viernes, 9 de diciembre de 2016

'Entrelazamientos', de Luis Junco

Andaba yo revoloteando por las estanterías cual polilla hambrienta, dudando si posarme en Malaquita o en Las inquietudes del Hall, obras del canon oficial canario (ya llegará su momento), cuando me llegó el aviso de que ya podía ir a recoger a la librería algo más actual: Entrelazamientos, de Luis Junco. 

Esta novela venía recomendada, todo hay que decirlo, por un conocido pintor y ajedrecista. ¿Sueñan los pintores con cabras impresionistas? Si lo citara por su nombre y apellidos, ¿incurriría en un apoyo tácito o en una infracción del copyright? Lo cierto es que él me lo recomendó y yo, de natural obediente, lo encargué. 

He de decir, que en esta temprana fase de acopio de información literario-canaria, no tenía ni la menor idea de quién era el tal Junco. Tampoco creo que en este tipo de blogs, tan subjetivos, tan personales, tan de expresar el propio gusto, se tenga que hacer una semblanza biográfica del autor, de su carrera literaria, de su inserción en tal o cual movimiento o generación, etc., etc. Para qué. A mí me aburre, y creo que a la mayoría de Vds., también.

En este blog, al menos, el autor habla con su libro, no con los laureles académicos ni con los reseñas ad hoc de sus amigos o cómplices. Y yo digo lo que me parece (véase Breve declaración de intenciones o insúltenme en mi correo).





A mí, para meternos en situación, esta novela me parece seria: que experimenta, sin ser experimentalista a costa del lector, que combina una forma clásica de escribir con una propuesta arriesgada en la construcción (léase todas las cursivas de este párrafo con tono positivo). Digo, entonces, seria, porque no es una chorrada como El tren delantero. Aquí, sus historias se engarzan como piezas necesarias en el relato mayor, y no como relatos que tenía en el cajón y qué apuro que no sabía qué hacer con ellas, y que me están dando prisa para acabar la novela, etc.

Por eso digo lo de escritor serio, lo de novela seria: se respeta al lector/a. El autor no le hace rehén de sus incapacidades, ni víctima de su ego.

PROS: Luis Junco es un excelente relatador, capaz de hacer hablar a voces distintas de la suya de un modo verosímil. Es un narrador contundente. CONTRA: además de algún error tipográfico y de fechas (lo que se podría haber evitado con un corrector), Junco es, a veces, un banal comentarista del presente, sobre todo en la primera parte de la novela. Quizá podríamos reformular las afirmaciones anteriores de otro modo: es excelente narrando historias en las que no participa y menos cuando sí lo hace (o cuando su yo -real o imaginario- forma parte de la trama). Es llamativa la diferencia que suscita la fuerza de la que hace gala al narrar el pasado real o imaginario de las múltiples tramas de su novela (sin ir más lejos, por ejemplo, las aventuras del escribiente tullido enrolado en un barco pirata):


¡Escribe, muchacho, escribe sobre estos hombres del mar, y que las palabras resplandezcan en las tinieblas de la muerte y el olvido!, me decía el señor Roberts, y casi siempre que así me incitaba acudía a uno de sus libros de poemas, y leía con gran emoción:
La muerte en sí no es nada; pero tememos que sea no sabemos qué, no sabemos dónde.
Y yo escribía sobre aquellos hombres.

con la indiferencia que provoca el relato de un presente (de sí mismo) que sólo sirve de engarce (por ejemplo, sus triviales peripecias en el buffet de un hotel). 


Con las imágenes del infante don Luis bulléndome en la cabeza, sobre las ocho de la tarde nos fuimos a cenar al comedor. Tuvimos suerte, pues, a pesar de que estaba bastante lleno de comensales, conseguimos una mesa para dos junto a la cristalera que daba al mar ya oscurecido y a la línea de puntos luminosos que marcaban la costa. Y me dispuse a enfrentarme al buffet libre. Es algo que me resulta odioso, porque me pone en una situación de inseguridad y molestia provocada sin duda por anteriores y desagradables experiencias en este tipo de restaurantes.
Y sigue, dejando al lector preguntándose dos cosas, qué le importa y por qué es pertinente su mala predisposición con los buffets libres.

PERO, salvando estas pequeñas digresiones egocéntricas y aburridas (que, como digo, perpetra sólo en la primera mitad), el autor se corrige, digamos que calienta, y la novela resulta apasionante por, al menos dos razones: a) encadena con coherencia una secuencia de historias distintas que en clave casi detectivesca contribuyen no a la resolución de un enigma sino que nos conducen a más ramificaciones: la investigación de la historia y miserias de la familia De Ponte (la casa familiar del autor había sido, en otra época, propiedad de aquella) y a nuevos personajes (unos turbios, otros cómicos, otros conmovedores) que comienzan siendo secundarios y luego ocupan todo el escenario. 

Por otro lado, el autor es más que convincente al mostrarnos las casualidades, coincidencias y jugarretas del destino que se empeñan en conectar a personas y situaciones que, en principio, nada tendrían que ver entre sí. De esas conexiones, Luis Junco consigue enhebrar un tejido narrativo más que digno.

Además, la novela tiene estilo propio, una voz singular, la del autor, la narración es ágil (no aburre, por Dios), el vocabulario es rico, y los diálogos son creíbles; y b) uno tiene la sensación de que aprende, de que la lectura no invita a hacer la siesta, sino que está descubriendo historias interesantes de su propio hábitat (Canarias), de las culturas de estos lares y, por qué no, de sí mismo. Hablando en plan engolado: historias ancladas en lo local, pero de valor universal. Esta multiplicidad de historias no nos empujan al tedio del costumbrismo ejemplarizante, ni a la exaltación de lo propio, ni al panegírico de una atlanticidad incomprensible excepto para una clarividente mente académica. Más bien es una historia genealógica de aristócratas, de arribistas, de (des)posesiones, de mezquindades y de muertes, en una suerte de polifonía bien construida (arquitectónica, dirían otros) que nos reconcilia con la escritura (y la lectura). Vale la pena señalar también que Garachico, La Oliva, Puerto de La Cruz y La Orotava se vuelven lugares tan literarios (tan atractivamente misteriosos) como París, Londres o Berlín. No es poco, ni mucho menos.

Creo que ha quedado clara mi opinión sobre Entrelazamientos.

En todo caso, reconozco que me resulta más fácil escribir una reseña negativa que una positiva. Porque de las negativas, al menos me sale ese sentido del humor, pero de las positivas temo que se me quede cara de Babelia

Y eso sí que no es bonito.






3 comentarios:

  1. Me ha dejado pensando tu último párrafo. ¿Será que en ciertos casos, el humor es una forma amable de agresión?

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  2. Si por 'agresión' entiendes mostrar públicamente mi desacuerdo a cómo ha escrito la señora X la novela Y, sí.

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  3. Hola Ubaldo: me encantan tus ácidas críticas. Me gustaría que leyeras el libro "La isla" de Antonio de la Nuez Caballero, editado por NACE. Gracias

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