viernes, 26 de abril de 2024

Fondo de armario

Acaba abril, y los artículos de Elsa López son tan irrelevantes como siempre. Produce cierta tristeza comprobar que el único artículo que tuvo algo de repercusión se caracterizó por arremeter de manera lamentable contra unos artistas que no encajaban en su definición de lo que es ser hombre o mujer, espetando algún insulto que otro para evitar sutilezas. Era tan aberrante que no lo aceptó el propio periódico en que, curiosamente, sigue colaborando de manera habitual y que, como casi todos, publica cualquier cosa mientras no tenga que pagarlo. Algunos, no obstante, y contra toda evidencia, la consideran como un "faro ante tanta penumbra". Saco a colación a esta señora por ser la última Premio Canarias de Literatura y por asumir lo que piensa mucha gente: que, por haber recaído en ella un premio literario, lo que tenga que decir sobre asuntos ajenos a la literatura resultará de interés.

Dado que no es así, pasemos a otra cosa.

Les será más o menos interesante saber que este mes de abril, en lo que a mí respecta, se ha caracterizado por la cantidad de libros que han llegado a mis manos, la mayoría en detrimento de mi cuenta corriente y algún otro como obsequio amical, que todavía quedan amigos de esos. A la sazón, son los siguientes:




-La reconquista, ¿la reconquista?, la reconquista, editado por David Porrinas.

-Ni una, ni grande, ni libre, de Nicolás Sesma.

-De cine, aventuras y extravíos, de Eugenio Trías.

-Filosofía para una vida peor, de Oriol Quintana.

-La vista desde las estrellas, de Cixin Liu.

-El orden de los acontecimientos, de Miguel Morey.

Un poco de varias áreas del conocimiento, como ven. En especial, me interesan los de la historia de España, dado la ola revisionista de los últimos años. Ya les contaré.

Es, como podrán imaginar, un esfuerzo baldío para intentar abarcar lo pasado y lo presente, vano empeño para comprender el mundo, efímera ilusión por comprender el mundo. Si a estos les unimos los que compartí con Vds. en el pasado artículo, se harán cabal idea del luminoso y estudioso futuro lector que me espera. Por no hablar de lo insoportable que me voy a poner, palillo de dientes mediante.

Por otro lado, han salido publicados dos libros que me han despertado cierto gusanillo: Arenas blancas, de Juan R. Tramunt, y, vayan Vds. a saber por qué, Reguetón, de Luis León Barreto. En cualquier caso, toda lectura y análisis consiguiente quedan pospuestos para después de la primera quincena de mayo, comenzando por el ya mentado Barrio chino. Asuntos más urgentes reclaman mi atención, como son los participios griegos. Voy acumulando lecturas para sobrellevar la resaca estudiantil.

Dentro de poco, por cierto, será la feria del libro en LPGC, abierta ya la veda en nuestra Comunidad. La verdad es que poco interés me despierta, salvo el atávico goce que supone el caminar en compañía de otros seres humanos dando vueltas sin tino como si buscáramos algo inencontrable: tal vez la gracia del Arte con mayúscula, o quizá el roce salvífico con el Autor/Autora. Pero, de verdad, incluso como ritual carece de atractivo. Quizá sea posible regenerar la feria, pero me pregunto si una feria es regenerable: tal vez lo que ofrezca es lo único que puede ofrecer, y si ofreciera otra cosa, no alcanzaría los objetivos que tiene toda feria (de libros o de lo que sea), que no es sino vender. En todo caso, ya es un asunto que me ha dejado de interesar, si bien es cierto que nunca me resultó especialmente polémico, salvo sus sempiternos problemas de organización.

Eso es todo por ahora.


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