponer de esta. Me preguntaba por qué. 

-El rango. 

-Bueno, eso es lo que creí, pero... 

-Le está bien merecido, por recibir el título de caballero. Debía disfrutar de una ventana. No estaría bien sentarle con los plebeyos. Esparta es muy respetuosa con los rangos sociales, Kevin. (Pág. 117)


Kevin miró alrededor de la sala. Un sitio típico y aristocrático de almuerzos. Mujeres caras y hombres muy ocupados. En realidad, no se fijó en ellos. Apartó la vista de la mesa para que no diera la impresión de que miraba a la chica con la que estaba, y la verdad era que deseaba mucho observarla. Era de lejos la mujer más atractiva de la sala. Probablemente la más cara, pensó Kevin. Sus ropas eran bastante sencillas, un vestido de tarde de lana oscura que encajaba a la perfección, recalcando su femineidad sin ser sexy de manera manifiesta. La falda llegaba a la rodilla, algo conservadora para la moda actual, aunque tendía a resaltar las pantorrillas y los tobillos. Las joyas que llevaba eran sencillas también, pero incluían un par de pendientes a juego de piedras refractarias de Xanadú que valían lo suficiente como para comprar una casa en el planeta natal de Renner. (Pág. 133).

 

-Ah, ah -dijo Rawlins-. Y, por supuesto, Bury sabía esto. 

-Por supuesto. Hay otra cosa. Los Amos pajeños en realidad no forman sociedades como lo hacemos nosotros. Las clases subordinadas por lo general obedecen a los Amos, pero estos no poseen ningún instinto para obedecerse entre sí, y sea lo que fuere que tengamos los humanos que nos hace formar una sociedad, se encuentra casi ausente en los Amos. Los Amos pajeños cooperarán, y uno establecerá una posición subordinada hacia otro, pero hasta donde yo soy capaz de comprender, las únicas fidelidades son a la línea genética. No existe lealtad a ninguna abstracción como Imperio, o ciudad. Se parece más a una civilización árabe que a un Imperio, lo cual quizás explica la popularidad de los Mediadores Bury. Es muy factible que el señor Bury comprenda mejor las cosas aquí que cualquiera de nosotros. (Pág. 260).


En el orden político, lo que priman son los valores castrenses, que se asocian a eficiencia y efectividad, aderezados y confirmados con el conformismo social que es el trasunto de la estabilidad, al menos como aquí se entiende. En este sentido, también, la unidad conseguida a base de ímprobos esfuerzos, del Imperio se contrapone a la anarquía y bandidaje que caracterizan a los nuevos pajeños con los que se encuentran.

En todo caso, esta novela tiene un ritmo más ágil, más cinematografiable, si puede usarse este neologismo, por si eso le importara a alguien. Posee rasgos de humor en algunas conversaciones, de lo que carecía La Paja en el Ojo de Dios, y se agradece. En cuanto a la trama, no resulta muy complicada, pero sí los avatares de las persecuciones y batallas de cuya lógica y coherencia yo, al menos, no me he preocupado demasiado.

Haciendo un balance global, es decir, comprendiendo las dos novelas, yo diría que literariamente no aportan nada significativo. No obstante, dentro del género de la ciencia ficción, aporta otro relato de contacto entre especies que, aunque carece de las sutilezas respecto de la posibilidad de comunicación entre ellas, sí aporta elementos interesantes, aunque no precisamente novedosos, como la jerarquización de la sociedad alienígena y las funciones de cada estamento/especie en relación con las demás y sus capacidades, y el problema de la demografía y la expansión desbocada. Por tanto, de interés solo para los que disfrutan, sobre todo, de las aventuras que proporciona la ciencia ficción.


POLILLAS AL ANOCHECER-RADIO GUINIGUADA

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