Pensaba dejar de escribir y ya está, porque las despedidas formales me parecen a estas alturas un tanto pretenciosas, sobre todo cuando uno no es nadie. Pero me lo he pensado mejor, en atención a ese público lector al que le he resultado grato y útil, y les comunico que Polillas al anochecer cesa en su actividad durante un tiempo. No sé cuánto, ni siquiera si retornará alguna vez. Por eso, no digo adiós, sino hasta la próxima.
Lo dejo, además, cuando los números indican que, a pesar de la disminución del número de artículos, las cifras de lectura están mejor que nunca - cifras modestas, claro, pero que demuestran una tendencia siempre creciente desde el ya lejano noviembre de 2016-. Casi ocho años, pues, de labor crítica reseñadora, con un total de 246 artículos. Creo que no está nada mal para, salvo un par de entradas de colaboración, una labor eminentemente solitaria.
¿La razón? Quizá no haya una sola: creciente fatiga, interés por otros asuntos y, sobre todo, la sensación de comenzar a repetirme, y a repetirme demasiado porque la realidad es testaruda, digamos la realidad literario-artístico-cultural canaria. Así pues, creo que ya he cumplido con la misión que nadie me encomendó, que fue fruto de esa perplejidad y la consiguiente indignación que sentí en 2016: lo que las motivó se exhibe sin pudor cada vez que abre uno la sección de Cultura en los medios de comunicación (en cualquiera de sus manifestaciones). Esa misión no era más que señalar lo que me parecía que era mentira, hipocresía o estafa. Un estado de cosas que se consideraba normal, y en el que disentir de manera pública se consideraba de mal gusto.
Creo que aun siendo un blog minoritario, y siendo consciente de que entre mis lectoras/es hay quienes no están de acuerdo conmigo -o, vaya, me detestan-, he roto en el espacio público ese statu quo y he sentado un precedente en el que otros/as, seguramente mejor dotados/as, podrán apoyarse para llevar a cabo una actividad reseñadora crítica digna de ese nombre, y no las porquerías que habitualmente se siguen perpetrando. Insisto en que una crítica honrada hace, tal vez, no mejores escritores/as, pero sí mejores lectores/as.
Me voy, pues, un poco de improviso, con un par de libros sobre la mesa y una reseña terminada. Me parece mejor dejarlo así y no acabar exhausto y desganado, con el riesgo que supone de ser injusto.
Eso, nunca.