lunes, 29 de junio de 2020

Crítica literaria en Canarias: dos perspectivas

Estado de la crítica literaria en Canarias


Podríamos comenzar y terminar este artículo con la respuesta al titular: la crítica literaria en Canarias no existe. Cuando hablamos de ella, precisamos, nos referimos a la crítica considerada de modo tradicional. Es decir, la crítica publicada en la sección de Cultura (o similar) y en el suplemento de lo mismo en los periódicos del archipiélago. Dejaremos para otra ocasión los espacios reservados para la cultura, en concreto para la literatura, en cadenas de televisión y emisoras de radio, aunque no se alejan demasiado de las conclusiones de este análisis.

La crítica consta de su haz y de su envés. Esto significa que el juicio sobre una obra literaria puede terminar con un veredicto positivo u otro negativo. Lo que se publica en Canarias en los medios de comunicación no es crítica nunca, sino elogio, halago o agasajo hiperbolizados. Ya sea por ignorancia, por no herir sensibilidades, por amistad o por conformarse en ser mero soporte promocional, los juicios que se vierten carecen, por lo general, de valor crítico alguno. Por tanto, rompen el pacto de credibilidad que suscriben de manera implícita el autor o autora de la crítica o reseña y su público lector. Su intención nunca se hizo explícita.

Hay otra variedad que no aspira a ser crítica en absoluto, sino que de entrada proclama su derecho a hacerse eco de o a saludar las novedades hechas en Canarias o por residentes. Esto quiere decir que, por lo general, el autor del artículo celebra con cierto alborozo la publicación de la obra de un miembro de la República Canaria de las Letras. Sin embargo, eso tiene trampa. Aun sin elogiarla de manera explícita, la comunicación al gran público de que un libro (o estreno de película, de teatro, la actuación de un artista, etc.) ha salido a la venta, que es una manera de seleccionar ese libro entre muchos otros, no viene a ser otra cosa que un elogio más o menos abierto. En estos tiempos en el que los mismos medios de comunicación ya no luchan por atraer lectores/as sino a captar su atención el mayor tiempo posible, no nos podemos llevar a engaño de las verdaderas implicaciones de aquel saludo.

Es posible que surjan excepciones, y que con ellas sea injusto. No obstante, la generalidad de la crítica literaria, y no creo que arriesgue demasiado si digo de arte, en general, se basa en el presupuesto de que la cultura canaria (o hecha en Canarias) es frágil y necesita de apoyo, fomento y promoción, por lo que no está madura para recibir crítica alguna. Este presupuesto paternalista es a veces sincero, pero lo considero desencaminado, y en otras ocasiones sirve de mero disfraz del amiguismo en distinto grado o de la devolución de compromisos adquiridos, lo que resulta lamentable, como todo engaño.

Quien considere que la cultura canaria sufre de tal debilidad que hay evitar toda crítica, debería tener en cuenta que, al menos en el terreno literario, la emulación forma parte del recorrido de cualquier escritora o escritor. Así pues, entronizar obras mediocres, por no decir espantosas, como la quintaesencia de la literatura supone confundir, aparte de mentir, no solo al público lector que acabará comprando lo que no querría si hubiera estado bien aconsejado, sino a la/el aspirante a literata/o, que acabará tomando como modelos a autoras/es sin talento y copiando modos de escribir que mejor haría en rechazar como enfermedad contagiosa. La supuesta protección no haría sino minar la cultura que se pretende proteger.

Una consecuencia de lo anterior es que visión que se tiene del fomento de la creación literaria consiste en subvenciones, premios y ofrendas florales. Subvenciones a las editoriales, premios para los escritores (supongámoslos concedidos con honradez) y ofrendas florales a los autores muertos. Así, las editoriales publican lo que sea, mientras cobren. Publican, pero no editan, que debería ser también su trabajo: el resultado se plasma en obras con errores groseros de estilo, por no hablar de la proliferación de erratas. Los autores, siguiendo el patrón de la mediocridad reinante, escriben obras igual de mediocres. Entre ellos, algunos ganan premios: es su vía a la tertulia radiofónica, a la entrevista en el suplemento, quizás a otro premio, esta vez en la Península, una mención en Babelia o en El Cultural. Lo que de ninguna manera les asegura es un salto en su talento, el progreso en su arte. Las ofrendas florales, junto a los días del libro o de las letras dedicados a un autor o autora, manifiestan simbólicamente el prestigio que aún se les concede a los escritores. Pueden venir bien para que una sociedad que de forma mayoritaria apenas lee literatura se sienta bien consigo misma, para que los políticos hablan de cohesión e identidad, concedamos eso. Sin embargo, sin crítica sincera y razonada, todo se reduce a mera apariencia sin sustancia. Llevamos décadas así.

 

¿Hay vida en Internet?

En Internet, en especial desde el advenimiento de la web 2.0 y las plataformas digitales correspondientes, cualquier puede escribir y publicar. Por un lado, se facilita la expresión de las propias ideas y opiniones, ya que, en teoría, cualquier puede leerlas ahora. Por otro lado, si el mercado está saturado de libros, la web está saturada de blogs, medios, revistas, diarios, páginas, etc., por lo que el problema ya no es publicar, sino que alguien lea lo publicado.

Internet ahorra costes con respecto a la impresión, sin duda, y respecto a la distribución. Sin embargo, gran parte del coste del primer ejemplar se mantiene inalterada: cuesta dinero la formación del crítico, cuesta dinero comprar las obras objeto de la crítica, cuesta dinero y tiempo, en definitiva, crear una página que logre suscitar el interés del público lector.

Por otro lado, la publicación de la propia página tampoco está exenta de influencias ajenas a la crítica. Son legión los blogueros que reseñan libros regalados por las editoriales. Esto significa no solo la posibilidad de que el bloguero mantenga buenas relaciones con la editorial, sino que esté directamente a sueldo. En otros casos, reseñar los libros que le regalan a uno disminuye de manera drástica el radio de atención de lo que es posible leer y luego criticar. Otro fenómeno, que no siempre se evitaba en los medios de papel, es que cualquiera puede erigirse en experto literario, y que ni siquiera tenga las destrezas y cualidades mínimas para llevar a cabo la crítica.

En definitiva, las publicaciones en la red no están exentas de los sesgos y distorsiones de la prensa. Permite, eso sí, que se amplíe la posibilidad de expresión de crítica seria, antes vedada, lo que no es desdeñable. 

 

Conclusión

Sin crítica, no hay mejora ni progreso. Sin selección, no hay canon que valga. Sin crítica sobre la misma crítica estamos condenados a repetir hasta el asco los mismos artículos pseudointelectuales que solo contribuyen a perfilar un remedo banal y huero de lo que es cultura, la literatura, la crítica y el público, pues la emulación no solo afecta a los escritores, sino a los mismos periodistas culturales y a toda aquella persona que por devoción o encargo se apreste a escribir de esta materia en un periódico u otro medio de comunicación. De manera implícita, ciertas formas y ciertos contenidos vienen a considerarse aceptables. La crítica, y sobre todo la crítica que concluye en valoración negativa, se considera en general de mal gusto. No hay que incomodar al público, tampoco a los autores, mucho menos a las editoriales anunciantes.

A la vista de todo este fingimiento, y salvo que cambien mucho las cosas, la crítica literaria en Canarias está desmantelada, lleva mucho tiempo así y no hay visos de que deje de estarlo. Quien se dedique a la crítica y el medio que la aloje deberían tener en cuenta que la independencia de juicio, por lo general, cuesta dinero y no sirve para ganarlo. El prestigio es un premio que en todo caso solo se recibe de soslayo y tras un largo recorrido. Qué medio de comunicación tradicional corre esos riesgos, y esta es una pregunta que afecta al periodismo en su conjunto, no solo al cultural, como bien se sabe.

En definitiva, si en algo valoramos la literatura y el arte, si en algo valoramos la belleza y la verdad, si en algo valoramos la creación humana, tomar conciencia del estado de la crítica en Canarias se revela como un paso necesario para cambiar su actual situación. Vds., como lectores, tienen la palabra. Sean críticos, comenzando por este artículo.


Para leer otra perspectiva, esta de Javier Hernández, aquí.


4 comentarios:

  1. Ayer, caminando por una calle de Viena, me tropecé con una tarja conmemorativa en la casa donde vivió Karl Farkas, un importante autor y cabaretista (la variante alemana del stand up-comedy) austríaco. En ella puede leerse una máxima del cómico: "El elogio puede comprarse; la envidia, en cambio, hay que saber ganársela".

    ResponderEliminar