Compartiré con Vds. que después de la reseña de La paja en el ojo de Dios, pero no por su causa, creo, las visualizaciones del Polillas se han multiplicado. Así, el número de visitas, cuando aún no ha terminado julio, es el máximo en la historia del blog, nacido en noviembre del ya lejano, antiquísimo, 2016. De todos modos, imagino que será algo puntual y que luego el blog volverá a unos niveles más normales, que, como dirían los economistas, son "de crecimiento lento, pero sostenido".
Debido a circunstancias varias, entre las cuales la no menos importante ha sido mi indecisión, no he podido leer, ya que ni siquiera escoger, otra obra este mes para reseñar, analizar y meter un poco el dedo en el ojo. No obstante, dado este pequeño impasse de lecturas específicas para el blog, he considerado conveniente actualizar mi lista de lecturas para que Vds., ávidos de curiosear bibliotecas ajenas, le echen un vistazo, por si fuera de su interés.
Sin embargo, pronto retomaré las lecturas de ficción cuyo análisis suscita sumo placer a mi público lector, con especial atención a las obras patrias que tanto patrimonio crean y tantos beneficios intangibles nos procuran.
Capítulo aparte merecería nuestro viceconsejero de Cultura, Juan Márquez, porque, entre otros asuntos, su concepción de la cultura y del arte es indistinguible de sus predecesores, con los que imagino que está políticamente confrontado, así como, si ese concepto ha llegado a conocerlo, del arte público, o simplemente de una visión democrática de la cultura que no signifique solo regar con subvenciones a todo aquel que agite la bandera del arte. Para Juan Márquez, cultura es también cohesión social, apaciguamiento del conflicto social, digan lo que digan Maquiavelo, Gluckmann, Bourdieu y quienes se le pongan por delante, y construir palacios de congresos en todas las islas del archipiélago canario. Digo yo que por qué no, si de verdad queremos extender la cultura al máximo, en cada municipio: ¿es que acaso es un elitista cultural?
También el buen hombre ha tenido a bien, desde su viceconsejería, convocar un ¿concurso? ¿premio? para que aquellos que lo estimen adecuado envíen sus manuscritos para que los elegidos/as reciban a cambio unos euritos (atención a los criterios de valoración en las bases). Así, crearán colecciones de forma espontánea, ex nihilo. Donde antes había un solar, ahora crecerá un vergel: adanismo cultural del bueno. Lo hace, además, para "fomentar la actividad literaria", que, como todo el mundo sabe, es buena en sí y para sí y para todo lo que le rodea. Es posible que a Juan Márquez en Podemos lo consideraran experto en Cultura y Espectáculos porque es licenciado en Música, y lo primero, naturalmente, se deduce de lo segundo.
Volvamos a lo que de verdad es tangible. Aquí va la pequeña lista:
1) La política contra el Estado. Sobre la política de parte, de Emmanuel Rodríguez López
Una obra de filosofía e historia política que se interroga sobre la génesis, desarrollo y vigencia de conceptos tales como "autodeterminación", "revolución", "socialismo", "política" o "Estado" en el marco de sociedades profundamente divididas y bajo un régimen económico capitalista. Autores como Marx, Lenin, Kelsen, Gramsci, Althusser, Poulantzas, Kropotkin o Rancière salpican las discusiones téoricas y los análisis de la praxis revolucionaria o reformista que se han venido desarrollando en la izquierda a lo largo de los dos últimos siglos, que son precisamente los del advenimiento del capitalismo y de la sociedad burguesa. Erudición, agudeza y crítica se combinan, a mi entender, con brillantez en este tratado.
La razón del desastre estaba ya en la consigna de 1917: "Todo el poder para los soviets", pero solo hasta que el partido se hubiera hecho con los órganos del Estado, hasta que el partido se hubiera hecho con el control de los instrumentos de coordinación de los propios soviets. Entonces, finalmente, el poder de los soviets y el poder del partido coincidirían; y entonces los primeros se volverían completamente prescindibles. La transición se produjo muy rápido. Tras la progresiva eliminación de los otros partidos de la democracia soviética (mencheviques, social-revolucionarios, anarquistas), los soviets, dominados exclusivamente por los bolcheviques, quedaron como organismos inanes frente a la rápida expansión de los órganos políticos del Estado. (Pág. 36)
2) La literatura del pobre, de Juan Carlos Rodríguez.
Este autor, que ya me había dejado patidifuso con su obra La norma literaria, vuelve a ejercer un análisis penetrante, estimulante y erudito, en esta ocasión con la figura del pobre en la literatura del Siglo de Oro, en especial, de La Celestina, el Lazarillo de Tormes, el Guzmán de Alfarache y El Quijote. No diré que sea todo el tiempo una lectura fácil, pues uno debe, como en toda obra escrita con cierta sistematicidad, aprehender los principales conceptos -a veces creados ex profeso- para poder avanzar -y aprender- en la comprensión de la tesis del autor. No solo la reverberación del abandono del feudalismo en el siglo XVI y el surgimiento del incipiente capitalismo, sino su profunda imbricación con los cambios sociales y de mentalidad son la base argumental de Rodríguez respecto de la literatura de aquella época, en especial en la figura del pobre: sirviente, criado, etc., y su relación con las clases detentadoras del poder y de la riqueza. Un gustazo y un montón de conocimientos. Quién puede pedir más.
Lo espinoso del asunto consiste en esta cuestión clave: ¿dónde y cómo acaba la pobreza como enunciación social y dónde y cómo comienza la pobreza como enunciación literaria? Hay que partir de la base de que en el ámbito de la pobreza entra todo: desde la renuncia al mundo a la miseria real en el mundo; desde la distorsión moral ya desde niños a la añagaza o el fingimiento absoluto; desde el crimen o la delincuencia a la patada en el trasero que recibe Mozart por no querer someterse a su señor; desde el ladrón que no cree en el pecado hasta el arrepentido que cree en él; desde la explotación al explotado; desde el niño, de nuevo, al adulto ya herido para siempre... Cuando la pobreza se empieza a convertir no en una cuestión humana o religiosa sino en una cuestión social, empiezan a desaparecer sus límites. Y de ahí la diversidad de sentido.
Pues no olvidemos que el sentido es el límite. (Pág. 39)
3) Las nubes, de Aristófanes
Siguiendo con los clásicos, Aristófanes ha vuelto a ser objeto de lectura de un servidor con Las nubes, de la que he disfrutado no solo como interesado (ávidamente) en la Atenas clásica, sino como mero lector. Una comedia cuyo humor salta por encima de los siglos con total impunidad. A mí me encanta ese:
ESTREPSÍADES. ¡Sócrates! ¡Socratito!
SÓCRATES: ¿Por qué me reclamas, oh ser efímero?
O aquel:
CORIFEO. (...) se suele decir que las malas decisiones
son lo propio de esta ciudad, pero que siempre que cometéis
una equivocación los dioses la vuelven a vuestro favor.
En una historia en la que un hombre, Estrepsíades, acosado por los acreedores, cree que aprendiendo el arte de la retórica de los sofistas logrará librarse de aquellos, con consecuencias lastimosas. Léanla, no se arrepentirán.
No puedo decir realmente que el libro estuviera ya escrito. Fue algo que se apoderó de mí, que tomó posesión de mí, y antes de que pudiera acabarlo -esto es, antes de que finalmente emergiera de esa experiencia con la primera parte terminada-, tuve la impresión de que el libro casi había acabado conmigo. Fue exactamente como si esta gran tormenta negra de la que he hablado antes hubiera descargado y, entre el resplandor de los relámpagos, hubiera vomitado desde sus profundidades una inundación torrencial, ingobernable. A su paso, la riada lo había arrasado todo, lo había arrastrado todo, como sucede cuando un caudaloso río se desborda. Todo, incluido yo mismo. (Pág. 43)
Es posible que este libro, junto con el de Emmanuel Rodríguez López y los de José Luis Moreno Pestaña (Los pocos y los mejores y Retorno a Atenas) sean de lo mejor que he leído de filosofía política por autores españoles en los últimos tiempos. Una singular mirada, la de Fernández-Savater, que analiza el poder y el conflicto desde la perspectiva de los débiles, esto es, desde una perspectiva que debe ser guerrillera. Con este prisma, analiza el 15M, el surgimiento de Podemos y el marco político contra el que se rebelan. Las virtudes y errores de un movimiento popular y asambleario que cambió los usos y costumbres de la política española desde la modélica Transición y la creación del denominado régimen del 78, que no tardó en aplicar, no obstante, sus anticuerpos políticos y mediáticos. Un libro importante.
La democracia y la paz civil no son "lo otro" de la guerra, sino una tregua. En esa tregua no desaparecen las violencias y las amenazas que aseguran diariamente el orden de la propiedad y los privilegios, sino que se reacomodan y funcionan distinto. La ilusión de una política sin fuerza lleva a respetar el consenso como marco de juego exclusivo donde moverse. La ilusión de una fuerza sin política lleva a pensar que hay que oponer a la fuerza de los fuertes una fuerza idéntica en respuesta. Por un lado se pierde de vista el problema de la fuerza, por otro se piensa solo en clave de la fuerza de los fuertes. (Pág. 63)
No hay comentarios:
Publicar un comentario