lunes, 16 de marzo de 2020

'Qualityland', de Marc-Uwe Kling

Aun teniendo en cuenta la lista de novelas y de ensayos que compartí con Vds., el jueves pasado, en la última visita a mi librería de referencia, adquirí dos libros más. Uno de ellos, el que nos ocupará hoy, me lo encontré expuesto como novedad. No suelo hacerles mucho caso a las novedades, porque son los libros que se empeñan en que compremos a toda costa. Llámenme noísta, si quieren. Sin embargo, y esto es algo que hay que apreciar como positivo de las redes sociales, uno puede conocer, al menos de esta manera digital, a personas que son grandes proveedoras de bibliografía. Algún día haré una lista de los excelentes libros que han llegado a mis manos gracias a individuos como, por ejemplo, Joan Flores Constans, en Literatura, o Fernando Broncano, en Filosofía y Ciencias Sociales. Fue precisamente un comentario de Joan el que me suscitó la curiosidad suficiente como para decidirme por la novela de hoy.

Insisto: la generosidad es una de las mejores virtudes de los seres humanos. Que muchos no se atrincheren en sus conocimientos o en su formación de expertos y que los compartan con los demás arroja siempre un poco más de esperanza sobre nuestra capacidad para superar nuestro egoísmo, aun estando formados "de madera tan torcida". Como escribió Pico della Mirandola podemos elegir tanto descender al nivel de las bestias como ascender al de los dioses. Creo, con sinceridad, que en la mayoría de las situaciones podemos aspirar a ser, al menos, mejores personas. Apliquémonos en estos tiempos.





Aquellos/as que, como yo, que por sus estudios y por la azarosa concatenación de causas y efectos, han tenido que leer y estudiar sobre la democracia y los medios de comunicación, amén de la repercusión de Internet sobre ellos, encontrarán en este libro la plasmación literaria de muchos de los planteamientos que alertan sobre los peligros del neoliberalismo de última hornada, la de los datos personales.

Todos estamos al tanto, con mayor o menor grado de zozobra o (des)preocupación, de que la gratuidad de las redes sociales tiene como contrapartida el uso tanto de los datos personales como de nuestra actividad en aquellas por parte de la empresa dueña de la plataforma en cuestión. También, los buscadores y los programas gratuitos que se ofrecen aquí y allá, incluyendo los correos electrónicos. Si quieren saber algo más tienen, entre otros/as, toda la bibliografía de Evgeny Morozov (al español está traducido, que yo sepa, al menos Capitalismo big tech). Un apóstol patrio, más preocupado por la repercusión de las grandes empresas de Sillicon Valley en los medios de comunicación (control y manipulación) es Ekaitz Cancela, con su Despertar del sueño tecnológico y numerosos artículos al respecto en medios como La Marea o El Salto.

Asimismo, la posibilidad que tienen las empresas de ofrecer las noticias y productos que, a tenor de algoritmos secretos, más atractivos para el usuario, y la capacidad que tiene este de personalizar también las noticias que recibe pueden contribuir a modelar una burbuja informativa. Esta burbuja estaría formada por aquellas noticias e informaciones que solo confirmaran la visión del mundo que tiene el usuario. Esto es algo que se puede apreciar en Twitter o Facebook, donde lo normal es que uno se rodee de amigos o followers coincidentes ideológicamente. De esto han escrito muchos, pero me viene a la memoria un autor norteamericano al que podrían leer con provecho, Cass Sunstein (por ejemplo, su libro República.com).

¿Hasta que punto los perfiles que tienen las grandes compañías solo recogen las preferencias y los gustos de los usuarios/consumidores, y hasta que punto no son una especie de profecía autocumplida al ofrecer lo que cree que ellos desearían? ¿En qué medida la vida privada de aquellos deja de serlo o, mejor, cuándo deja de tener importancia cuando se trata de obtener beneficios?

Estas y otras preguntas se responden literariamente en esta distopía llena de ingenio y humor que es Qualityland. No diré que la prosa me haya fascinado, en la traducción de Carlos Andreu, pero la historia se lee bien, sin defectos. En todo caso, el autor la conduce con firmeza, sin bajones ni distracciones que no vienen a cuento, al servicio del contenido. En este sentido, es una novela ideológica, por cuanto me resulta evidente que lo que le interesa a Kling por encima de todo es mostrarnos las contradicciones sociales que comporta la apropiación sin control de nuestros datos por las grandes empresas tecnológicas, apurando un poco las tendencias ya presentes. Además, la aplicación de las leyes económicas a la política, contribuye a crear una sociedad de exacerbado desarrollo tecnológico, pero también de suma desigualdad.


-¿Por qué el problema es más grave de lo que creo? 
-Porque la red cambia. 
-¿Y eso que quiere decir? 
-Quiere decir que cada individuo vive en un mundo digital propio. La personalización no termina en los resultados de búsquedas, anuncios, noticias, películas y música. También las ofertas, los precios e incluso el diseño y la estructura de la red varían en función de quien contemple este espejito mágico, e incluso en función de cómo se sienta quien mira. Si estás caliente, tal vez te aparezcan sin parar anuncios de ladybots con un alto contenido erótico; si estás deprimido, querrán que te intereses por los psicofármacos; si tienes miedo, te ofrecerá los planos de una pistola de autoimpresión. Seguro que has oído el viejo dicho: "Cada cual vive su propio mundo". En el ámbito digital esto no es una simple figura retórica: hoy es literalmente cierto. Vives en tu propio mundo, un mundo que se adapta constantemente a ti. (Pág. 246).

Tony se lleva a Aisha a un lado. 
-Esto es una catástrofe -susurra-. El sector económico nos va a retirar su apoyo en masa. Yo siempre creía que su postura era un simple coqueteo. Claro que hay que coquetear con la redistribución de la riqueza, es lo que han hecho los partidos socialdemócratas desde siempre. ¡Pero nadie tenía intención de aplicar realmente esas medidas! ¡Esto es una locura! 
25,6 minutos más tarde, el último invitado se ha marchado ya. Aisha y un desesperado Tony están sentados a una mesa en un rincón. 
¡Esta ha sido seguramente la cena para recaudar fondos más corta de la historia" -exclama Tony. 
John se acerca a ellos. 
-¿Y bien? -pregunta-. Un éxito total, diría yo. 
-Ay, John -dice Tony, levantándose-. ¿Qué idiota te dio la directiva de actuar pensando en el bien común? ¿Fui yo? A lo mejor, ahora que te conozco, no fue una buena idea... -añade, y se marcha compungido. (Pág. 300)

La aparición de un androide superinteligente como aspirante presidencial ofrece el contrapunto lógico-cibernético a la irracionalidad humana. El autor muestra cómo la lógica emanada de una inteligencia artificial puede ser más humana que la lógica de aquellos destinada a dominar y a explotar a sus congéneres. Asimismo, muestra que en ese mundo, tal como el nuestro, la cooperación entre los muchos débiles puede triunfar, aunque sea momentáneamente, contra el poder, ya sea corporativo o gubernamental.

EN DEFINITIVA, una novela ágil, amena, con su gotita Black Mirror, divertida y cargada de significado (se nota -sin que se note- que el autor se ha documentado muy bien). Cuatrocientas cincuenta páginas que se leen en un par de sentadas, pero que dan para pensar mucho más. Las señales están por todos lados, solo hay que prestar atención.





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