martes, 9 de marzo de 2021

El blog, cuatro años después

   Al cabo de un período, como quiera que lo definamos o consideremos, por ejemplo, los cuatro años y pico de existencia de este blog, uno debe preguntarse qué ha hecho y replantearse por qué. No les oculto que, de manera periódica, he puesto en duda la continuidad, no digo la necesidad, del blog porque, en definitiva, su razón de ser ya se ha demostrado. ¿Es posible seguir escribiendo cuando la denuncia que motivaba dicha escritura ya se ha formulado una y otra vez? Si contestamos negativamente, es decir, si consideramos que repetirla es inoportuno por cuanto consideramos que los lectores ya están avisados, entonces cabe preguntarse por el sentido de un blog que nunca ha sido sólo de reseñas, sino, sobre todo, de crítica de la cultura.

Tomarse el blog como divertimento, como hobby, nunca ha sido una opción real que haya manejado este quien les escribe: la intención ha sido poner en cuestión una forma de ser y de actuar generalizada en los medios de comunicación e Internet. No obstante, también he tenido claro que influir de manera decisiva en la percepción general sobre el mundillo literario y cultural está, siempre lo ha estado, fuera del alcance de un blog de este tipo. Por otro lado, no podía dejar de escribirlo desde el momento en que se toma conciencia de la desfachatez que se exhibía -y se sigue exhibiendo- en todos los eslabones de la cadena de producción cultural en la que incluimos también a los políticos y mecenas privados de turno.

Así, insisto, este blog nunca ha sido, en realidad, mero espacio para hablar de lecturas favoritas, ni para aspirar a recibir el elogio del escritor o escritora famosos del momento. Ha sido más bien un lugar de crítica de la complacencia infundada en la literatura y del espejismo de la cohesión social atribuido a la cultura, porque no podemos dejar de considerar que engañar a las personas no está bien casi nunca, y estoy pensando en la política, y que ese escaso margen que deja el "casi" debe ser, con posterioridad, sometido a la rendición de cuentas más escrupulosa e implacable que pueda imaginarse. 

No, la literatura ni el arte progresan a base de halagar al artista, al editor, al galerista o, ya que nos ponemos serios, al público. Todo perfeccionamiento, todo refinamiento o avance, o si no queremos hablar en esos términos respecto de la creación artística, toda nueva forma de encarar los asuntos humanos y profundizar en ellos, no puede provenir sino mediante la crítica de lo existente y de lo heredado. El halago y el elogio son, por lo general, conservadores, pues si uno está satisfecho con lo que tiene, ¿para qué cambiarlo? De hecho, como ejemplo, hasta antes de la pandemia, los políticos de la derecha (y de parte de la izquierda) española no dejaban de considerar a la sanidad patria como "de las mejores del mundo", en su modelo mixto público-privado que significaba aumento de los beneficios de la sanidad privada a costa de la pública. Cuando se vio que no era así a raíz de la extensión del Covid19 y las decenas de miles de muertos, se ha comenzado a criticarla con profusión. Es solo entonces cuando comienzan a imaginarse posibilidades de mejora que antes eran invislumbrables.

Tampoco, no lo olvidemos, la literatura nos hace necesariamente mejores, entendiendo por mejores que seamos más virtuosos en algún sentido moral. La literatura puede hacernos ver, quizá, que somos capaces de ser más compasivos, pero, por qué no, también más malvados. Puede iluminarnos, pero, no es ninguna sorpresa, también corrompernos. La opinión generalizada es de otro signo, claro. Por ejemplo, en una reciente conversación, por decirlo así, en Twitter, el escritor Gonzalo Torné afirmaba: "La lectura mejora a las personas en un porcentaje altísimo. Esa es su función, madurarnos".

Imagínense, no lo habría sospechado nunca, que la lectura tenía una función concreta y que esa era, por qué íbamos a pensar otra cosa, "madurarnos", sin que su significado sea autoevidente. Por no hablar del verbo "mejorar". Cuando lo interpelé al respecto (*), salió a relucir el recurso del porque sí, con estas palabras: "es evidente e incuestionable que nos mejora". Eso yo lo entiendo como "A mí me gusta escribir, tengo cierto reconocimiento por eso que hago que me gusta, que es escribir, luego lo que hago es bueno para la humanidad". En otros campos de la acción humana, como en la música (o en el ajedrez, o el deporte, en general) ocurre lo mismo (recordemos, por ejemplo, a Ricardo Mutti y su defensa de la Cultura, sin ir más lejos, y, a la sazón, un artículo de Javier Moreno al respecto). Es posible que salgamos a la calle y nos encontremos con un numismático que nos asegure que el coleccionismo es una actividad harto recomendable para elevarnos sobre nuestra vulgar animalidad o que la cinegética desarrolla el amor por la naturaleza y los seres sintientes. En una ocasión asistí a una reunión multidisciplinar, poliédrica e isomórfica llamada Proa 2020, cuando era alcalde Juan José Cardona, en la que cada supuesto representante de una disciplina artística como la música, el cine, la danza, la cerámica, etc. consideraba que la suya era "imprescindible" para la formación integral del ser humano, que debía enseñarse en los colegios, y, sobre todo, que el Ayuntamiento (en este caso) debía subvencionarla. Una de las implicaciones, quizá no querida, era que todos los seres humanos éramos profundamente incompletos y bastante incultos, proclives a la inminente bestialización si no le poníamos remedio cantando, bailando y viendo películas a cargo del erario.

Son estos lugares comunes, estos tópicos irreflexivos, estos "porque yo lo valgo", a veces ingenuos, a veces hipócritas, cuya contestación no suele gozar de la misma popularidad ni muchos menos difusión, por lo que, en su momento, consideré que al menos un blog podía ejercer una suerte de contrapunto, aunque fuera simbólico, ya que no efectivo. 

En fin, toda esta reflexión viene a cuento de que, en ocasiones, a pesar de que lea mucho y variado, lo importante no es la reseña del libro X o reírnos de la última tontería de la reseñadora Y, sino, digamos, la crítica sociológica y política que dimana de toda la alharaca comercial e institucional respecto de la cultura, el arte y la literatura.



(*) Enlace a la conversación pública en Twitter:  https://twitter.com/gonzalotorne/status/1366461016113090563



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