Podría decirse que con este artículo termino una etapa hornbiana (Ten years in a tub) en la que por lo general no me he detenido en el análisis de textos concretos y más bien lo que he hecho ha sido compartir con Vds. mis lecturas o intenciones de lecturas, amén de algún comentario que otro sobre nuestro mundillo cultural y sus estrellitas. Ya está bien, así que calculo que, a mitad de junio, comenzaré a leer algunas novelas que tengo pendientes (y a escribir las correspondientes reseñas) emanadas de nuestro humus literario local, que, todo hay que decirlo, tiempo hace que no me proporciona alegrías.
También, cómo no, en otras obras de no ficción que por su interés, al menos el que han suscitado en mí, me veré obligado a comentar.
¡Qué harían sin mí y sin este blog! Probablemente, algo relacionado con el concepto marasmo.
Las nuevas adquisiciones son las siguientes:
-España postimperial. Ideologías del imperio restaurativo, de Joseba Gabilondo (a raíz de una entrevista al autor en Ctxt).
-Semiosis, de Sue Burke (ficción).
-Guaridas del lobo: memorias de la Europa autoritaria, de Xosé Manoel Núñez Seizas.
-La república cooperativista. Esclavitud y libertad en el movimiento obrero, de Alexander Gourevitch.
Aunque Vds. no lo hayan notado, encuentro en mí una tendencia hacia la bibliografía histórica en las últimas selecciones, en especial con respecto a España. No sé si es algo bueno o malo, pero ahí está. Quizá es que me encuentro a menudo con la gente que piensa que lo que hicieron Pizarro o Hernán Cortés no solo les parece admirable, sino que tienen que ver con él/ella, como español/a. Esos espejismos esencialistas y teleológicos que tanto gustirrinín producen a los consumidores de ideologías de ultraderecha.
Así pues, en España diversa, de Eduardo Manzano Moreno, leo:
Una forma de distinguir un libro de historia de un manual de ejercicios del espíritu nacional es identificar el recurso facilón consistente en hacer creer a los lectores que ellos fueron también los protagonistas del pasado. Ello permite a sus avispados promotores convencer a sus audiencias de que deben sentirse "orgullosas" de las ideas y gestas de los personajes pretéritos como si fueran propias y compartieran valores idénticos a los suyos. Es una falsedad tan evidente (ninguno de nosotros ha nacido en otro tiempo que no sea el presente, conviene siempre recordarlo) que causa sorpresa comprobar que siga surtiendo efecto. (España diversa, págs 19-20)
O, también:
Cuando los historiadores se convierten en reivindicadores del espíritu nacional, su papel se limita a ser el de adoctrinadores de patriotas al servicio del poder político. (Ibíd., pág. 23)
Por último:
Nadie debe renunciar a defender los proyectos de futuro que considere mejores para la sociedad, pero cuando se intenta justificarlos en sucesos acaecidos hace cientos de años se corre el riesgo de convertirlos en esencias históricas que nutren en el presente las bien conocidas formas de totalitarismo. (Ibíd. pág. 27)
Creo que, para ser coherente, he decidido informarme: llámenme ingenuo. Tampoco es desdeñable que en algún momento, como he hecho con el griego clásico, me anime a incursionar en el terreno académico para -pueden imaginárselo- saber con fundamento y no convertirme en un columnista de rebequita y pantuflas de programa de la televisión autonómica. A veces pienso que la combinación ideal para cualquiera que quiera llamarse pensador/a es conocimiento y compasión, y no la soberbia mezclada con hiel: esa distancia entre lo que uno imaginó que podía haber llegado a ser y lo que uno meramente es.
Por cierto, me esta resultando todo un descubrimiento el compactado contenido de las vicisitudes del comunismo democrático (Historia del pensamiento marxista sobre la democracia, de Ernesto M. Díaz Macías): compruebo cuán confundidos estábamos los que no solo relacionábamos directamente el comunismo con el autoritarismo y la dictadura del líder y del partido sobre el resto de la sociedad, sino aquellos que por esa misma identificación se avenían a apoyar un régimen antidemocrático como el despotismo burocrático de la Unión Soviética y el resto de los países del Este. No es que el autor haya descubierto documentos ultrasecretos guardados en una cámara acorazada en los sótanos del Kremlin o del Pentágono: toda esa información siempre ha estado disponible, pero nos hemos conformado con la vulgata antimarxista y anticomunista de siempre, lo que tampoco resulta extraño viviendo en una sociedad capitalista. Como decía Bourdieu, la mayoría de las personas no hablan, sino les hablan; y me atrevería a decir yo, no piensan, sino les piensan .
En fin, ya saben que no me gusta escribir/hablar de política en este blog, dedicado a esa altruista, espiritual y estética rama del Arte con mayúsculas que es la Literatura.
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