domingo, 8 de octubre de 2023

Devaneos y una petición

Como el escaparate literario canario está escaso de novedades, y las escasas que han surgido no me han despertado, por el momento, apetito lector alguno, me he dedicado -me estoy dedicando- a tiempo completo a leer cosas con algo de peso y de calidad, con lo que, como consecuencia, me he quitado de encima la mayoría de lo que se publica bajo el rótulo de ficción.

Por ejemplo, en el aeropuerto de La Palma encontré a buen precio, cosas que tiene la vida, Un pequeño empujón, de Cass R. Sunstein y Richard H. Thaler. Nudge se traduce por empujón, en el sentido de inducir a alguien a hacer algo. Un toque, tal vez pueda decirse también. Así que puede que les resulte grato a quienes les interesen la sociología y la psicología social. Fue un libro que disfrutó de sus días de gloria en la prensa patria, con algún sesudo análisis, incluso. Todo hay que decirlo, tras unas 60 páginas me está resultando más que interesante, como casi todo lo que publica Sunstein, quien, por cierto, hablando coloquialmente, le pega a todo. Muy útil me resultó su República.com, por ejemplo.




"Un nudge, tal y como empleamos el término, es cualquier aspecto de la arquitectura de las decisiones que modifica la conducta de las personas de una manera predecible sin prohibir ninguna opción ni cambiar de forma significativa sus incentivos económicos. Para que se pueda considerar un nudge, debe ser barato y fácil de evitar. Los nudges no son órdenes. Colocar la fruta de forma bien visible es un nudge. Prohibir la comida basura no lo es."


Asimismo, obra en mi poder, impulsado por la ferviente recomendación feisbukiana de Fernando Broncano, Esta vida. Por qué la religión y el capitalismo no nos hacen libres, de Martin Hägglund, que parece una monografía dedicada a demostrar los efectos contraproducentes de las religiones en lo que se refiere a conformar sociedades bien ordenadas. Ya les contaré mejor a medida que avance en su lectura. Por ahora, muy bien. Supongo que a los creyentes no les hará tanta gracia.




"Esta vida se dirige tanto al público religioso como al secular. Invito a los religiosos (y a los de tendencia religiosa) a preguntarse si de verdad tienen fe en la eternidad y si esta fe es compatible con el cuidado que alienta sus vidas. Por otro parte, animo a los lectores, tanto religiosos como profanos, a ver por qué no se debe considerar la finitud de nuestra vida como una carencia, una restricción o una condición caída. En vez de lamentar la ausencia de la eternidad, deberíamos reconocer el compromiso con la vida finita como condición para que haya algo en juego y para que alguien pueda vivir una vida libre."

Como no puedo leer sólo dos libros de manera paralela, el otro día compré Los vicios ordinarios, de Judith N. Shklar. Tras 66 páginas leyendo, sobre todo, acerca de la crueldad y cómo la autora alaba y critica a Montaigne y Montesquieu considero bien gastado el dinero. Fue un libro escogido, no diré que al azar, pero sin intención previa, al menos.



"Así, la desacralización de la política fue uno de los principales objetivos de Montesquieu. La igualdad no era necesaria para ello, y él prefería un pluralismo jerárquico, atemperado por tales instituciones igualitarias como el jurado elegido por sorteo. No en vano, los jurados determinan el resultado de aquellas situaciones en las que el ciudadano común afronta la ley penal y su impacto físico. El igualitarismo negativo consiste realmente en un miedo a las consecuencias de la desigualdad, en especial al efecto deslumbrante del poder, que libra a sus poseedores de todas las restricciones. Tal igualitarismo es un corolario obvio de la anteposición del rechazo a la crueldad."


Casi me olvido: he acabado La tragedia griega, de Jacqueline Romilly. Me ha parecido enriquecedora. La lectura de los trágicos griegos cuya obra ha llegado hasta nosotros, Esquilo, Sófocles y Eurípides, gana muchísimo (al menos, esa es mi sensación) tras el análisis entusiasta y pormenorizado de la académica francesa.



"Así como no hay ninguna obra entre las que se conservan de Esquilo en que no podamos encontrar, en el centro y dirigiéndolo todo, el problema de la justicia divina, del mismo modo no hay una sola obra entre las que se conservan de Sófocles en que el problema del orden ético no se presente en toda su intensidad, encarnado en los personajes."


En fin, en esta huida a ninguna parte que es la acumulación de lecturas y de libros, y sumemos los libros que no llegan a comenzarse y los proyectos de lecturas que nunca se cumplirán, espero algún tipo de redención con los que tengo pendientes de recoger, como son La mente reaccionaria, de Corey Robin (no puedo evitar el pensar en tantos columnistas, artistas y literatos entre nosotros, tan semejantes en su pensamiento político al hombre de bar con palillo entre los dientes), Lo posthumano, de Rosi Braidotti (interés suscitado, digámoslo claro, por emular a un amigo que ya está leyéndolo) y Los idus de marzo, de Thornton Wilder. Vayan Vds. a saber por qué escogí este libro porque no recuerdo la referencia tuitera, feisbukiana o amical.

Por otro lado, y adentrándome en espesuras macaronésicas, tengo que reconocer que me encantaría que se organizaran más festivales de literatura en Canarias: hispanoamericanos, por aquello de la redundancia, o, si se quiere, de literatura eslava, o centroeuropea, o rumana (con un apartado especial a las traducciones a esa lengua, esenciales, como se sabe, para la difusión de la literatura canaria), o de la lengua de alguna tribu de las montañas de Borneo. Festivales literarios en Canarias que se sucedieran como cangilones de una noria. Claro está, de la noria cultural.

Todo sea por mantener ocupados a los escritores reinventados en columnistas resentidos

Sí, porque, más allá de sus defectos o virtudes como atractores de personalidades literarias en diverso grado de relevancia y del sufrido público en general, y de captadores de recursos para la organización de este tipo de eventos, nos evitaríamos el resto de la ciudadanía el pinchazo en el hígado al conocer que estos sujetos han vuelto a publicar, por no tener otra actividad a la que dedicarse, algún artículo propio de martillo de wokes y feministas, a predicar contra el exceso de moral que afecta a las sociedades occidentales o a quejarse de la censura progre mientras publican lo que les da la gana.

Propongo, abundando en esto, que les subvencionen cuantas instituciones públicas y privadas, UTE y partnerships existan, que les dediquen una casilla en la declaración de la renta, si es menester. ¿Para qué queremos columnistas de baratillo cuando podemos tener directores de festivales comprometidos? ¿Para qué perder a organizadores más o menos competentes  de saraos culturales y, en cambio, seguir soportando a pesados que escriben? 

Ojalá no fuera un falso dilema.

2 comentarios:

  1. Si un día por fin decido encarar la realidad, tal vez recoja alguna de tus recomendaciones. Por el momento me quedo con mis novelitas.

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    1. Por mí, no te apures. Cada uno es soberano en sus gustos.

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