Desde la última entrada del blog, se han sucedido un montón de eventos literarios, según los medios de comunicación. Para empezar por algo, los responsables de la editorial Pre-Textos han llorado y quejádose amargamente porque el agente de la última premio Nobel de Literatura ha roto el contrato con ellos. Muchos conspicuos miembros del mundillo han hecho suyo el llanto y se han solidarizado, rasgádose las vestiduras, y tal. Otras fuentes, en cambio, dicen que bien merecida está dicha ruptura por las malas prácticas de la editorial. Vayan Vds. a saber: la verdad está ahí fuera.
Además, los responsables del Cabildo de Gran Canaria decidieron seguir gastando el dinero del presupuesto público en las cosas de la cultura para retomar un concurso literario en recuerdo de (o tomando como excusa a) Pérez Galdós (ya les avisé en su momento de que este año nos íbamos a hartar de Galdós, de panegíricos a Galdós, de hagiógrafos/as de Galdós, de comentarios cordiales a Galdós, etc.), que se lo ha llevado, o se lo ha ganado, o se lo han dado, a Santiago Gil, un autor muy querido de este blog. Si este premio se lo ha llevado una buena novela o, en cambio, otra más de las que nos acostumbra este autor, ya lo veremos cuando la publiquen, si es que algún feliz alineamiento cósmico no lo impide.
No menos importante es el Premio Cervantes, otorgado este año al poeta Francisco Brines, quien se ha apresurado a declarar en un alarde de originalidad que lo importante no es el premio, sino "la poesía". Resulta descorazonador asistir cada año al rapto de entusiasmo del literato/a galardonado, como si el pase definitivo al Parnaso lo concediese el Ministerio de Cultura o la Casa Real. Aparte del dinerillo, que tampoco está mal, aunque no suelan reconocerlo porque, ya se sabe, la cultura es cosa del espíritu y no de la cuenta corriente.
Por otro lado, un canario ha ganado otro premio, éste del enemigo público número uno de los/as escritores/as, editoriales y librerías, que es Amazon. Curiosa paradoja, sin duda. Ya sabemos que muchas personas no solo quieren escribir, no solo quieren vivir de lo que escriben, también quieren ser famosas, y no en ese orden. Cuando no haya librerías y todo lo venda Amazon, ya nos lamentaremos. También, como curiosidad, la antigua Viceconsejera de Cultura del Gobierno de Canarias, Dulce Xerach, que, además de escribir artículos bastante simplones sobre arquitectura en el cuadernillo cultural de La Provincia, escribe novelas policiacas, ha conseguido, por decirlo así, que una de ellas se haya convertido en cómic de la mano del "artista" Nebras Turdiade. Los medios de comunicación lo han considerado noticia, supongo que por lo original de la iniciativa.
Por último, se ha celebrado en Las Palmas de Gran Canaria, un festival (otro) de novela negra titulado LPA Confidencial, dirigido por Mayte Martín, conocida en este blog por su deplorable novela La espiral del silencio. En este festival también participan otros autores reseñados en este blog como Alexis Ravelo, Leandro Pinto o Christian Santana, por ejemplo. Espero que a todos/as les haya ido muy bien, hayan pronunciado sesudos discursos aderezados con el oportuno chiste y que disfruten de las mieles de lo que sea que les depare el destino.
No me pregunten por qué me ha dado hoy por hacer de agenda cultural a posteriori...
En otro orden de cosas, es decir, la reseña que tanto tiempo llevan esperando, el turno le toca hoy al conjunto de relatos denominado Noches de naufragios, de Fabio Carreiro Lago, que un día vive en Tenerife, otro pernocta en Gran Canaria y otro tercero trabaja en Lanzarote: nuestro Gulliver local. No sabría decirles cómo llegué hasta él, aparte de que figura en el catálogo de la conocida editorial Baile del Sol, tan pródiga en publicaciones. El caso es que aquí estamos.
Pues bien, Noche de naufragios consta de cinco cuentos de variado interés y calidad. Los dos primeros no están nada mal, aceptablemente bien escritos, sin las habituales frases hechas ni tampoco los recurrentes cantos al yo lírico-filosófico del autor de turno. Además, los dos cuentos se leen bien, con una notable capacidad para sumergirnos en la geografía que, sin caer en la falacia patética, le otorga un contexto apropiado a lo narrado. Podría achacársele, no obstante, así al menos lo percibo yo, un deseo espurio por cierto efectismo argumental que en vez de conseguir un efecto catártico hace previsible el desenlace de los relatos. En el primero, El ángel del hogar, esto se hace evidente, debido a su brevedad, enseguida. En el segundo de ellos, más interesante, El naufragio de los sueños, cierto giro narrativo no necesario, casi al final, estropea, a mi juicio, una magnífica historia, que parte del tópico quesadiano del inglés/inglesa que viene a parar, en soledad, por esas cosas de la vida, a Canarias.
En cambio, el tercer relato, La llave, a pesar de su inicio prometedor, se vuelve aburrido: la historia de la anciana sumida en el deterioro físico y mental, paralelo a la ruina de su caserón es, perdonen la fácil imagen, igual a la decadencia de la historia. La historia se vuelve plomiza por momentos para culminar en una relación psicológicamente desacertada de las lecturas de juventud de la protagonista, que se vuelve de lo más lúcida cuando hasta entonces habíamos contemplado y conocido a una mujer senil que confundía a unos trabajadores sociales con ángeles, que tenía basura por doquier y dejaba a las palomas volando a sus anchas dentro de su casa. Un relato fallido que merecería una revisión.
Además, se deja ver, en ciernes, una tendencia que luego se acentuaría en los restantes relatos, sobre todo en el cuarto (Cielo de verano) a ese defecto del que hemos dado cuenta en otras ocasiones: adjetivos y adverbios que se escriben solos, alegres compañeros de francachelas con sus compadres los sustantivos y verbos. Este cuarto relato, además, pretende ser una suerte de revisión amorosa de una pareja con aires existencialistas de indudable pobreza que se plasman en frases tan decepcionantes como "la vida es una carretera llena de curvas". Igualmente, esa mezcla de resentimiento sentimental con la lucha por el patrimonio arqueológico local no marida bien. Observo, además, una caída en el nivel de variedad léxica, como si aquella riqueza de los primeros cuentos se hubiera agotado.
El último relato, Hacia la isla, resulta interesante por lo que plantea, pero recae en los defectos ya aludidos de las malas compañías sustantivo-adjetivo y verbo-adverbio, tales como "mirada inquisitiva", "visitante inesperado", "miró arrobada", "besó galante" o comparaciones manoseadas como "cuello largo y delicado como un cisne", etc. Cierta pereza mental, tal vez, o dificultad en el despliegue de la capacidad lingüística del autor, quién sabe. Un cuento más trabajado hubiera pulido esos defectos y resaltado las virtudes. A pesar de todo esto, vale la pena leerlo, sobre todo por su potencialidad. Tal como está, podría complacer a un profesor de taller literario, pero nada más.
EN DEFINITIVA, me interesa el autor del segundo relato, y del último. Si aplica trabajo y reflexión a su quehacer literario, se puede concebir la esperanza de que pueda escribir una obra que valga la pena. Mimbres parece tener.
P.D. No menciono las erratas porque esa es tarea de la editorial.
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