martes, 12 de marzo de 2024

Una elegía y un par de libros

Parece que nuestra esfera pública canaria no termina de quedarse tranquila, con lo bien intervenida que parecía, con sus libertarios reaccionarios y sus exconcejales hablando de libros, con sus expresidentes de Canarias dando consejos desde la altura de su saber estadista, con sus avisos políticos y empresariales a navegantes, etc. Si el otro día un famoso columnista, omnipresente en cuanta tertulia haya en Canarias, desautorizó a todos sus defensores (a cuenta de que le habían mandado callar en un magazine de tarde en la televisión autonómica de Canarias), anteriormente, nuestra última Premio Canarias de Literatura ("mente brillante", he leído por ahí) se había quejado, con algo de amargura, de que en el medio en el que vierte sus opiniones habitualmente (Canarias Ahora) le habían pedido que cambiara algunos términos (insultantes) en un artículo en el que arremetía contra la canción elegida para Eurovisión. 

Tras la tormentilla tropical de dimes y diretes, cantos a la libertad de expresión, sentidos rechazos a la censura y, sobre todo, bastante cinismo, ambos siguen colaborando con los mismos medios porque, total, no se a rechazar un altavoz en este mundo spengleriano, con las ventajas que conlleva.

Es difícil de imaginar, al menos en Canarias, que la actividad en el espacio público de vedettes periodísticas y literarias sirva de algo salvo para aliviar el horror vacui de los medios de comunicación, por muchas boutades que se les ocurran. Meros proveedores de contenidos en empresas comunicativas sin pizca de imaginación ni de valentía.

No es en ellas, evidentemente, a donde debemos de mirar para que nos guíen, o al menos nos inspiren, intelectual o sensitivamente, en un presente lleno de incertidumbre. No digo que no puedan surgir personalidades en cualquier momento que puedan aportar algo al debate público sobre los asuntos que afligen o preocupan a nuestra sociedad, y que los medios las capten. Tampoco descarto que, de repente, los medios adquieran el compromiso por velar por una esfera de intercambio de ideas responsable. No obstante, estarán conmigo, resulta difícil imaginarlo cuando al menos en las empresas de comunicación más consolidadas no solo albergan negacionismos varios, a cuál más disparatado, no sólo proporcionan espacio a ideas de extrema derecha contrarias a la democracia (por muy limitada e imperfecta que pudiera parecernos) sino que, en última instancia, su propósito es el de crear o reforzar un ambiente de opinión favorable a los intereses del grupo editor o el de servir de punta de lanza mediática a este o aquel partido político. Al menos, en Canarias, no se me ocurre ningún medio independiente de injerencias de uno u otro tipo. Puedo estar equivocado, claro.

Dos, creo, son las preguntas clave respecto del espacio público. A la sazón, primera:  ¿Quién tiene algo que decir? Segunda: ¿Cuáles son las condiciones de acceso al espacio público? 

Idealmente, claro, la libertad de expresión debería posibilitar que cualquiera pudiera  manifestar lo que estimara conveniente en la esfera pública, a fin de que sus pensamientos fueran compartidos y debatidos por sus conciudadanos/as. No obstante, no todas las personas tienen opiniones relevantes sobre todos los asuntos. Idealmente, también, los medios de comunicación deberían ser capaces de filtrar temas y recabar el peso de las opiniones para ofrecer al público los asuntos, digamos, compactados y listos para el debate. Vemos a diario que en absoluto esto es así, o que no es esa toda la verdad.

Al menos en los periódicos locales, es común que el acceso a una tribuna se conceda por razones de pertenencia a una red de intereses lobbistas o también amicales, sin que tenga necesariamente que ver su lucidez o finura en el tratamiento de los asuntos o su especialización en alguna área del saber. También, afluyen aportaciones voluntarias de mera voluntad expresivista o artículos de costumbres y de autoayuda, por enumerar sin ser exhaustivo. A veces, uno que pasaba por ahí en el momento oportuno. A este respecto, no deja de asombrarme, por ejemplo, la escasa comunicación entre la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y los medios informativos, en especial a la hora de abordar asuntos complejos de interés general que requieren acumulación y especialización de conocimientos científicos, en el sentido más amplio.

Cierto es que con el advenimiento de Internet, ha crecido una esfera pública digital en el que sí es posible encontrar una pluralidad de opiniones de peso y nichos comunicativos que sí abordan estos asuntos con seriedad. También lo es que con ellos, en un maremágnum promiscuo, existen otros propagadores de ideas racistas, xenófobas, misóginas, y demás miserias morales y sociales, propias de la llamada sociedad incivil. Con todo, la estructura de Internet provoca que los sitios informativos más buscados (precisamente, casi siempre, los que ya eran conocidos en un soporte tradicional) acaparen la mayoría de las visitas, y el resto tenga una audiencia mínima. Lo mismo ocurre en nuestra esfera pública canaria, y en la española, también. De esto hay mucho escrito y no insisto más al respecto.

Se mire como se mire, el panorama no puede ser más desolador, justo cuando la oferta informativa parece más amplia que nunca, tanto que resulta inabarcable. También, puedo estar pecando de pesimista y que, así, mi visión del asunto esté desenfocada. 


Por otro lado, y ya en relación con el tema del que debería ocuparme en este blog, tengo el placer de compartir con Vds. mi satisfacción por la lectura de Contra la distopía. La cara B de un género de masas, de Francisco Martorell Campos, un libro que me ha parecido más que notable en el tratamiento de las distopías literarias y cinematográficas (incluyendo series de televisión) y la concepción política de las que parten o a las que llegan, conscientemente o no. Lleno de conceptos, este ensayo es dilucidador y enciclopédico, que surtirá al estudioso y al aficionado del género y, también, al que se interese por las relaciones entre política y cultura de masas. Esa cara b del género utópico/distópico es, más allá de la profusa cantidad de referencias, lo que da sentido a esta obra. Las cosas, sobre todo las hechas por los seres humanos, sean como son siempre tienen una explicación.




A estas alturas, no sé en qué estima estará académica y popularmente la serie de Carvalho, de Vázquez Montalbán. Sea como fuere, Asesinato en el Comité Central es una novela amena e irónica que estoy leyendo con gusto, aunque también es cierto en que hay partes que me resultan un tanto convencionales, escritas, me da la impresión, con el piloto automático. Hay un asesinato, llaman al detective por su pasada relación con el partido, ruta gastronómica, encuentro erótico-festivo y mucho diálogo. Lo normal es que la resolución del crimen en sí sea lo menos importante, que el interés radique en captar ambientes y revelar conductas y sus motivaciones.
Los/las que han tenido biografías relacionadas con partidos de izquierdas citan está obra con frecuencia. Por algo será.




Para terminar, reconozco que he vuelto a leer España invertebrada, de José Ortega y Gasset, en el marco de un seminario de la UNED (accesible a todos los públicos). Algunos de los conceptos del filósofo español en este ensayo no tendrían un pase hoy, pero ciertas ideas de fondo siguen siendo interesantes y relevantes, en especial, claro, las referentes a los particularismos, tanto independentistas como el centralista. Es de esos libros que hay que leer, en especial en nuestro país (y aunque uno se sienta más o menos español, más o menos catalán, más o menos canario, todo junto o nada que ver).  Aunque uno esté predispuesto a no estar de acuerdo en nada, acaba pensando que, quizá, en más de lo que creía, sí.



En el mismo seminario, tenemos esta semana la discusión acerca de Los intelectuales en el drama de España, de María Zambrano. Aunque solo por sacar títulos de filósofas y filósofas importantes que, de otro modo, sinceramente, ni se me habría ocurrido leerlos, estos encuentros valen la pena. Y cuando es de la mano de dos académicos versados, mejor que mejor.

Esto es todo por hoy.



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