viernes, 28 de junio de 2019

La revista literaria (y de arte)

Quizá les resulte inverosímil, pero es posible que exista una masa crítica lectora lo bastante numerosa en Canarias para sostener una revista literaria (y de arte). Cuando digo sostener, me entenderán, no me refiero a que dicha revista fuera capaz de financiarse con suscripciones o con la publicidad derivada de la certeza de un enorme número de lectores/as. Lo veo dudoso, en principio, salvo que peque de exceso de pesimismo. Lo que quiero decir es que sería una revista leída, y no solo ojeada; que se leería con expectación y quizá algo de asombro, y no como mero reflejo de vanidades varias.

El fracaso de Dragaria como revista literaria es un ejemplo excelente. Hace algo más de un par de años, se presentaba a bombo y platillo en la Casa Museo Benito Pérez Galdós, con amplio tratamiento en los medios de información. Casi todo el/la que era, estuvo. Durante un tiempo, creo que siempre de modo altruista, escritores y escritoras de cierto relumbre se aprestaron a colaborar con ella. Las plumas más destacadas (por decir algo) del mundillo literario local publicaron o se dejaron publicar en Dragaria. Hoy, aunque la revista no renueve sus contenidos salvo la lista mensual de (aproximadamente) los libros más vendidos en Canarias, sigue contando con más de 3000 seguidores en Facebook. No sé si son muchos o muy pocos.

Considero que el principal problema de Dragaria ha consistido, desde el principio, en que no ha ofrecido nada que pudiera interesar al lector de literatura. En realidad, da toda la impresión de que ha pretendido ser, quizá no de forma consciente, una revista para que unos escritores se leyesen a sí mismos y, quizá, a otros. 

Así, una parte fundamental de una revista literaria como las reseñas de cuentos, novelas o poemarios solo tuvo mereció una atención marginal en comparación con las noticias literarias o la agenda de actos. Además, estas reseñas merecían haberse agrupado, en líneas generales, dentro del concepto de panegírico. Salvo una de tono ecuánime-indiferente (que suscitó de inmediato una indignada protesta por el autor y allegados), el resto se ha caracterizado por el elogio en diverso grado de desmesura. Es evidente que el lector ingenuo o ignorante no iba a encontrar guía alguna para la lectura (y presumible compra). Sin conocer el grado de sinceridad de aquellas, es llamativo su tono general encomiástico. Como anécdota, en una ocasión, la encargada de escribirla fue la propia editorial que publicaba la obra.

¿Qué interés, además, pueden tener para las lectoras/es las entrevistas amables a autoras y autores? ¿Cuál el de artículos que, en muchos casos, no han sido sino otra manera de elogiar de manera más o menos encubierta al autor de turno? En definitiva, ¿para qué sirve el buenrollismo a ultranza sino para fomentar el aburrimiento, cuando no el tedio? Da la impresión de que incluso los mismos organizadores de la revista (que tuvieron buen cuidado, asimismo, de incluir reseñas positivísimas de sus propias novelas) han perdido el interés por continuar con un proyecto que nació inane y cuya larga agonía no ha suscitado la compasión de nadie.

Otro ejemplo es el de ACL (Revista literaria de la Academia Canaria de la Lengua) cuyo contenido se basa, de manera principal, en ensayos de variada densidad filológica y reseñas amables. A veces incluye alguna obra, como un poemario o un relato, e incluso (los alardes de la técnica) un vídeo de una representación teatral. Con su evidente aura institucional, su exigua periodicidad (tres números al año) y su escasa mordiente crítica, tampoco parece que se haya erigido como la revista literaria de referencia en Canarias.

En mi opinión, una revista literaria debe hacer, en su propio radio de acción y con sus propias características, lo que toda buena novela o poemario: remover conciencias, reflexionar acerca de uno mismo y de los demás, preguntarse por el lenguaje, ampliar nuestra visión del mundo, suponer un desafío cognitivo, criticar la moralidad y el sentido común reinantes. ¿Que es mucho trabajo? Sin duda, como toda buena labor crítica.

En este punto podemos plantearnos que, sin profesionalización, sin dedicación a tiempo completo, cualquier revista de este tipo parece abocada, superado el entusiasmo de los primeros meses, a una decadencia más o menos rápida, y más en el caso de las páginas digitales, que envejecen, dicho sea de paso, muy mal. Dicha profesionalización tiene su lado negativo: la dependencia de generar ingresos vía publicidad o subvención ocasiona, tarde o temprano, solapada o indisimuladamente, la posibilidad de una influencia indebida del anunciante o de la institución. Por el contrario, el amateurismo en la gestión de la revista, la falta de un horizonte de expectativas pecuaniarias, ofrece como aspecto positivo la independencia de juicio y la libertad de expresión. Quien no tiene miedo a perder, puede permitirse la libertad de juzgar.

 Lo ideal, como se deduce, sería unir ambos mundos, profesionalización e independencia, pero eso solo se lograría con un número lo bastante alto de suscriptores, lo que a su vez podría generar interés publicitario (en un horizonte optimista, a escala reducida para que no conduzca a la mentada dependencia). Ese es el camino que han tomado algunos diarios digitales generalistas. La duda que salta a la vista es si una revista literario-artística alcanzaría esa masa crítica de suscriptores/as suficiente para emprender y mantener un proyecto independiente que contara con el número suficiente de autoras/redactores/reseñadoras/creadores de contenidos de calidad de manera periódica. 

Por último, si esa revista lograra transformar, como cifra de partida, los tres mil seguidores de Dragaria en Facebook en suscriptores de 5€/mes, la cifra recaudada sería de 15.000€, lo que en principio sería un poderoso incentivo para gestionar la revista y recompensar a los colaboradores, algo casi insólito hoy en día en el mundillo de los medios de información. ¿Tenemos esas 3.000 personas?





2 comentarios:

  1. La primera respuesta podría llegar de las estadísticas de tu blog: tienes 3.000 lecturas al mes? Si es así, felicidades. Es mucho. Aunque no tanto como 3.000 pagadores entre los que habría que descartar a tantos escritores y artistas de variedades no precisamente halagados por la publicación que proyectas. Has encontrado ya al Villano Ilustrado Independiente de las artes plásticas? Qué difícil todo, y que fabuloso sería. Aquí al menos tendrías al primer suscriptor. Conozco en torno a otros 20 asegurados. Suerte!

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  2. De lector a pagador hay un gran techo, eso es cierto. Si existieran esos tres mil suscriptores, digamos 1.000, se podría hacer algo decente y sostenible. En caso contrario, el entusiasmo se acaba apagando.

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