Y entonces llega la revelación.
El secreto que se saca a la luz es el acto previo a la tragedia que se cierne sobre Evan, Swan y los niños, Red y Eva. Con un lenguaje sencillo, pero hondo, con diálogos brillantes, sobre todo de boca de los niños, el autor nos introduce en las aguas oscuras y revueltas de la infidelidad y de sus consecuencias, devastadoras, para una familia norteamericana en los años 50. Sin embargo, aunque la moralidad ha cambiado bastante casi 70 años después tanto en los EE.UU. como en España y Canarias, las reflexiones de los personajes sobre la infidelidad de la esposa, Swan, nos inducen a pensar a nosotros mismos sobre qué significa amar de verdad y para qué sirve el sacrificio, porque amar en lo bueno no es lo mismo que amar en lo malo.
Entró y encontró a la niña durmiendo desnuda encima de la cama, el cuerpecito deslavazado con una comodidad que parecía eterna. Pensó que iría a ver al niño después, pero observó que el niño y su madre estaban juntos, el chico casi tan relajado como su hermana, pero la mujer tensa y patética. Se quedó allí de pie, mirándolos, y de pronto la mujer abrió los ojos. Por un momento pareció no acordarse de nada, después empezó a recordar, y se sentó de golpe, desnuda. Torció el gesto y empezó a llorar en silencio, la cabeza caída, el pelo cubriéndole los pechos hinchados. Se levantó de la cama, lo abrazó, y susurró algo que no eran palabras de ningún tipo. Entraron en el dormitorio y él apartó la sábana de la cama. Ella se acostó, sollozando, y él se sentó a esperar, aunque no conseguía imaginar qué podía estar esperando ahora.
Otro personaje, Dade, el hermano mayor de Evan, es el anfitrión ausente de la familia, pero se verá obligado a intervenir ante la desesperación de su hermano. Su propia desventura personal le ha servido de experiencia con la que aconsejar a Evan, pero la traición y el orgullo y la culpa son elementos eternamente incompatibles en un mismo pecho. Como subtrama paralela, se nos narra también la historia sentimental de una familia vecina, los Waltzer. Ellos, marido y mujer, sufren también, a su modo, pero lograrán, aunque sea de momento, recordar lo que significa amarse.
La reflexión agónica sobre el amor recuerda la novela de Graham Greene, The End of the Affair, pero sin la carga religiosa que tanto daba como quitaba en ella. Aquí el amor es simplemente mundano, sin trascendencia, pero tan lleno de renuncia, de sacrificio, de ira y de dolor, que sólo parece accesible para seres de otro mundo. Los de la novela son débiles y volubles, pero seres que quieren tener voluntad de hacer lo correcto. Qué es la infidelidad, qué significa, qué supone. Qué es una pareja, una familia, qué implica ser esposa; qué, marido. Qué es amor y qué, en definitiva, la vida. En manos de otros/as menos capaces, todas las preguntas anteriores serían excusas para la mera descarga lírica o lacrimógena, para el sermón y la admonición o para el empalago y el consiguiente conformismo social. Saroyan no nos proporciona respuestas, no está en su mano, y a cambio nos sirve una tragedia.
Escucharon la respiración del chico y la niña dormidos, y oyeron el pasado exhalar un suspiro de arrepentimiento. Y oyeron al presente exhalar adiós.
-¿Evan?-dijo la mujer.
-Sí, Swan.-¿Escucharás lo que quiero decirte?
-Sí, Swan.
-Si me amas, viviré. Si no me amas, no viviré. ¿Puedes amarme? ¿Puedes amarme ahora, Evan?
-No lo sé, Swan. Quiero amarte.
-Cualquier hombre puede amar lo que es sólo suyo, pero sólo un hombre de amor puede amar lo que no es sólo suyo. ¿Cómo puede ser padre un hombre que no es capaz de amar lo que no es sólo suyo?
Él escuchaba su hablar suave.
-¿Quién de nosotros sabe quién es, Evan, si no es por amor?
Él la escuchaba, tentado, turbado, atormentado.
Cosa de risa tiene sus defectillos, no se crean: algún diálogo de significado demasiado hermético; algunos personajes de circunstancias que no parecen añadir nada a la historia, salvo como bálsamo momentáneo, un personaje (el amante) que sólo aparece al final y cuyos actos no parecen tener demasiada lógica, un final quizá en exceso truculento y desproporcionado, casi shakespeariano. Quizá. ¿Es una historia de redención o más bien de expiación?
No es una novela perfecta, pero es Literatura de la buena.
P.D. Mencionemos a la traductora, Stella Mastrangelo, quien, salvo alguna cosilla, hace un buen trabajo.
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