El calendario laboral y el sentido de la oportunidad de la Asociación de Libreros de Las Palmas han hecho que coincidieran este año el fin de la feria del libro, que duró del 25 al 30 de mayo con la celebración, por decirlo de este modo, del Día de Canarias. La festividad del lunes 30 se sumaba, así pues, a la del 29, domingo, y para muchos/as, la del sábado, 28. Una orgía de tiempo libre, ocio y vagabundeos tanto físicos como mentales en la que a la habitual exaltación del libro y de la lectura como bien en sí mismo se sumaron las menos exaltadas muestras de amor patrio, en forma de columnas de opinión, cantos regionales y algún que otro disfraz conmemorativo.
En el apartado "Tengo que escribir algo poco arriesgado y que me asegure una palmadita" tenemos, por ejemplo, a Alicia Llarena, Paco Javier Pérez Montesdeoca, Anselmo Pestana y el inefable Juan Manuel García Ramos. Todos ellos tienen en común el resaltar las supuestas peculiaridades culturales y lingüísticas del pueblo canario que los distinguen de los miembros de otras culturas y otras variedades del español. Ustedes se preguntarán si es posible pasar por el día oficial de la Comunidad sin que haya que leer estos artículos. También, sin que haya que escribirlos. La respuesta es, en ambos casos, negativa. Las jeremiadas sobre las medidas institucionales que hay que adoptar para que no se eternice nuestro secular acomplejamiento identitario, de tipo psicológico y educativo, sobre todo, soslayan casi siempre las de tipo económico (acciones redistributivas, niveladoras, igualitarias) y político (participación política ciudadana, por ejemplo).
Es coherente, si uno/a considera que ese es un rasgo fundamental identitario, alentar el uso del "ustedes" para la segunda persona del plural y deplorar el "vosotros", como rasgo distintivo que se cree que tiene valor intrínseco. Se establece así una línea lingüística entre nosotros/as y ellos/as, con el correspondiente reproche a quien siendo de nosotros no respeta esa línea y utiliza formas lingüísticas ajenas, extranjeras. Se les tilda además de "acomplejados" y de sufrir algún tipo de complejo de inferioridad. Es curioso que no se tenga en cuenta que nosotros/as y ellos/as conviven incluso en el mismo núcleo familiar, y que sus hijos/as utilizan el idioma de las maneras más curiosas: los hay quienes hablan el español peninsular, entendiendo por él la pronunciación del fonema /z/ y el uso del vosotros, otros que mezclan lo anterior con la aspiración de las vocales finales, sobre todo en Gran Canaria; otros que teniendo un padre/madre peninsular y otro/a canario eligen la forma de hablar de uno de los dos; otros que teniendo padre y madre peninsulares eligen la forma, digamos, canaria; otros que con los anteriores hablan la forma peninsular y con sus amigos, la canaria, etc., etc. Condenar el uso que uno considera ajeno, en este caso el vosotros, me parece una acción voluntariosa... e inútil.
Entiendo que el amor a esa comunidad imaginada puede encarnarse de diversas maneras. La mía consiste en imaginarla plenamente democrática, plenamente igualitaria, plenamente justa y plenamente compasiva. Esa sería la comunidad de la que me gustaría formar parte, de la que me sentiría orgulloso, más allá de que sus miembros dijéramos "ustedes" o "vosotros", o "fechillo" por "cerrojo", más allá de que fuéramos plataforma continental de primavera perpetua, viviésemos en una primavera eterna o fuéramos los/as primeros/as en inventar el fuego. Por no hablar de las chocolatinas. Todo eso me da más o menos igual, aun cuando uno pueda sentir cariño por esas manifestaciones culturales con las que está más íntimamente ligado por haberle acompañado a lo largo de la vida que otras cuyo uso, disfrute o padecimiento resultan ajenas. Por no hablar de que se puede cuestionar la autoridad de quien se arroga la facultad de dictar qué es lo nuestro o lo suyo (o lo vuestro o lo de ustedes) en sociedades tan poco homogéneas como las modernas, y, sin ningún ánimo irónico, como las siete sociedades insulares canarias. Sociedades plurales, con lo que conlleva de diversidad étnica, religiosa, lingüística, repleta de cosmovisiones diferentes. Sociedades democráticas en las que el eje vital mayoritario es, además, desde hace mucho tiempo, individualista y no comunitarista. Cómo no, lo que caracteriza a las sociedades modernas, plurales y complejas es el conflicto permanente y nunca resuelto entre valores.
Fijémonos, además, que cuando se hace el canto interesado a cualquier manifestación cultural, siempre se focaliza en que sea distintiva, es decir, que no la posea (o en el mismo grado) otra agrupación social, en una suerte de puesta en valor del producto propio en el mercado de las idiosincracias, que siempre viene bien para el turismo, etc. Porque salvo que me demuestren lo contrario, tanto forma parte de la cultura canaria determinados deportes minoritarios y vernáculos, (la lucha canaria, sin ir más lejos) como otros populares en casi todos los países (fútbol, baloncesto, etc.). Tan canario puede ser el silbo gomero como las reuniones juveniles en torno a un McDonald's. Así son las culturas modernas, una mezcla de lo viejo y de lo nuevo, de lo considerado tradicional y propio y de lo extranjero, que así deja de serlo. ¿Hay acaso alguna costumbre o tradición que no tenga fecha de nacimiento? ¿Hay alguna que se pueda imponer por decreto?
Por otro lado, a falta de conclusiones oficiales y cifras, la impresión que tengo de la Feria del Libro es que, por el lado de la asistencia de público, ha sido un éxito. La arribada de presentadores de telediario, influencers y modelos de pasarela, entre otras personalidades del sistema de medios de comunicación y redes sociales digitales, animaron a mucha gente a formar largas y serpenteantes colas para conseguir esa foto y esa firma, todavía objetos fetiche. Habría que ver si efectivamente se incrementaron las ventas de libros con respecto al año pasado o a ferias pre-pandemia.
En cambio, por el lado, digamos, de la opinión de gran parte del mundillo literario, la feria fue bastante decepcionante, por el poco realce concedido a nuestros/as escritores/as locales, que apenas les dejaron lucirse en la programación y, por extensión, a la literatura en general. No sé si a los libreros/as la preocupación por la literatura les quita el sueño. Tampoco, si a los/as gobernantes de las instituciones públicas las cuentas les importan algo mientras figure el escudo. En cuanto a Saramago, icono del sarao, no parece que haya ganado en popularidad entre la ciudadanía lectora, pero reconozco que esa es mera impresión mía.
En todo caso, lanzo la idea de organizar otro tipo de evento, tal vez paralelo a la susodicha feria. En un primer momento podría parecer que se guetoíza la literatura, claro, al desmembrarla del festejo consumista. En un segundo, podría servir de fomento y regocijo, no solo para los/as autores/as locales o foráneos/as, sino para ese sector, creo que todavía importante numéricamente, interesado menos en likes y follows que en disfrutar de las posibilidades morales y estéticas de la narrativa y de la poesía. Un festival que sin soslayar la venta de libros (que es de lo que viven las librerías) seduzca a aquellos/as ciudadanos/as susceptibles de disfrutar de la literatura. No estoy pensando, por cierto, en el método, tan empleado por las instituciones públicas en otros ámbitos artísticos de traer, cueste lo que cueste, a figuras de talla mundial, galáctica o universal, para que disfruten de ellas nuestros/as patricios/as sino en organizar actividades que permitan vislumbrar el milagro de la creación artística tanto desde el punto de vista lector como creador.
Se abre el concurso de ideas.
POLILLAS AL ANOCHECER-RADIO GUINIGUADA
Pues gracias a la Feria yo he podido comprar literatura hecha por autores de aquí y de ahora. Compré por ejemplo Tormenta García, de Julieta Martín Fuentes, Dátiles por la vereda, de Nadia Jiménez, Azulmadre de Javier Estévez y La hijuela, de Marcos Hormiga, que usted ya ha leído y comentado en este blog. En ese sentido, y hablo de mi experiencia, sin la Feria quizás yo no hubiera leído nunca a estas escritoras y escritores "del país". Saludos.
ResponderEliminarPues (sin ironía) me alegro sobremanera. Ahora mismo estoy leyendo uno de los libros que Vd. menciona. No obstante, para adquirirlos no era preciso haber esperado a la Feria. Otra cosa, claro, es que por alguna razón en la Feria se les haya puesto (metafóricamente hablando) el foco y por esa razón destacaran del resto.
ResponderEliminarLas realidades son plurales y muy hibridas en estos tiempos, claro que sí, vivo en aulas llenas de jóvenes híper modernos y tan canarios son los muyayos que se arremolinan en la mesa de un McDonald alrededor de un paquete de McNuggets como los que esgrimen el timple alrededor de un asadero de carne de cochino y papitas arrugadas. El meollo de la cuestión, me parece, no es el vosotros y el ustedes, sino la razón (sea la que sea) por la que elegimos expresarnos de una u otra forma. Si la elección tiene que ver con la creencia de que una es más correcta, prestigiosa o culta, y la otra merece ser escondida en la trastienda, a mí me sigue pareciendo que es muy sano reflexionar y caer en la cuenta. Incluso que luego cada quien haga lo que quiera con sus conclusiones. Te lo dice una moganera que se crió en Las Palmas, recorre el universo físico y simbólico a través de viajes y lecturas, va al estadio a aplaudir a Viera y a Moleiro, cantaba en una parranda hasta hace poco y salía corriendo del ensayo para ir al Auditorio a escuchar música que se encuentra en las antípodas. Más de una persona me comentó, en la cola del Hiperdino o en la cafetería de la equina, que el textito díadecanarias les había hecho preguntarse por qué con casi cincuenta años empezaron a decir vais, sabéis o queréis. Y me gustó la reflexión y la conclusión, totalmente personal, a la que llegaron. Que cada quien hable como quiera, con conciencia, si es posible. Te mando saludos, los más cordiales.
ResponderEliminar(Soy Alicia LLarena, no sé por qué salió anónimo. Más saludos)
EliminarPrecisamente, Alicia, que cada una/o hable como quiera (y como escribes, a ser posible con conciencia). Lo que a mí me llamó la atención de tu artículo, y que me pareció criticable, fue el tono normativo. Si lo que te molesta es que haya gente que conceda prestigio a una determinada forma local de hablar frente a otra, comparto esa molestia. O considerar que haya un acento "correcto" o "puro" frente a otros que no lo son, etc. Abriendo el plano, hasta cierto punto es 'normal' que el español hablado desde los centros de poder (el de Madrid) y que se ha irradiado a través de los medios de comunicación (también, por lo menos durante mucho tiempo, solo o mayoritariamente enclavados en Madrid) se convirtiese en 'norma' para el resto de territorios (políticamente subordinados), donde se hablaba con otros acentos y se utilizaban otras palabras (y otras lenguas), aparte de directrices administrativas en ámbitos como el educativo. Eso no ha ocurrido en países como (tal vez) Chile o Argentina, donde el español de las provincias es el mismo que el de la capital (aquí me aventuro porque no conozco su diversidad lingüística, si la hubiera). Me imagino que lo que sí se ha producido es el ninguneo de las lenguas indígenas. Respecto a España, quiero creer que esa situación ha cambiado: al menos en los medios de comunicación masivos coexisten todo tipo de acentos y variantes del español. Incluso ya no es rara la presencia de otras lenguas como el catalán, vasco o gallego en el espacio público nacional. En todo caso, como bien sabes, las lenguas no paran de cambiar, y nadie puede predecir cómo se hablará en Canarias dentro de 100 o 200 años ,y menos juzgar si eso será 'peor' o 'mejor'. Encantado de saludarte, por cierto.
EliminarGracias por este conversatorio, Ubaldo. Encantada también de saludarte. Si te fijas, el asunto del “vosotrismo” (lo llamo así por abreviar, simplemente) lo propuse en el artículo como un síntoma de algo más amplio (que es lo que me interesaba subrayar), que es el escaso conocimiento y por lo tanto la escasa valoración y aprecio que tenemos por “lo nuestro” (me da grima esta expresión, pero sé que entiendes que no hablo de fijación a identidades nacionales ni a folklorismos limitantes, es un modo de entendernos). Por eso mencioné nombres de nuestra historia (desde Kraus hasta Manrique, por ejemplo) que junto a enormes figuras internacionales de la cultura y la ciencia de hoy en día pueden ser motivo de orgullo y faros de luz inspiradores hacia un crecimiento como sociedad y mucho más estables y hondos que el brillo efímero (aunque maravilloso) de deportistas como Valerón o Pedri. Las palabras de la cantante Ana Guerra sobre lo bien que se habla el español en la península creo que ilustra la “falta de ignorancia” que diría Piedra Pómez sobre la corrección y validez de nuestra variedad dialectal. Y en este momento, me parece, hay una correlación entre ambas cosas: la falta de aprecio, el desconocimiento y la desvalorización de lo propio (en medio de estas sociedades globales e hibridas, sin duda, cosas a mi modo de ver perfectamente compatibles, entiéndase bien “lo propio”). Que la gente más joven o quienes han residido tiempo en la península o tienen padres y madres de allá, sean vosotristas, nunca me pareció extraño, pero sí que de pronto personas con cincuenta años empiecen a hablar de este modo… Las lenguas son entes muy vivos y profundamente cambiantes, absorben de otras lenguas y son milagrosamente creativas. También son tremendamente sensibles a la valoración, porque si hay algo que nos significa (nivel educativo, clase social, origen, etc) es nuestro modo de expresarnos. Postulaba, entonces, el vosotrismo, como un síntoma (uno entre muchos, por cierto) de nuestra falta de auto conocimiento y valoración, no tanto como una directriz lingüística a fomentar o imponer. Parece que el tema está candente y lo que resonó fue sobre todo este aspecto. Añado que como moganera he sido también testigo de lo que significaba/significa hablar en la capital con palabras asociadas al ambiente rural, de tal modo que dejáramos de usarlas precisamente por esto (cachimba, fechillo, etc). En Latinoamérica, los países que mencionas y otros como Perú o México, también hay diferenciación entre el español de la capital y el español “de provincias” (término aún despectivo donde los haya). Todo depende luego de hasta qué punto nos influyan, condicionen y determinen las opiniones y valoraciones externas, claro está. En fin, no sé si te he aclarado algo el sentido del artículo, pues no fue intencionado el tono normativo que apreciaste. Estuve a punto de decirte que habláramos un rato por teléfono para no hacer tan extenso este comentario, pero bueno, encontré un ratito para seguir conversando contigo y ahí va, junto a un abrazo.
EliminarEstá claro que este asunto da para mucho, en sus vertientes social, lingüística y política, al menos. Pero hablar de todas las implicaciones desbordaría de lejos el asunto que nos ha traído aquí. Por problematizar, problematizaría incluso la lista de referentes inspiradores. En todo caso, es una discusión que podremos continuar en otro momento. Te agradezco sinceramente que te hayas molestado en escribir estas aclaraciones, Alicia (supongo que serás Alicia porque sales como 'anónima').
EliminarOui, je suis Alice, podía deducirse del propio comentario. Saludos, Ubaldo.
ResponderEliminarYa averigüé como salir del anonimato
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