Vaya por delante que la creación de nuevos diarios o revistas siempre me suscita curiosidad y algo de esperanza. Es posible creer, aunque sea por un momento, que corre sangre fresca (que no necesariamente joven en edad) por las esclerotizadas venas de la sociedad civil, o de la sociedad a secas: temas nuevos, enfoques nuevos, críticas valientes y razonadas, argumentos inimaginados, redactoras/es y escritoras/es originales, etc.
Sin embargo, en cuanto a la información periodística en general, salvo alguna excepción (en el ámbito español) como, en mi opinión, El Salto, la mayoría del periodismo digital tiene el nivel del periódico que dirige Inda, y cuyo nombre no vale la pena ni mencionar. En cuanto a la cultura y a la literatura, y ya nos quedamos en el perímetro local, la novedad se trastoca en ranciedad nada más nos asomamos a su contenido. Así ocurrió con Dragaria, la revista dirigida por el fallecido Manuel Almedia, que no aportó ni una sola idea nueva y así, me temo, pero me gustaría equivocarme, ocurrirá con Trasdemar, la nueva revista digital que pretende conectar los archipiélagos del mundo entre sí, o algo parecido.
Para ello, la revista ha establecido contacto con periodistas e intelectuales arrinconados e invisibilizados, seguramente por el carácter de denuncia de su obra, como, para citar solo a los más desconocidos, el exconsejero de Cultura del Gobierno de Canarias y diputado del Parlamento de Canarias y premio Canarias, Juan Manuel García Ramos, el periodista, novelista, poeta y lo que surja, Santiago Gil, y la periodista cultural, ácida escritora de reseñas e iracunda crítica social Nora Navarro. ¿En serio?
Que no digo que la revista, esta o cualquier otra, no invite o incluya en su contenido a quien le venga en gana, con mejores o peores razones, pero no deja de llamarme la atención lo pequeñísimo que es este mundillo en que todos parecen conocer a todos y los mismos llaman a los mismos para proveer de contenido (siempre parecido) para un público veleidoso y, a la fuerza ahorcan, exiguo.
Sin embargo, hay algo que siempre me ha suscitado cierto pasmo en la creación de la miríada de revistas literarias, artísticas, culturales y periodísticas en general: al mismo tiempo que proclaman su novedad y su necesidad, invitan a sus páginas a las mismas figuras que llevan cardando la lana desde hace décadas o, si no es el caso, que ya disfrutan de tribuna en otros medios de comunicación. Así, es lamentablemente habitual, que las tertulias (por llamarlas así) en radios y televisiones estén compuestas por directores de otros medios o, en su defecto, de periodistas que ya disponen de sus propias columnas. Un círculo vicioso o una estructura que se retroalimenta y ante cuya visión y audición uno se echa las manos a la cabeza con frecuencia por la superficialidad, cuando no estupidez, en el abordaje de los asuntos que aparentan tratar.
En estos primeros momentos, no obstante, quiero pensar que si los creadores de la revista no tuvieron la precaución de hacerse con material antes de su publicación, no han tenido más remedio que buscar a toda prisa colaboraciones a diestro y siniestro, sin mucho criterio. Luego las han pedido a aquellas figurillas del campo artístico-literario local más conocidas y con supuesto prestigio. García Ramos, Gil y Navarro no son culpables de que se les busque; ni tampoco Cecilia Domínguez Luis, de que la entrevisten. Que su posición en el campo cultural incite a ello, que sea una solución fácil, es otro asunto. Una explicación alternativa es asegurar que lo que sale siempre es lo que hay, que no hay más. Ya me dirán Vds. si están de acuerdo.
Por último, y volvemos a Trasdemar, en su "Manifiesto" aspira "a convertirse en referente crítico desde Canarias". Manifestar esa aspiración lo hacen todos, la práctica suele ser otra cosa. Déjenme que les manifieste que con estos mimbres iniciales, poco futuro crítico le auguro. Es llamativo que el único apartado que permanece vacío hasta el día que escribo esto (10 de octubre de 2020) sea el de "Reseñas". Ya me gustaría creer que la escasa influencia de mi blog, en su excéntrica posición, se transmutara en cierta parálisis laudatoria o hagiográfica en los medios, pero lo dudo. Más bien, imagino que es la sección más tediosa de toda revista o cuadernillo cultural que se precie, pues como la parte crítico-negativa suele orillarse con desdén, dedicarse a escribir panfletos empalagosos de obras lamentables no puede ser del gusto de casi nadie.
Por cierto, el manifiesto dice lo que dice todo manifiesto canario: mestizaje, insularidad, periferia, diversidad y una pizca de anticapitalismo del que no molesta. Por si quieren ahorrárselo.
Mateo 10:34-36 y es bueno que así sea.
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