martes, 16 de marzo de 2021

'Desde la línea', de Joseph Ponthus

Después de aquella polémica por la premio Nobel de Literatura cuyo agente la cambió de editorial española (Pre-textos)porque, según parece, esta no pagaba a tiempo, ahora ha surgido otra, también con una mujer como protagonista, por los requisitos que debía poseer su traductora a otros idiomas. En un caso me parece bien, en otro quizás posee matices que me impiden establecer una opinión terminante al respecto. En todo caso, no nos engañemos, no importa nada. A mí no me importa demasiado, y al mundo editorial y al mundo en general no le importa que a mí me importe o me deje de importar. El caso es que sin polémicas de este tipo, que antes permanecían sin conocimiento del público porque en definitiva no son sino relaciones contractuales entre autores y editoriales, los medios de comunicación tendrían menos material para rellenar sus programas y páginas, y sus sitios web. Lo cierto es que también estas polémicas suscitan interés (y tal vez, ventas, que es de lo que se trata) por esa materia tan aburrida que es para el profano la poesía y, ya que estamos, la literatura en general.

Dicho lo cual, echo de menos alguna trifulca en el mundillo literario local, para divertirnos un poco. El único que lo intenta de manera periódica soy yo, así que ya ven la repercusión que pueden tener mis impertinencias. Escaso éxito, sin duda. No sé, esa sensación de buen rollo entre novelistas, cuentistas y poetas, que sé que no es sino pura impostura, resulta tan empalagosa que dan ganas de quitar a golpe de BOC todas las subvenciones para animarlos/as a que salten a la arena y se quiten las sinecuras e invitaciones a festivales unos/as a otras/os. Se me hace difícil imaginarme tamaña carnicería.

En fin, ensoñaciones aparte, llevo un tiempo con la novela de un canario ya fallecido, que, por ahora, no está nada mal. Pero, no sé, a veces si la literatura no me maravilla un poco, una pizca de exotismo, si no me hace salir de mí mismo, de mi entorno, de mi cultura, de mi cotidianidad, me aburre. No mucho, quizá, pero resucita mi peor vicio, que es la pereza. Y así busco cualquier cosa para no leer la novela: hacer café y tostadas, comer, ir al baño, mirar aquella palabra en Internet que de repente me resulta urgentísima, poner la tele, apagar la tele, ya no tengo tiempo y me voy al trabajo, después vuelvo y como, la siesta, ese recado a las cinco de la tarde, por la noche ya estoy cansado y prefiero leer, no sé, cualquier otra cosa, etc. Ya se me pasará, pero para otra ocasión.

Así que, hoy, con Vds.:



En una primera impresión, fugaz momento, Desde la línea, de Joseph Ponthus, un francés recientemente muerto, podría excitar a la chiquillería influencer y cantautoril devenida en poeta en los últimos años. Han descubierto la piedra filosofal del verso, que no es sino escribir una frase en prosa, llevar el cursor hasta la mitad, más o menos, y darle al ENTER. ¡Plim, poesía! Poesía soy yo y lo que me salga por ahí. 

Digo esto porque la novela está escrita en frases muy cortas, a veces solo una palabra o dos, que se asemejan, en mi opinión, sin serlo, a versos. Y sin signos de puntuación. Es una prosa, como consecuencia, fragmentada, pero quizá por lo mismo, vertiginosa y muy fácil de leer, en primera instancia. Según señaló el mismo autor, quería plasmar el ritmo vertiginoso de la línea, de la cadena de producción de las fábricas alimentarias en las que trabajó. Además, ofrece un vocabulario salpicado de vulgarismos, pero en cuyo interior se insertan multitud de citas y referencias musicales y literarias tanto cultas como populares, de manera natural, no como los arranques de pedantería en las novelas de los que tenemos por escritores/as en estas ínsulas baratarias. Baste decir esto para no confundir a nuestro autor con los/as poetas recién horneados por la industria. 

Es, como Ponthus menciona en el texto, literatura obrera, de la que tantos ejemplos magníficos se han escrito (me saltan, ahora mismo, a la mente, Las uvas de la ira, de John Steinbeck, o La parcela de Dios, de Erskine Caldwell) y mil más, que sin duda tienen Vds. mejor bagaje de esta literatura que yo. Así que a los que apenas hemos rozado una fábrica, ese relato embrutecedor y alienante, unido a la temporalización del trabajo asalariado y su precarización, ofrece un panorama desolador, inquietante y deprimente, por decir algo de estas sociedades del bienestar en que vivimos. Imagínense el trabajo proletario en las sociedades de los países que no son del bienestar. Puede que no haya palabras aunque haya imágenes y documentales y películas.


Entre varias toneladas de sables granaderos y abadejos

Hoy he descargado trescientos cincuenta kilos de quimeras

Ignoraba hasta esta mañana que existiera un pescado con

ese nombre


Mis quimeras llegaron después de la pausa

Curioso pez con dos hermosas aletas en la parte baja

del vientre que podrían semejar alas

Quizá de ahí provenga el nombre

O no


Ha bastado para alegrarme la mañana

Decirme que había descargado quimeras


Es 31 y por la tarde me paso por la ETT para recoger mi

anticipo porque nos pagan reglamentariamente el 11

del mes siguiente

El anticipo asciende como máximo al setenta y cinco por ciento del tiempo trabajado

Los de recursos humanos de la fábrica no han validado

aún las horas de mi última semana de trabajo

O sea que cobro el cincuenta por ciento de lo que me 

corresponde


Una quimera más (Pág. 29)

 


Hay que leer el Diario de un obrero de Thierry Metz

Es una obra maestra

Publicada en la colección L'Arpenteur de Gallimard

en los años noventa

El libro

Me lo recomendó Isabelle Bertin por Facebook

Lo encargué inmediatamente como cualquier libro obrero

que encuentro ahora mismo 

Lo recibí ese mismo día

Un bofetón (Pág. 67)


Vuelvo

Empujo reses

Sudo como un cerdo

Tanto que el efecto del antiinflamatorio empieza a atenuarse

Dos horas más y luego picar billete

A casa

Una hora y media más

Lo que dura un partido de fútbol

Y mañana ya veremos

Una hora solamente

La cosa se pone interesante

Ya no empujo con los brazos con el cuerpo con la espalda

Es mi todo mi nada quien empuja

Sí para pasar el rato canto

Llega el final


Antes de salir

Me llego al supermercado del matadero a comprar carne

a bajo coste

Carne de caerse de espaldas de lo buena que está

De follarle el culo a la Santísima Virgen

Una falda un entrecot una entraña una babilla qué sé yo

que me comeré nada más volver a casa con unas patatitas

Es como si necesitara alimentarme de esta carne que 

empujo a diario (Pág. 139)


Eso se relaciona, les guste o no, con el fetichismo de la mercancía marxista: ignoramos el trabajo que hay detrás de cualquier producto que se ofrece en el mercado, desde un balón de fútbol a una caja de gambas. Casi creeríamos que se cultivan en los estantes de la tienda o del supermercado: magia. O, ya que estamos en este blog, el trabajo que hay detrás de un libro: la industria del papel (extremadamente contaminante), la de la tinta, los trabajos del editor, del revisor, del creativo de marketing, del periodista cultural, del autor/a. Si no, ¿cómo habría llegado este mismo libro a mis manos?

Escrito lo anterior, Desde la línea me parece un trabajo apreciable. Sobre todo a partir de la segunda parte del libro, me recuerda a De ganados y hombres, de Ana Paula Maia. A veces roza, que no cae, en la verborrea, con ese empeño en las enumeraciones y en la descripción sentimental, pero a mi juicio se contiene justo a tiempo. A esto se añade que soy muy amigo, llámenme travieso, de las transgresiones formales. Así pues, esta obra ¿es novela, poesía, poesía novelada, novela poética, chirimbolo o jorflainder? En este sentido, recuerdo, ahora mismo, la curiosa Conjunto vacío, de Verónica Gerber Bicecci. Por lo demás, por las razones ya mencionadas, el libro se lee fácil. Además, algunas referencias de la cultura francesa se explican en unas notas al final del libro, junto a un valioso texto de la traductora, Regina López Muñoz (ojalá siempre se acompañara una traducción de un pequeño dossier del traductor/a explicándola). Oigan, porque si un artista muestra su voluntad de desquiciar los tiempos, aunque sean los de la literatura, me interesa un poquito más, qué le voy a hacer.

EN DEFINITIVA, Desde la línea es una obra que no gustará a todos/as, ya por su estilo, su forma o su temática. Lo contrario, para quien sí. Muestra un lado de la existencia que a veces no queremos ver, que de manera egoísta pensábamos que no nos iba a tocar, pero a la que ahora cada vez más personas en movilidad social descendente se ven abocadas. La clase media siempre ha obviado, cuando no despreciado, a las clases bajas porque pensaba que el esfuerzo, el mérito y la educación, por una especie de justicia social o natural, tenía como consecuencia ineluctable vivir mejor, conllevaba progresar. Si alguien no salía de la pobreza o, peor, caía en ella, sin duda se debía a sus pocas ganas de trabajar, a una indolencia culpable. El sueño se ha truncado, aunque a esa racionalización de la pobreza y de las desigualdades (ese famoso "culpar a la víctima") sigue adherida a la visión del mundo de gran parte de nuestra sociedad. Importa poco: la creciente proletarización y precarización de gran parte de la clase media obligará a muchos/as a cuestionar ese relato que, como todos los hegemónicos, proviene de unas élites solo preocupadas por que la distribución del poder y de la riqueza siga en sus manos. 










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