sábado, 29 de mayo de 2021

Actualizaciones librescas

Ya saben que soy un ser humano tendente a la amabilidad y, sobre todo, a la generosidad (con esto, intento asegurarme de que dejen de sospechar que soy una Inteligencia Artificial que funciona sobre la base de un algoritmo de Alphabet, la dueña de la plataforma en que se alberga este blog) y es por eso por lo que, de vez en cuando, me gusta anotar aquí mis últimas lecturas, por si fuera de su interés o, tal vez, motivo para el escarnio.

A veces, ya saben, es bueno retirarse un poco de la actualidad, del presente apremiante, de la lectura de los periódicos y de la discusión político-moral con el taxista de turno. Tal vez, incluso, someterse uno a escrutinio, revisar el propio comportamiento con los demás y, por encima de todo, dejar de ser, a toda costa, productivo.

En fin, después de aquel artículo sobre la literatura clásica, he seguido en esa línea con las comedias de Aristófanes, al que todo los enterados conocen y, por supuesto, han leído con delectación. Esto ha sido así tras interesarme por un libro de Luciano Cánfora, La crisis de la utopía, en el que constata y desarrolla la rivalidad y el mutuo zaherimiento entre comediógrafos y filósofos, entre Aristófanes y Platón, que se revela de modo especialmente lacerante en Las Asambleístas, que es una respuesta al proyecto de construcción de una sociedad utópica de inspiración espartana presente en La República, de Platón. Canfora, al igual que en El mundo de Atenas, es minucioso siempre y sarcástico cuando encuentra la ocasión.

De paso, claro, he seguido con Los pájaros y Las ranas. Aristófanes, como verdadero demócrata, no ocultaba, ni mucho menos, lo que de criticable tenía la democracia de su tiempo. Más bien, se ensañaba.


                                                                                                                      
                             


No es nada fácil ser culto para destacar en el mundo de las letras: habría que leer mucho, no solo leerse a uno mismo y a los amiguis. No vale, tampoco, leer a un solo autor, mejor si no lo conoce casi nadie, hasta volverse casi un especialista con el objetivo de introducirlo en cualquier conversación, venga a cuento o no, para que aquella gire en torno a lo que uno sabe. No pasa nada por revelar nuestra ignorancia: con suerte, aprenderemos algo, aparte de humildad.

Creo que es importante no leer sólo literatura. Me resulta lastimosamente habitual aburrirme con ensayos de escritores cuyas referencias son solo literarias o, a lo sumo, anécdotas de la vida de otros escritores. Un círculo vicioso exasperante y tedioso, un muermo. 

Sigamos: no puedo dejar de recomendarles La norma literaria, de Juan Carlos Rodríguez. Un libro (que me ha parecido extraordinario) que, abominando de la concepción de la Literatura como un campo autónomo, si no independiente, no cesa de suministrar contexto social, políticos y filosófico, tanto a las sucesivas escuelas lingüísticas "desde Saussure a Chomsky" como a los fenómenos literarios como el teatro burgués, las vanguardias o la Generación del 27, entre otros. No sé si será "necesario" este libro para cualquier persona interesado en profundizar en la literatura (con atención especial a la española), pero está cerca de serlo. Librazo.

     

                                                                                                                           
Por otro lado, estoy comenzando (llevo tres capítulos) un libro sobre lo que nosotros, en nuestra época, llamamos "arte" griego de la época arcaica y clásica, del famoso historiador Robin Osborne, que se titula precisamente así: Archaic and Classical Greek Art. Un arte que, como ya sabrán, era inseparable de su función, ya fuera religiosa, funeraria, política o social. La contemplación, aunque no sea directa, sino por fotografía, de los objetos de aquellas sociedad son un complemento delicioso (al menos en mi caso, ese es el adjetivo que me ha venido a la cabeza) a toda la literatura histórica y política sobre aquella civilización. 


 


Asimismo, y preparando ya la transición hacia otras épocas, que no todo va a ser Atenas, tengo en mi poder ya, con solo algunas páginas leídas, tres libros cuyo comentario espero hacer en no lejana fecha, como son Sabios y necios. Una aproximación a la filosofía helenística, de Salvador Mas; Pensamiento romano, del mismo autor; y
 La razón de Roma, de Claudia Moatti.


            


                                                                                                                                                     
Ya me gustaría leer más, leer durante más tiempo, pero a veces, simplemente, no me apetece. Uno no querría ser Funes, pero sí que deja cierta amargura constatar, una y otra vez, que tras tanta lectura solo un residuo permanece, y de modo inconstante, en la memoria. "Ubaldo, el de ágiles ojos, pero corta memoria", podría satirizarse. Es lo que hay.                                                                                                     




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